Algo extraño

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Algo extraño


La habitación permanecía a oscuras y en silencio, mientras la joven estaba tendida descansando sobre una cómoda cama en el centro de la misma. De repente, como sacudida por sueños desagradables y movimientos involuntarios, despertó.

Se sentó en la cama y estiró sus miembros aún afectados por la bruma del descanso. Se puso de pie y caminó hacia la pequeña ventana, corrió la tela que evitaba que la luz de luna entrase y contempló la noche, oscura y misteriosa, como todo a su alrededor.

Entendiendo que aún restaba algún tiempo para que el sol naciera por el este, se dispuso a cambiarse la camisa y pantalón de lino por su rutinario uniforme negro.

Al entender que el sueño le sería esquivo y, siendo consciente de que las prácticas matinales tardarían en llegar, se concentró en una tarea muy diferente para matar el tiempo.

En las horas que restaban, se la pasó tejiendo un suéter de lana que había recolectado de un pueblo pequeño, donde presenció, por primera vez a un “rebelde”.

«Qué extraño, la manera que defendió a ese torpe niñito», pensó mientras sintonizaba los recuerdos que había presenciado el día anterior. «¿Estará vivo aún?», se preguntó a la vez que sus manos iban y venía entre la lana sin siquiera vacilar. «Seguro que ya lo mataron o, tal vez, lo estarán utilizando para experimentos», y su rostro pareció contraerse un poco por la pena. «Pero él se lo ha buscado, ¿no? Tiene que agradecer que su pueblo no fue barrido hasta los cimientos junto con él», se excusó mientras intentaba quitarle importancia al hecho de que hayan arrestado a un joven, probablemente de su misma edad, que defendió a su pueblo.

—Es injusto, pobre joven —dijo entristecida y recordó la gran sorpresa que sintió al verlo derrotar a Minos—. Basta, cálmate ¿qué estás pensando? Nosotros somos Superiores —dijo sin convicción e intentó alejar esos confusos pensamientos a la vez que se concentraba en la tarea que tenían entre manos.

El sol comenzaba a despertarse por el horizonte cuando la joven se disponía a cerrar la puerta de su acogedora cabaña. Descendió por unos pocos peldaños de adoquín que daba a una calle no muy amplia del mismo material. Mientras andaba con su uniforme negro de camino al cuartel de entrenamiento, pudo notar como muchos jóvenes y adultos se aglomeraban en una esquina, cerca del muro que rodeaban a toda La Gran Capital.

—Ven, ven, el capitán del ejército martillo va a dar un comunicado —decía animado un niño a otro mientras ambos corrían hacia un bajo escenario rodeado de personas, a unos metros más adelante.

La joven caminó con curiosidad hacia el escenario, observó a unos cincuenta Superiores, entre ellos a soldados, jóvenes y niños. Todos permanecían expectantes del hombre, alto y fuerte, vestido por un traje negro, al igual que su prolija barba y cabello.

—Seguro muchos de ustedes habrán escuchado el pequeño estruendo que tomó lugar a altas horas de la noche —dijo el hombre con una voz firme, pero gentil—. Soy el capitán Malleus, del escuadrón martillo y el encargado de la zona sureste de la capital —informó con un tono orgulloso—. Se me asignó la tarea de comunicar que el estruendo producido en la zona sur, fue causado por una riña entre dos adolescentes, de más está decir que los jóvenes fueron penalizados de la manera correcta para prevenir otro accidente similar. Sin más que decir, doy por finalizado el comunicado. Gracias y disculpen las molestias. —Se despidió el capitán con su excelente labia y se dispuso a bajar del escenario.

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