6: El cura vampiro

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Un pequeño espacio, una madera sobre mi cabeza y solo espiando a unos pocos pasos al enemigo. Los guardias se acercan a Fermín como si nada, uno mueve un detector por las paredes y Rufh, el hombre lobo, barre intentando parecer normal.

―Padre, sentimos interrumpir ―dice el guarda, que no se le puede distinguir su gesto de arrepentimiento con ese enorme casco que tiene.

―Tranquilos, en el camino del señor hay tiempo para todos.

―¿Qué hacía? ―indaga el otro.

―Vine de urgencia a visitar a mi amigo Rufh, necesitaba confesarse para expiar sus pecados.

―¿Y cuáles serían esos pecados?

―Lo siento, es secreto de confesión, un cura siempre debe proteger la integridad de los seguidores de Dios.

Lo hace tan bien que asusta.

―Entiendo. ―Hace una pausa el guarda―. Estamos buscando a unos fugitivos. ―Le entrega una tableta transparente que tiene algunos rayos de luz verde moviéndose, en donde se pueden ver el nombre de Ever y el mío, nombres con los cuales nos identificamos al entrar a la ciudad―. ¿Los ha visto?

―En absoluto ―contesta el vampiro y observa al otro guardia que pasa el detector cerca de él―. No sé qué está haciendo, pero me ofende ―expresa al hacerse pasar por un ciudadano civil que no conoce la existencia de los monstruos.

―Lo siento, es rutina, no queremos que nadie salga herido, hay muchas infecciones hoy en día.

―Entiendo, con lo de la amenaza nuclear y eso, no se puede jugar. Gracias por cuidar a la gente, espero que tengan un buen día. ―Le hace una reverencia moviendo la cabeza.

―Oh, padre, no hace falta. ―Se avergüenza el guardia―. Ya nos vamos.

―Necesito oír de qué hablan ―murmuro viendo que ya están en la puerta.

―No vayas ―susurra Ever y me detiene agarrando mi muñeca.

Me suelto.

―Calla, seré discreta.

Salgo del compartimiento, Fermín no me frena, solo me sigue con la vista, acerco mi oreja a la puerta para escuchar la conversación de los guardias que ya están fuera.

―Los jefes no estarán contentos ―le dice uno al otro.

―¿Los brujos o los científicos?

―¿Cuál es más problemático? Los brujos pusieron todo su esfuerzo para eliminar a los súcubos porque querían matar a una en específico. ―Hablan de mí―. Pero...

―Lo sé, su plan falló, empiezo a creer que descubrimos a la súcubo que creían extinguir, pero la detección fue diferente, no es el mismo ADN y eso les atrae a los científicos.

―¿Estás diciendo que no la quieren muerta?

―Depende de que alto mando estemos hablando. ―Bufa el hombre.

―Silencio, nos pueden descubrir y culpar de ir contra la ley, hablar sobre estos temas hará que piensen que confabulamos en contra de nuestro gobierno, nos convertirán en civiles y nos borrarán la memoria.

―Lo sé, lo sé, vámonos.

Necesito entrar a la sede de los científicos.

―¡Ay! ―chillo cuando Ever me tira hacia adentro de la casa otra vez y cierra la puerta con fuerza.

―Deja de meterte en problemas ―me reprende el íncubo y me suelto de manera brusca, lista para contestarle.

―Volvamos ―acota Fermín, interrumpiendo lo que iba a ser una fuerte discusión.

―¡No puedo irme ahora, estoy descubriendo cosas! ―me quejo.

―Necesitas comer ―me recuerda el vampiro y oigo como me ruge el estómago.

Maldita sea, lo había olvidado.

―No puedo, no me sale. ―Me abrazo a mí misma, decepcionada de mí y suspiro―. No soy una súcubo, no soy nada.

―Tengo una idea. ―El vampiro mira al íncubo―. Aunque no les va a gustar.

―¿Cuál? ―Enarco una ceja.

―No puedes alimentarte, quizás porque no sabes cómo dirigir la energía con tu nuevo cuerpo, así que sería bueno que otro lo haga.

―Ya estoy entendiendo ―expresa Ever molesto―. Ni loco ¿Por qué yo tendría que darle de mi energía? En todo caso yo quiero robársela a ella.

Sus intenciones en la cama eran obvias.

―¡Un segundo! ―freno la conversación, alzando las manos―. ¡¿Quieres que me acueste con este?! ―Señalo al íncubo―. ¡Ni hablar, es mi enemigo!

―Pero alguien te tiene que alimentar si no puedes tú sola ―aclara Fermín.

―¡No soy un bebé! ―me quejo―. ¡Soy una súcubo de alto rango, una súcubo excepcional, no necesito ser denigrada de esa manera!

―Te recuerdo que hace un momento dijiste que no lo eras.

―¡Sí! Será mi cuerpo distinto, pero mi orgullo no. Ever sigue siendo mi enemigo mortal, mi rival. Si mis hermanas estuvieran vivas, se burlarían de mí. Es más, cuando muera y nos encontremos en el infierno, no pararán de reírse, será el espectáculo principal de mi tortura.

―Exageras. ―Se ríe el vampiro―. Además no creo que termines en donde tus hermanas. Siento decírtelo, pero ya no es tu raza, empiezo a creer que eres una distinta.

―Creí que estabas de mi lado. ―Bufo.

―Lo estoy, pero quizás Dios cambió los planes que tenía para ti.

―¡No metas a ese en esto!

―Déjalo, es cura ―lo defiende Rufh.

―¡No lo es!

―Mejor ya vámonos ―aclara Ever.

―Cuídense ―nos saluda el hombre lobo, entonces nos dirigimos nuevamente a la parroquia Edelberg, porque no me queda de otra que acompañarlos.

En algún momento descubriré cómo regresar.

Seducción VitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora