5: La fortuna ilógica

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Continúo aturdida, todo me da vueltas y es peor mientras Ever intenta escapar de muchos guardias.

―Eres un íncubo, son solo humanos, puedes cagarlos a palos si quieres ―expreso indignada mientras huimos y me mantengo agarrada de su cuello, para no caerme aunque me sostiene.

―Te aclaro, no veo a ninguna guardia mujer por ahora y aunque descubriera una, tienen cascos que repelen mi poder de seducción, sin contar que sus garrotes sí me afectan. Esta ya no es la tecnología de antes, ahora combinan nuestras debilidades para destruirnos, saben todo de cada monstruo con solo verificar su base de datos.

―¿Y entonces? ―Enarco una ceja.

―¿Extrañas volar?

―¿Eh? Con toda el alma ¿Qué quieres probar? Tú mismo lo viste, hay un campo de fuerza en el cielo, no vamos a poder salir.

―Quizás yo no, pero tú sí.

¿A qué se refiere?

―¡Mierda! ―grito cuando salta el vidrio del edificio, su camisa se rompe para extender sus alas y volar.

Los cristales se esparcen por todos lados, cortando su piel. Me sostengo con fuerza cuando comienza a planear. Los drones nos siguen, él mueve su ala y clava sus plumas, que se notan que son de un material duro, afilado y transformable, lo que le permite destruir a algunos enemigos más. Me recuerda a mis amadas y letales alas, cómo las extraño.

―¿Y ahora, genio? ―expreso con sarcasmo viendo que sufrió dos cortes en su cara.

Uno en el tabique de su nariz y otro bajo su labio.

―Tarah, la tarada ―se burla―. No aprendes más, ¿no, enana?

―¡¿Qué pretendes?! ―grito casi al mismo instante que me suelta y veo que una explosión llega hasta él.

Mierda, fue mi culpa.

No tengo tiempo de dejar que mis emociones me afecten, porque me golpeo con unos árboles mientras caigo, ruedo por una rama, me choco con hasta una lumbrera, cayendo dentro de una casa, y me doy contra el piso, perdiendo la noción de los sentidos.

~~~

Cuando despierto, creo que tengo la mayor suerte del mundo, porque esta vez sí creí que me iba derechito al infierno, pero no, sigo viva y sin ningún rasguño, solo terminé desmayada y en un sillón.

―Oh, ya despertaste. ―Percibo la sensación y descubro que delante de mí tengo a un hombre lobo.

―¿Qué ustedes no se visten? ―Miro lo peludo de su pecho y se ríe.

―Acabo de salir de ducharme. ―Se empieza a poner una remera.

Dejo de estar recostada y tiro la manta.

―Creo que perdí todas mis pertenencias ―opino.

―No te preocupes, yo las recuperé, tengo buen olfato. ―Vuelve a reír.

Lo miro extrañada.

―¿Y tú quién eres? Acabo de conocerte y se supone que los humanos controlaban todo.

―Oh, soy Rufh, soy un espía de Fermín. Ya viene en camino, sabía que Ever iba a ser influenciado por ti, así que me aviso de su llegada. Por suerte caíste cerca de mi casa, con sinceridad tienes muy buena fortuna.

Empiezo a creer que sí, pero en mi opinión es una bastante extraña y que cada vez tiene menos lógica.

El timbre suena, entonces salgo de mis pensamientos confusos.

―Tranquila ―me aclara al ver mi alteración―. Debe ser Fermín, es más, lo olfateo. ―Se ríe de nuevo.

Ya me cansa su risa.

―¿No era qué los vampiros y los lobos no se llevaban bien? ―expreso confusa.

―No conoces muchos, ¿cierto?

―No y no me interesa. ―Bufo.

Explica igual:

―Nuestra rivalidad fue inventada para que los humanos creyeran que estamos más preocupados por pelearnos que por atraparlos, pero la verdad ninguna de las dos sugerencias es real. Pensar que ahora solo somos monstruos de la literatura y encima malcontados, se siente bien raro.

―Bueno, ve a atender y deja de molestar.

Asiente, entonces se dirige hacia la puerta. Abre la entrada, así que visualizo a Fermín rezando. Cuando se da cuenta de que lo vimos, entra a la pequeña casita, que está algo descuidada.

―Genial ―expreso con sarcasmo―. ¿Ahora me van a decir que los vampiros no son afectados por una cruz?

―Qué tonterías ―exclama el moreno―. Los vampiros amamos a Dios.

―Tanto fingir ser cura se le metió la religión a la cabeza.

―No finjo, soy, me estudié todos los libros eclesiásticos habidos y por haber ―expresa con orgullo el vampiro.

―Como sea, Ever está perdido ―aclaro.

―Ya llegué ―expresa el íncubo al cruzar la puerta que no se cerró.

Me levanto y corro hasta él.

―¡No te curaste! ―exclamo viendo la sangre en su cuerpo.

Se ríe.

―Creo que esas ventanas tenían algo y esa bomba que nos tiraron terminó para fastidiarme la última regeneración que me quedaba, pero estoy bien, enana. ―Apoya su mano en mi cabeza y me revuelve el cabello―. No te preocupes.

―¡Maldito, imbécil! ―Me aparto―. ¿Quién se preocupa por ti? Solo me pareció raro que me curara y tú no ―aclaro.

―Lo que digas ―expresa con sarcasmo.

―¿Se dejan de bobadas? ―nos reprende Fermín―. Ocúltense, ahí vienen los guardias.

―¿Y vas a fingir ser cura? ―consulto.

―No finjo, soy ―repite y señala el piso―. Escóndanse.

El hombre lobo abre una compuerta oculta para que nos metamos allí, donde señaló Fermín, entonces nos ocultamos y vemos a los guardias entrar, los cuales se ponen a hablar con el vampiro.

La tensión se siente en el ambiente. 

Seducción VitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora