16 || Quédate

469 64 7
                                    

Dos meses han pasado, muchas cosas pueden cambiar en dos meses.

La convivencia entre Steve y Stephen mejoró, ya no existía esa nube de incomodidad, no más.
Ahora hacen bromas, bailan, incluso salen a pasear. A veces solos, a veces con la presencia de los adolescentes.

Se permitió conocer mejor al hechicero, estar cerca de él, lo relaja mucho. Puede decir que hasta su futuro bebé ha aceptado a Strange, ya no se altera con su aroma, como sucedió antes.

Ahora los dos están dejando a los chicos en la escuela, luego Stephen lo llevará a la casa de Tony, tienen unas cuantas cosas que hablar, sin contar que hoy tiene una revisión con el ginecólogo.

—¿Quieres que pase por ti? —preguntó esperando una respuesta positiva.

—No, muchas gracias —Steve sonríe, sale del auto y cierra la puerta.

No es lo que esperaba, pero lo acepta y lo entiende.

Steve se adentra a la torre, toma el elevador y sube hasta el último piso, Anthony siempre está ahí.

Cuando llega, el lugar parece solo, todo está demasiado limpio, intacto. Sin darse cuenta, entra en estado de alerta, no es muy normal que este lugar se encuentra tan limpio, siempre hay algo desordenado.

Camina con cautela, atento a cualquier cosa que pueda suceder.

—¿Qué haces? —Steve da un brinco al ser sorprendido. Estuvo apunto de caer, sino fuera por los brazos del moreno, ya estaría en el piso.

La panza de casi nueve meses, no le permite tener mucha movilidad.

—Te tengo, siempre te tendré —susurra cerca de su oído aprovechando la cercanía.
Misma cercanía que juega en su contra, cuando el aroma de cierto Alfa se cuela por sus fosas nasales.

—Gracias —se separa de Stark—. Debí imaginar que estabas en el taller —dice notando las manchas de grasa en la ropa de su aún esposo.
Por suerte, eso cambiará dentro de poco.

—Bueno, ya no hay quien me saque de allí —ríe, recordando todas aquellas veces que fue seducido por el Omega para hacerlo dormir temprano.

—Una pena... ¿Estás listo? —interroga, cuanto menos tiempo pase aquí dentro, mejor.

Porque sigue doliendo, sigue doliendo venir al lugar donde compartió tantos momentos felices con el Alfa. Recuerda como sus hijos corrían de un lado para el otro, como seguían a su padre hasta el taller, recuerda la felicidad, pero con esa felicidad viene la tristeza, el engaño de Tony se abre paso en sus memorias.
De pronto deja de ser tan bonito este lugar.


[•••]

Happy lo deja justo frente a la puerta de la casa de Strange.
Baja con un poco de dificultad, Hogan lo ayuda.

Al llegar a la puerta, saca su juego de llaves, y abre.

Hay unas cuantas luces encendidas, la serenidad del santuario le hace notar que sus hijos no están.

Deja las llaves en la mesita de la entrada, también cuelga su abrigo en el perchero.

—¿Cómo te fue con Tony? —pregunta un ansioso Hechicero.

No puede evitar sentirse un poco celoso e intimidado por Stark. Anthony fue el gran amor de Steve, es el padre de sus hijos, hasta cierto punto tiene ventaja sobre él.

—Bien, pronto estaremos separados —después de pequeñas discusiones sobre el tema, al fin llegaron a un acuerdo, mismo que tendrá efecto durante los próximos días.
—Y el enlace será roto al terminar el embarazo —dice con calma, como si estuviera bien con esto.

—Eres muy valiente, Steve —sonríe.
En verdad lo es, muy pocos Omegas son capaces de aceptar un rompimiento de enlace, con la misma naturalidad que el rubio.
No parece asustado por todas las consecuencias que podría ocasionarle.
Probablemente porque vivir atado a alguien que no amas, es mucho peor que morir.

—Gracias, Stephen —suspira recargando la cabeza sobre una pared—. De verdad, gracias por todo tu apoyo —se sincera.

No mentía, Strange fue una parte importante en este proceso, muchas veces se convirtió en su confidente. Muchas veces lo ayudo con sus hijos cuando sentía que no daba para más, gracias a las consecuencias de estar rompiendo el enlace.
Y allí estaba el Hechiero, dispuesto ayudar en lo que fuera necesario.

—No sé cómo pagarte por lo que has hecho por nosotros —aprieta los labios en una línea recta—. Eres un buen Alfa —admite, es más como un halago.

—Ya lo hiciste, Steve —infla las mejillas, para sacar el aire con lentitud—. El que llegaras a mi vida me hizo ver muchas cosas —un dolor oprime su pecho.

Sabe que cuando el rubio esté mejor, todo se terminará, para su desgracia.

Justo ahora que se da cuenta cuanto le gusta tener a los chicos de un lado para el otro, que gusta de molesta a Sarah y el gesto particular de arrugar la nariz en descontento.
Le gusta tener a Peter y Harley reunidos en la mesa, charlando y riendo de las imprudencias de Keener.

—Me gusta como tú, Peter y Sarah me hacen sentir parte de la familia —agacha la mirada, teme decir la siguiente oración—. No quiero que se vayan, ¿podrían quedarse? —regresa la mirada a los intensos ojos azules que le ven ahora mismo.
Unos ojos que no le están diciendo nada.

Porque Steve no sabe que decir, no sabe que pensar, una parte de él quiere, necesita responderle, pero las palabras no fluyen.

Aunque el cuerpo es traicionero, lo que no dice con la boca, lo expresa con cada poro de su piel, sobre todo cuando comienza a liberar feromonas, en un intento de marcar el hogar como suyo.
De envolver cada rincón, de envolver al Alfa, de hacerlo sentir parte de él, de su familia.

  

ʙʀᴏᴋᴇɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora