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5. E

Desde el día que vi tu rostro por primera vez supe que serías un capítulo importante en mi vida.

Con aquellos shorts de deporte color negro, musculosa blanca, una banda para el sudor y un par de bonitas Nike Air que no le había visto puestas a nadie desde que llegué a Corea. 

Tus manos estaban apoyadas sobre tus rodillas y de tu espalda brotaba el sudor como si de un grifo abierto se tratase, luego te sentaste justo a mi lado, descansaste tu cuerpo por completo sobre el plástico azul de las sillas del gimnasio de la escuela y te quedaste viendo mis piernas, también enfundadas en un par de shorts de deporte por sólo un par de segundos.

Estaban llenas de moretones, producto de la debilidad de mis vasos sanguíneos, que se reventaban ante el más mínimo golpe de mis dedos contra mi piel y me causaban escozor. Para ese punto, yo me había acostumbrado a las miradas de las personas cuando utilizaba pantalones cortos, e incluso al dolor en la parte trasera de mis muslos cuando me sentaba.

A lo que no me había acostumbrado, era a que las personas apartaran la mirada de inmediato, como si no hubiese nada malo allí y procedieran a ignorar por completo mis maltratadas extremidades.

Te agradecí infinitamente eso en mi mente.

-Mi nombre es Lee Minho. Soy de Gimpo, tambien acabo de mudarme a Seúl. -dijiste, extendiendo tu mano y dandome una de esas brillantes sonrisas que sólo tu sabes dar. Aún estabas agitado y tu mano sudaba al igual que todo tu cuerpo. Pareciste darte cuenta, y la secaste en tus shorts antes de volver a ofrecérmela.

-Lee Felix. Australia. -Me limité a responderte mientras la aceptaba, no porque no quisiera hablar contigo, sino porque mi coreano era tan malo que el examen de admisión me lo habían hecho en inglés. Podía entenderlo, pero no podía hablarlo.

Luego de ello, te dedicaste a enseñarme coreano por casi dos meses hasta que me pediste escribir un ensayo de 15 paginas sobre la fauna de Australia.

A partir de ese día, nos hicimos inseparables. Fuimos conociendo a otras personas y el grupo se fue haciendo más grande por momentos, otros estuvimos solo tu y yo y al final terminamos siendo 5, pero nunca, jamás, te alejaste de mí como yo tanto temía. Parecía que con el pasar de los meses únicamente nos acercabamos más, y comencé a caer por tí sin siquiera darme cuenta.

Siempre acudía a tí. No importaba si Jeongin era mi hermano, o si Jisung también era mi mejor amigo, siempre acudía a tí.

Me hiciste pensar que era increíble, lo dijiste tanto que me convenciste de ello. Me convenciste de que era el chico más genial que habías conocido. Porque tu no podias mentirme, no serias capaz de mentirme. No a mí.

Como aquella vez un par de meses luego de San Valentín en la que me viste intentando cubrir mis piernas a toda costa.

Llevaste tus manos hasta mis pantorrillas y las acariciaste un par de veces con todo el cuidado del planeta. -No las cubras. En lo que a mí respecta, son perfectas. Y estoy seguro de que a absolutamente nadie le afecta si caminas por ahí mostrando tus bonitas piernas. -Dijiste. -Se que aun estas trabajando en ello, pero te lo digo sinceramente. Es tu cuerpo, no tienes porqué sentirte avergonzado por vestir como quieres.

Luego, unas semanas después, me convenciste de usar una camiseta sin mangas. No había salido en una camiseta sin mangas a la calle desde los 8 años, porque todos se quedaban mirando los ya mencionados moretones que adornaban mi piel. Algunos ya amarillentos debido a que estaban desapareciendo, otros verdes, otros rojos, otros púrpura y algunos tan oscuros que parecían negros.

Sostuviste mi mano todo el camino hasta la escuela y no te separaste de mí en todo el día. Ni siquiera durante el almuerzo, que tomábamos junto a los chicos en la cafetería, cuando sabías que ellos jamás habrían mencionado algo al respecto y ni siquiera habría cruzado por su mente algún pensamiento relacionado. Les daba completamente igual.

Aquel primer año, pude sobrevivir gracias a ti, aprendí a aceptar mi situación y a vivir con ella.

Con amor,
Yongbok.

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