2: La ciudad del control - parte 1

176 29 2
                                    

Necesito respuestas, descubrir por qué cambié, ¿qué pasó conmigo durante estos cinco años? Mi cuerpo está débil, no es el mismo, mis poderes se sienten distintos, como si no los tuviera y eso es imposible, porque soy una súcubo excepcional, de alto rango.

Tengo hambre.

El deseo es una necesidad, al menos para mi cuerpo, por eso si no lo poseo, será peor para mí. Necesito encontrar un hombre humano pronto, robarle su energía vital y satisfacer esta ansia que me vuelve loca.

Por eso esto me irrita mucho.

―Búsquense un hotel, maldita sea.

Ever se encuentra follando a la doctora Raisa contra la pared, están ambos traspirados mientras se mueven, todos sus fluidos se hallan desparramados por el suelo. El íncubo se detiene, respira agitado y se sube la cremallera al alejarse de su presa. Su gran bulto puede notársele todavía a través de su pantalón, sería imposible de ocultar. Sonríe y se relame los labios al ver que sin pudor le estoy mirando la erección que la tela no tapa.

―¿Qué? ¿Quieres tomar su lugar? ―se burla.

Ruedo los ojos.

―Asco, no coquetees con tu enemigo.

―Ya te dije, para mí tú no eres una súcubo ―aclara mientras sostiene la cintura de la mujer a la que le ha robado la energía vital, ya que la ayuda para que no se caiga.

Lo ignoro y miro a la doctora.

―Nunca había oído de voluntarios ―expreso al ver que no hay ningún tipo de hipnosis en su mirada.

―Necesitas salir más ―opina la rubia de forma leve por el cansancio.

Me río.

―Sí, supongo ¿Me llevas?

―Raisa está aquí para ayudar ―intercede Ever―. Aunque no para que tengas una muerte inminente, así que retráctate y no la metas en problemas.

―Proteges a tu presa, qué horror, eres peor de lo que creí ―acoto, entonces me giro para irme.

Veo de reojo que la ayuda a sentarse en una silla cercana, luego me sigue. Me alcanza rápido porque el maldito es súper alto y yo con mis piernas pequeñitas no puedo alejarme rápido.

¡Necesito mi cuerpo de antes!

Ever toma mi brazo y me detiene, así que me giro a mirarlo de manera amenazante, para acto seguido advertirle:

―Suéltame, o descubriré qué puede hacer este cuerpecito para lastimarte y no te va a gustar.

―Uh, la enana saca las garras otra vez. ―Se ríe―. Admítelo, llevas días aquí y no tienes forma de descubrir cómo irte.

―Porque supuestamente es peligroso salir, ¿pero cómo voy a saber si no lo he visto? ¡Llevo cinco años perdida en el tiempo!

Me mira serio.

―De acuerdo, te ayudaré.

―¿Te burlas de mí? ―Enarco una ceja.

Sonríe.

―No puedo decirle que no a una presa.

Me agarra una arcada.

―Dime que no dijiste eso.

―¿Por qué? ―Se ríe―. Hueles a humana.

―Fermín no opina lo mismo ―le recuerdo las palabras del vampiro.

―Será el jefe y mi amigo, pero convengamos que ya está viejo para distinguir entre una humana y otra raza.

―Que tenga más edad lo hace más apto para opinar ―aclaro.

―Como sea ¿Quieres mi ayuda o no?

―Al fin. ―Bufo.

Sonríe con malicia.

―Bien, prepárate, iremos a la ciudad del control.

Excelente, cualquier cosa para saber qué me pasó y si realmente estoy sola en este mundo. Necesito verlo con mis propios ojos.

No quiero volver a sentir las emociones de aquella vez. 

Seducción VitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora