[SKZ 10th Member (Male ver.)] ˡᵉᵉ ᵈᵃᵉʰʸᵘⁿ: 𝘠𝘰𝘶𝘳 𝘓𝘰𝘷𝘦

01. Augurio

"Y átame con tu cabello
A la esquina de tu cama
Que aunque el cabello se rompa
Haré ver que estoy atada"

Rosalía - Di mi nombre

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¿Quién iba a pensar que el chico más responsable de la uni se iba a despertar con una resaca tremenda un jueves? Definitivamente él mismo no, menos sus compañeros y profesores. Solo tuvo un pequeño desliz el día anterior; Albert le invitó a cenar y acabaron en una discoteca. Pensó que quería volver con él (otra vez, sabiendo que está con Eric), pero tenía otros planes en mente. Por suerte no acabó con nadie en la cama, que si su mamá se llega a enterar... lo mata. O le corta el cuello. Algo así. Espera un segundo; ¿he dicho que es su madre? Nunca se le ha dirigido con esa palabra porque... vamos, no es su madre biológica. O eso dijo ella cuando cumplió los 16, cambiándole la vida por completo. No, no era suficiente con los exámenes, las fiestas, su relación y su persona en general, no; tenía que ser adoptado. Y encima le hacían bullying por la etnia a la que pertenecía; era coreano. La vida que llevaba peor no podía estar, o eso pensaba hasta que llegó la tarde.

- Honey, ¿quieres cariñitos o mejor jugamos un rato? - preguntó guiñándole un ojo a Dae Eric al salir de la UB.

- Hoy no mon amour, que tengo una resaca de mil demonios y estoy de mal humor - le gritó, lanzándole una mirada escalofriante a través de las gafas, finas como el papel.

- Vale, vale, pero tranquilito eh... - respondió un poco asustado su novio, retrocediendo, alejándose así de su pareja.

Él era una de las escasas personas que lo aguantaban y que además ha visto su faceta más tierna. Pocas personas tienen ese privilegio. Primero se tienen que ganar completamente la confianza del chico. Su novio lo acompañó hasta la parada del tranvía; a esas horas de la tarde las calles de Barcelona estaban más vacías que el cerebro de una rata con problemas de subnormalidad. Se sentó en el primer asiento libre junto a la ventana que encontró, mientras observaba como el cielo se tornaba rosáceo para dar paso a la oscuridad absoluta. Con esas vistas, empezó a sumergirse lo más profundo posible en su subconsciente, tratando de localizar algún archivo sobre la familia biológica que ansiaba conocer, pero fue en vano. "Un día los encontraré, cueste lo que cueste, pase lo que pase", se prometió a sí mismo.

*Próxima Parada: Francesc Macià*

¡Pare, por favor!

Caminaba en las tripas de un gato; oscuras, tenebrosas y peligrosas. Así era el barrio que lo acogió desde su nacimiento. Unas manzanas más allá, notó que algo, mejor dicho, alguien le acechaba con la mirada, siguiéndolo de lejos para no ser captado por su campo de visión. Aligeró el paso, queriendo perderlo de vista, pero conforme aceleraba la sombra también lo hacía, pareciendo así que jugaban al ratón que te pilla el gato. Se cansó de la situación y comenzó a correr desesperadamente, buscando un lugar donde refugiarse, esconderse y divisó un pequeño callejón. Sin pensarlo dos veces, se adentró en este, con la mala suerte de que no tenía salida. Ocultado tras un contenedor rezó al cielo para que el individuo que lo perseguía no supiera en qué lugar se encontraba, diciendo así que lo había despistado, hasta que escuchó su voz, áspera i gruesa como las cuerdas de un contrabajo:

- ¿Pequeñín? No te escondas, sé que quieres jugar... - su voz era más escalofriante que su figura.

Se acercaba al contenedor. Paso a paso se aproximaba al chico, sonriendo de oreja a oreja por hacerle creer que estaba a salvo. El pequeño contenía el aire en sus pulmones y no lo dejaría salir hasta que se sintiera seguro. Esos instantes fueron eternos. Se asomó por el borde y le tomó por el cuello, obligándole a salir de su escondite.