Una vida, Un pueblo

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Una vida, un pueblo


—Jóvenes… —dijo Joseph con una voz pesada y cargada de dolor—. Siento mucho nuestra pérdida, y mis hombros caen afligidos al igual que mis fuerzas por aquel joven que se ha arriesgado por nosotros. Pena es lo que nos rodea ahora, una pena que tardará mucho en irse de nuestros corazones.

La habitación estaba en silencio, una leve lámpara luchaba contra la oscuridad que acrecentaban al paso de los sentimientos de pérdida que embalsamaban las mentes de los habitantes. Los jóvenes oyeron las palabras de Joseph, pero no respondieron, solo guardaron silencio mientras que observaba el bamboleo incierto de la penumbra.

—¿Y ahora qué? —preguntó Gia impotente luego de un largo tiempo.

Joseph seguía recostado en aquel sofá, observaba con atención el techo no muy alto de la cabaña, sus fuerzas habían vuelto, pero de una forma lenta y paulatina, como el vaivén de las sombras.

—Oh, Gia —anunció el anciano afligido—. Aquella pregunta realmente juega con mi mente en estas circunstancias, pues no corremos demasiado peligro, ya que Aurelio, como joven fuerte y respetable, nunca diría nada sobre este sitio, sin embargo, dudo que algún Magno lograra capturar a Aurelio de tal forma que este no diera su vida antes. Joven valiente, pero de conducta extraña. ¡Ay, Aurelio! Te has ido demasiado rápido.

Y el silencio se apoderó de la habitación como la pena del poblado. Aunque los recién llegados no veían entristecidos la pérdida de Evan, sino que, de otra forma, lo observaban como al héroe que en verdad era, pues aquel era el capitán, un capitán que había dado su vida por ellos. Un héroe que ha muerto por sus ideales y que vivirá por siempre en sus recuerdos y memorias.

—No ha muerto —soltó Elijah, que se encontraba sentado en el suelo de la habitación con la cabeza encogida en el pecho—. No, no lo creo.

—Elijah, joven. Me encantaría que tus palabras sean tan ciertas como el atardecer, pero no puedo, no, no puedo creer en palabras que sus fundamentos son endebles. Dime, Joven Elijah, ¿qué te hace pensar aquello? Dime y tal vez todos seamos despabilados.

El rostro de Elijah se encontraba serio e inerte, como si su mente estuviese viajando por senderos solitarios y lúgubres.

—No lo sé… no podría nunca asegurarlo, pero, ¿qué más podemos hacer? —dijo y levantó el rostro para observar a Joseph en aquel sillón de mimbre junto a Elián—. Es que… un señor que hemos rescatado, Nox es su nombre, ha dicho que Evan lograría sobrevivir…

—¿Nox? ¿Un hombre de firmeza y de cabellos plateados como el acero más refinado?

—Eh… sí, es un buen hombre.

—¡Oh, por supuesto! Me alegra que esté de vuelta —dijo Joseph como desprendiéndose de su abatimiento por un segundo—. Es un hombre valeroso sin duda, de gran experiencia y de dotes destacables. Lo he conocido tiempo atrás, cuándY aún este pueblo no era más que cinco cabañas endebles, sí, un buen hombre como tú dices, pero como sabrás, joven, las desgracias persiguen a los que ya han transitado por ellas.

—¿A qué te refieres, Joseph? —le preguntó Gia con curiosidad.

—Pues aquel hombre ha vivido aquí, pero, por culpa de aquel día maldito en donde Silver ha cometido un error, Nox se vio arrastrado por aquel barco hacia las entrañas de Wakmar para servir y convertirse en esclavo. Esto me extraña mucho, pues siendo un hombre fuerte y de grandes conocimientos, me extraña que, aún no han negociado con él ¿Será que los Magnos guardan a sus mejores esclavos para ellos mismos? Interesante pregunta sin duda.

Los PrivilegiadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora