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7. O

Ayer te quedaste a dormir en mi casa luego de muchos meses. Usualmente era yo quien iba a la tuya, porque mis padres siempre estaban en casa.

Jugamos videojuegos durante un par de horas, luego vimos una película acurrucados en mi sofá, entre mantas y palomitas de maíz, y luego jugamos Just Dance hasta que las piernas no nos respondieron y nuestra energía se acabó. O mejor dicho, tus piernas y tu energía. Sonnie, Donggie y Dori —tu trío de gatitos— se paseaban con tranquilidad alrededor de la casa. Ya habían venido muchas veces.

-Tú... definitivamente... te drogaste. Tuviste que haber bebido un red bull o alguna mierda así. -Te quejaste entre jadeos, lanzando el control de la switch encima de otro de los sofás y dejándote caer sobre el más grande mientras yo me carcajeaba sobre la alfombra.

Uno de los cojines me dio directo en el rostro. -No es mi culpa que tu cuerpo de anciano no sea capaz de darle la talla a mi energía juvenil.

-¿A quien diablos le estas diciendo anciano, mocoso? Ya verás. -Te me lanzaste encima, tus manos fueron a parar directamente a ambos lados de mi abdomen.

De inmediato una carcajada salió despedida de mi garganta. - ¡No! ¡Min-Minho! ¡Ya! ¡Bas-Basta! -Exclamé entre carcajadas.

-Tienes que aprender a respetar a tus mayores. -Respondiste. Continuando con las cosquillas. Intenté arrastrarme, pero te habías sentado encima de mis muslos para impedir que pudiera moverme. Me retorcí en vano, risas cada vez más fuertes. Un pequeño dolor se hizo presente en la boca de mi estómago.

-Dios. ¡Ya! No aguanto. -Volvi a estallar en carcajadas, contagiandote la risa y por fin, logrando que dejaras de atacarme. Pasaron varios minutos hasta que pudiera dejar de reirme y normalizar mi respiración.

Entonces fue cuando te descubrí mirándome con una sonrisa en el rostro que me paralizó el corazón, tan cálido y abrasador, y creí lograr ver un atisbo de adoración en tus ojos que me hizo sonreír también.

Me senté, contigo aún sobre mis muslos y me incline hasta que descansé la cabeza sobre tu pecho y pude escuchar tu corazón. Llevaste tus manos hacía la misma y acariciaste con tranquilidad los crecientes cabellos de mi nuca, dejando pequeños besos fugaces sobre mi cabeza. Justo ahí, escuchando tus latidos golpeando contra tu caja torácica, justo bajo mi oido y tu respiracion pacífica, sentí como poco a poco mis musculos se relajaban y terminé bostezando contra tu cuello.

-¿No crees que deberíamos ir a dormir? -Mencionaste luego de un rato.

Ambos sabíamos lo que eso significaba. Ir a mi habitación para que yo pudiera recibir mi ración de mimos antes de quedarme dormido abrazado a tu torso, con sonnie, donggie y dori durmiendo enredados entre nuestras piernas.

8 lettersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora