3: La ciudad del control - parte 2

120 23 0
                                    

Veo como Ever se abrocha los botones de una camisa y yo me quedo mirándolo, así que me sonríe con picardía.

―¿Te gusta lo que ves o es acaso que me querías sin ropa? ―expresa a su manera arrogante y yo ruedo los ojos.

―Ninguna de las dos ¿Te puedes apurar? Me quiero ir.

―Tenemos que parecer lo más normales posible. ―Se acomoda el gorro, pero luego se lo quita y me lo pone a mí―. Te queda mejor.

―¡Deja de jugar y vamos!

―Hay que pasar los controles, tú serás humana, pero yo...

―No soy humana ―le recuerdo.

―Bueno, serás lo que seas, pero estoy seguro de que a ti el detector no te va a identificar, en cambio a mí sí.

―¿Detector? ―Enarco una ceja y veo que se tira unos polvos rosas que huelen a colonia y me asfixian―. Ya deja eso. ―Toso.

Me tira un spray.

―Por las dudas ―explica, entonces vuelvo a toser―. Vamos. ―aclara, así que asiento.

Al fin guarda todo lo necesario en su mochila, la pone en su hombro y me ofrece su brazo. Lo miro de mala manera, pero me agarro por ser precavida, ya que nos podrían descubrir si tenemos actitudes extrañas. Saliendo de la parroquia y los pastizales, llegando a la entrada, vamos todo el camino así. Más avanzamos más gente hay, por lo que al final fue una inteligente idea ir juntos, es menos sospechoso.

―Tu camuflaje es bueno ―susurro.

―Es lo mejor de hacer invisibles las alas y los cuernos.

―Recuerdo el sentimiento. ―Quedo pensativa.

―Los íncubos y los súcubos teníamos tantas cosas en común, pero éramos enemigos mortales por la competencia, era tan gracioso.

―No hables en pasado ―me quejo.

―Es la verdad, que tú no lo aceptes es otro tema.

Bufo.

―Lo admito, solo que es difícil asimilarlo.

―Por algo se empieza. ―Me sonríe.

No le contesto, pero nos detenemos en el camino, cuando un guardia interfiere en nuestras miradas fijas en el otro.

―¡Eh, ustedes! ―expresa el hombre, entonces lo observamos―. A la fila ―aclara moviendo su cachiporra tecnológica para señalar el camino―. Es peligroso pararse en el lugar equivocado ―advierte serio.

―Gracias, oficial ―responde Ever y nos ponemos en la hilera de gente.

―¿Y estas personas? ―susurro.

―Gente que viene a hospedarse en la ciudad del control. Es la sede principal de todo, creen que estarán más seguros de... una amenaza nuclear o algo así. No recuerdo que excusa le metieron a los civiles sobre protegerse de lo desconocido.

―Así que el humano promedio no sabe de la existencia de los monstruos.

―Exceptuando a los brujos ―acota y luego agrega―. Aunque en realidad los ven como simples magos del entretenimiento, nunca se preguntan qué más hacen.

―¿Lavado de cerebro? ―Alzo una ceja.

―O ignorancia. ―Se ríe.

―Me ponen algo insegura todas esas máquinas. ―Miro el lugar.

―Ignora a los drones y estarás bien ―se burla y me da palmaditas en la mano.

Lo observo de mala manera.

―Me indigna que la tecnología haya avanzado tanto en tan solo cinco años.

―Eso te pasa por creerle a la literatura, no porque haya magia no significa que la tecnología no avance, de hecho la ayudaría mucho.

―Deja de hacerte el intelectual y haz que este camino se mueva, usa tu poder de seducción o algo ―ordeno, para luego aclarar―. Yo no puedo porque no me funciona.

Se carcajea.

―Si hago eso nos van a detectar.

Qué irritante.

Una hora después esto al fin avanza.

Veo que las personas de adelante entregan una tarjeta electrónica, entonces observo a Ever, él me hace una señal de que ya tiene todo preparado para la ocasión, así que cuando llegamos a las casetas, pasando por el control principal y una luz analiza nuestros cuerpos, nos salvamos por ese polvo que el íncubo nos echó antes, sin contar que también tiene una identificación falsa.

Casi muero de los nervios y él no se dignó a avisarme. Íncubo tenía que ser. Lo detesto más que a todos estos malditos guardias y sus controles que me cansan a más no poder.

Dejo mi enojo cuando pasamos el pasillo que parecía interminable, ya que observo todo el panorama. Edificios altos y blancos, muchos guardias con sus uniformes por completo cubiertos, los drones voladores que nombró Ever y las naves en el cielo vigilando todos los perímetros. Los helicópteros que vi antes no se comparan a estas enormes máquinas en el cielo y los edificios. Es como si un gran campo magnético confundiera la vista desde lejos, para que nadie vea lo que sucede dentro, que por supuesto se ve superimpactante.

Demasiada tecnología para mi sistema.

―¿Seguimos? ―pregunta Ever mientras yo continúo quieta, observando cada parte de la ciudad del control.

Es totalmente cierto a como la llaman.

―Es increíble como la tecnología avanzó tanto en tan solo cinco años ―expreso asombrada.

―Te lo dije, cuando la magia y la tecnología se juntan hacen cosas más poderosas y problemáticas.

Bajo la vista a mirarlo.

―Así nos controlan y destruyen ―refiriéndome a nosotros, los seres sobrenaturales.

―Los humanos ganaron y ahora ellos son los monstruos ―expresa con ironía―. ¿Miedo? Miedo tienen los seres que no son humanos, curioso que nuestra tragedia comenzó hace cinco años ¿Dónde estabas cuando pasó? ―Se ríe.

Frunzo el ceño.

―No sé, pero voy a averiguarlo. ―Avanzo y me sigue.

―¿Qué quieres hacer ahora?

―Necesito atrapar a un humano.

Tengo tanta hambre.

Espero que en eso mi poder funcione, porque sino tendré sexo para nada, y yo necesito comer, el disfrute es para otro momento.

Por favor, cuerpo, no me falles. 

Seducción VitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora