Capítulo 2: pesadillas

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Stella despertó exhausta tras una pesadilla. Soñó con aquella noche, tenía grabado todos los momentos como si los estuviera viviendo en aquel instante. Notó como lágrimas corrían por su cara, aunque estuviera durmiendo, los sentimientos seguían tan fuertes en lo más profundo de ella mientras dormía.

Recordó que en una parte del sueño vio como su madre se adentraba en el bosque y como se sentía perdida, sola, culpable por lo que había hecho. Stella se metió en su piel, sintió su remordimiento, quería saber que la impulsó a matar a su padre, aun sabiendo que había relación con los sucesos ocurridos anteriormente, algo que no quería volver a ver jamás.

Dejó de pensar en ello cuando escuchó los pasos de Alice acercándose a su puerta.

—Te he preparado el desayuno, que suerte que no tenga que despertarte —deduce acompañado de una tierna sonrisa.

Stella le devolvió la sonrisa y notó sus ojos tan pesados de haber estado llorado tanto tiempo.

Se sentó en la mesa junto a Alice.

—Henry salió esta mañana a trabajar, ¿quieres que hagamos algo nosotras?, tal vez te gustaría dar un paseo por el pueblo para que lo vayas conociendo.

Stella aceptó y fue a vestirse.

Abrió su armario y miró una camiseta. La misma que llevó esa noche. Notó un impulso por su cuerpo y cogió unas tijeras. Decidió rajarla hasta que solo quedaban trozos finos de tela.

Alice entró en la habitación por casualidad y vio lo que hacía.

—¿Por qué lo haces? —preguntó.

Stella miró a Alice y sus lágrimas comenzó a salir sin más. Estaba destrozada. Los tres meses en el orfanato no le bastaron para olvidarlo. Logró aceptarlo, pero aún no podía superarlo, necesitaba hallar respuestas, las mínimas, pero no sabía cómo hacerlo, pues la casa en la que vivía quedaba a unas tres horas en coche e ir podría llegar a ocasionarle la muerte misma, lo que había allí dentro era maligno, demoníaco, desgarrador...

—Te ayudaré a superarlo —dijo Alice sentándose junto a ella en el suelo mientras la envolvía en un cálido abrazo.

Alice recogió lo que quedó de la camiseta y lo tiró a la basura. Luego de ello, fueron a dar el paseo.

En aquel pueblo se respiraba tranquilidad, algo que a Stella le hacía bastante falta. Le encantaba el mar y por suerte vivía a pocos metros de él, solo que hacía bastante frío, pues aún era primavera.

—¿Podemos ir?, hace mucho que no piso la playa —comentó.

Alice aceptó y fueron hacia allá.

—¿Puedes quedarte aquí mientras voy a por un café? —preguntó Alice.

Stella fue hacia la orilla y se sentó sobre la arena.

Mientras observaba el mar, notó una presencia detrás suya. Pensó que no podía ser Alice, pues hacía tan solo un minuto desde que se había ido. Stella se quedó inmóvil, esperando a que se fuera aquella sensación, pero era real.

—¿Eres nueva aquí?, vi como entrabas en la casa con maletas —escuchó de una voz femenina y un tanto suave.

Stella giró la cabeza y miró hacia arriba. Suspiró agradecida de que no fuera otras de sus extrañas percepciones, pues a veces escuchaba ruidos o notaba que alguien la perseguía o miraba.

—¿Pensabas que era otra persona? —preguntó tras notar el suspiro de alivio.

—Sí, soy nueva —respondió evadiendo la segunda pregunta.

Volvió a mirarla y recordó a la chica que vio a través de su ventana, la cual vivía en la casa de en frente. La noche anterior no pudo apreciar muy bien su aspecto porque estaba oscuro, pero pudo reconocerla tras un ligero esfuerzo.

La chica se sentó en la arena junto a Stella.

—¿Puedo preguntarte por qué decidiste venir a vivir aquí?

—Yo no lo decidí —respondió bastante seria. No le gustaban las preguntas.

La chica notó su incomodidad y se mantuvo en silencio.

—Soy Blair, por cierto —dijo para luego levantarse e irse.

No esperó a que Stella le respondiera con su nombre.

Aquella chica, Blair, le había parecido amable, aunque su comportamiento le había parecido extraño, ¿tal vez la noche anterior notó como la observaba varios minutos desde su ventana?, ¿o tan solo quería conocer a su nueva vecina? Deseaba con todas sus ganas que aquella chica fuera al mismo instituto que ella, al menos así conocía a una persona.

Alice volvió.

—Hace mucho viento, ¿quieres ir a otro lado?

Stella aceptó y siguieron paseando para más tarde regresar a casa.

Realmente le gustaba aquel lugar, solo que no era lo mismo, sus padres no estaban con ella.

Llegaron a casa y Alice se puso a preparar la cena. Henry estaría por llegar.

—¿Puedes salir a tirar la basura mientras hago la cena? —preguntó Alice.

Salió, miró a ambos lados de la calle, pero no lograba visualizarla.

Por aquí —escuchó una voz que provenía de algún lado, a pesar de que no había nadie.

Stella siguió la voz por alguna extraña razón. No anduvo mucho, pues estaba cerca de su casa.

Tiró la bolsa a la basura y se sorprendió de que la voz la hubiese guiado bien, aunque no entendía quién era, pues había escuchado voces ciento de veces, pero ninguna era de tal forma; era hipnótica y un tanto siniestra, aunque a Stella eso no le importaba, hizo exactamente lo que le pidió.

Estiró sus brazos aliviada por el peso de la bolsa y siguió el camino a casa.

De repente, un extraño ruido provenía desde un tanto lejos hasta acercarse a ella. Era una naranja, tal vez se había caído de un árbol. Rodó hasta chocar con sus pies y se detuvo. Miró por un instante hacia atrás y visualizó una silueta. Cerró los ojos y volvió a abrirlos. La silueta se convirtió en algo que no esperaba en absoluto, algo que no estaba preparada a ver aún. Era su madre. Estaba llena de sangre con la misma ropa totalmente sucia de aquella noche. Sus ojos expresaban terror y una tristeza totalmente abrumadora. Pedía ayuda.

—Stella, ayúdame.

Después de aquella simple frase, se esfumó y una ráfaga de viento golpeó su cara.

Stella lo sintió real, a pesar de que seguramente fuera otra de sus visiones. Hasta el momento, aquella fue la peor.

Sintió su cuerpo paralizado y cayó de rodilla sobre el asfalto en medio de la carretera. Comenzó a hiperventilar y lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.

Blair, quien estaba sentada en el porche como de costumbre, la escuchó y fue a ver qué era.

—¿Estás bien? —preguntó desde su puerta sin recibir respuesta alguna.

Blair se acercó y tocó su hombro. Stella reaccionó totalmente exaltada y golpeando al aire, se sintió atacada.

Blair cayó de espalda sobre el suelo y no supo qué hacer. Por suerte, Alice se percató del ruido, miró por la ventana, y seguido salió.

—¿Qué le has hecho? —preguntó preocupada.

—No le he hecho nada, yo estaba dentro y la escuché llorar.

Alice ayudó a Stella a levantarse y la llevó a casa.

Blair se quedó totalmente sorprendida, no se esperaba para nada aquella reacción, no entendía por qué estaba así.

DESTELLO EN LA OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora