Capítulo 1: nueva oportunidad

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En la actualidad...

Después de haber estado durante tres meses en un orfanato, una familia que los tíos de Stella conocían, decidieron acogerla hasta que pudiera independizarse, pues tan solo tenía dieciséis años.

A ella le hubiera gustado que sus tíos la hubieran adoptado, pero aquello no sería posible, pues su tía tenía pésimas condiciones de salud y una enfermera la cuidaba día y noche, y su tío estaba la mayoría del tiempo fuera de la ciudad por motivos de trabajo.

La familia que la adoptaría decidió ir a recogerla del orfanato. Era una pareja con una edad que rondaba los cuarenta y cincuenta años. Decidieron hacerse cargo de ella, puesto que no podían tener hijos y tras recibir la trágica noticia de los padres de Stella pensaron que cuidar a una adolescente sería mejor idea que criar a un bebé y todo lo que conlleva.

Stella se asomó por la ventana de su habitación discretamente para ver con qué personas iba a vivir hasta su independencia. Visualizó la pareja. Le transmitieron buenas vibras como primera impresión, aun así, no iba a fiarse, pues no conocía sus intenciones, era una persona muy desconfiada.

Salió por la puerta. Al fin iba a salir de aquel lugar que la abrumó durante tres meses. No le ocurrió nada malo, en absoluto, pero estar encerrada tras esas paredes le hacía pensar cada vez más en esa noche, 15 de diciembre. Sin embargo, Stella había aceptado lo ocurrido, sus padres no iban a volver.

—Yo soy Alice, y él es Henry —dice mientras miraba a Stella a través del retrovisor.

El camino se hizo largo y comenzaba a atardecer. Le traía muy malos recuerdos de aquella noche: una carretera, oscuridad, tres personas... Quiso evadir aquellos pensamientos con música.

—Perdone, ¿podría poner algo de música? —preguntó nerviosa mientras alzaba la mirada a la radio del coche.

—Claro, pero con la condición de que no me trates de usted —replicó Henry con una ligera sonrisa.

Stella se sintió bien por un momento, pues un pequeño acto de amabilidad y cariño podía tranquilizarla y evadirla un rato de la soledad en la que vivía. Antes de aquella noche, Stella tan solo tenía una amiga, Kiara, pero desgraciadamente no pudo volver a verla luego de que la llevaran al orfanato.

—Tengo que parar, nos quedamos sin gasolina —comentó Henry a Alice.

Por suerte, aún quedaba algo para seguir conduciendo hasta llegar a la gasolinera más cercana.

Henry paró el coche y seguido bajó de él. Echó gasolina y fue a pagar.

Mientras tanto, Stella observaba por la ventana. Todo estaba oscuro y lograba verse un pequeño bosque. Miró durante un instante y todos los flashbacks de la noche se reprodujeron en su cabeza como si de una película se tratase. Tras unos segundos, volvió a sus pensamientos, pero cuando se dio cuenta estaba temblando y su respiración fallando. Alice logró verla por el retrovisor.

—¿Qué te pasa?, ¿Estás bien? —preguntó preocupada.

Stella aún seguía con la mirada puesta en el bosque, hasta que la voz de Alice la hizo reaccionar.

—Sí, estoy bien, es solo... tengo frío —respondió sin saber qué decir para que no pensara de ella que era una adolescente perturbada por sus traumas, a pesar de que Alice ya había sido informada de absolutamente todo.

—De acuerdo, toma mi abrigo.

Alice le ofreció su abrigo, pero no llegó a creérselo del todo, pues sabía que el frío no podía provocar miedo, pues era lo que su cara expresaba.

Henry entró en el coche y siguió conduciendo.

—Pensamos que te va a gustar el lugar donde vas a vivir —dijo Henry.

Stella pensó que cualquier lugar le encantaría comparado a la casa en la que había vivido tantos años.

Sin ser consciente, se quedó dormida durante unos veinte minutos.

—Stella, despierta, hemos llegado.

Despertó de la pequeña siesta y visualizó el lugar desde la ventana.

Lo primero que le llamó la atención fue el gran faro ubicado en la costa rodeado por enormes rocas que el mar embestía. Había casas blancas no muy grandes, pero que le parecían bastante acogedoras y, por otra parte, una pequeña pradera donde había animales al aire libre y grandes granjas.

Stella salió del coche y respiró hondo mientras apreciaba el paisaje y caminó junto a Henry y Alice hasta el pequeño pueblo.

—Esta es nuestra casa.

Efectivamente, era lo que Stella esperaba, una de las acogedoras casas blancas del pequeño pueblo, aunque solo lo había visto desde fuera, pues realmente no era tan pequeño, sus calles eran anchas y el espacio entre las casas era suficiente para tener un poco de privacidad.

Stella cogió sus maletas y Henry la ayudó a subirlas. No llegó a llevarse todas y cada una de sus pertenencias, pues ella no pisó la casa cuando fueron a recogerlas. Nadie entendía qué pasó aquella noche, pero para dar carpetazo alegaron que la madre de Stella estaba loca, mató a su marido y se dio a la fuga, puesto que nunca más llegaron a encontrarla. Stella llegó a pensar que su madre estaría aún por allí y quién sabe si tal vez volvió a ser normal.

Entraron en la casa y Alice la guio hasta su habitación. Stella se quedó perpleja, pues la casa era mucho más grande por dentro que por fuera, y su habitación estaba en la segunda planta.

Los muebles del salón parecían bastante antiguos, incluso había una caja de música y algunos discos de vinilos sobre una estantería. También había algo que le llamó bastante la atención; un piano. Siempre soñó con aprender a tocar uno, y aquel día, —si la pareja le daba permiso—, se haría realidad.

Las escaleras eran de madera tintadas de blanco y hacían un ruido molesto cuando crujía al pisarlas. Entró en su habitación. La habían preparado con antelación al parecer, pero no concordaba con los gustos de Stella, tal vez, lo único que le gustaba eran las paredes blancas porque lo demás era de tonos rosados o beige. La cama era bastante grande y cómoda. Stella decidió sentarse para probarla.

Alice vio como la expresión en su cara seguía siendo seria, pero entendió que era totalmente normal, pues era el primer día, sin embargo, decidió darle privacidad para que se acomodara.

—Me voy a preparar la cena, ahora te aviso —dijo para luego cerrar la puerta.

Decidió abrir sus maletas y poner toda su ropa en el armario para que al día siguiente no le diera pereza hacerlo.

De repente, una ligera brisa le causó un pequeño escalofrío y revisó que la ventana estuviera cerrada. Efectivamente estaba abierta, así que fue a cerrarla.

Miró a través de ella por un momento y vio las maravillosas vistas a pesar de que era de noche y estaba oscuro. Podía ver el faro y la luz que desprendía, por desgracia, tenía que dormir con aquella luz entrando a su habitación cada cierto tiempo. Vio una casa enfrente de la suya y a una chica sentada en el porche. Estaba fumando mientras miraba su móvil. Stella quiso mirar más tiempo, pues pensó que podría ser su nueva amiga en aquel lugar, ya que en una semana comenzaría las clases en un instituto nuevo con gente totalmente desconocida.

Tras unos minutos, la chica se levantó, tiró el cigarrillo, lo pisó y apagó la luz del porche para luego entrar en casa.

Stella sintió cierta curiosidad por ella.

Buenas, pues este es el primer capítulo, sé que habrá algunas faltas de ortografía a pesar de que lo he leído varias veces y también quería dar las gracias por los que están leyendo mi historia. Las críticas constructivas son bienvenidas :))💕💕

DESTELLO EN LA OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora