X 1: SOCIETATEM TENEBRIS X

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La madrugada

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La madrugada. Esa hora dichosa en la que la oscuridad era reina y señora de la ciudad durmiente. Cuando las luces se apagaban y el ruido descansaba...en calma por fin después de cada interminable y ajetreado día de prisas y humo.

Al menos así se podía aplicar a la media de ciudadanos comunes. Pero, ¿qué pasaba con las criaturas adeptas al poder de las tinieblas, el anonimato y la maldad?

Salían de caza.

Era una suerte de ritual al que nunca, jamás, faltaban.

Y aquella noche era especial.

Sí, el plenilunio siempre era estimulante para ellos y sus propósitos. Pero nada como la luna de sangre que reinaba sobre sus cabezas allá arriba, poderosa, en el firmamento.

Tenían que hacer algo grande.

Ellos caminaban de la mano, demasiado excitados por la tarea que tenían por delante como para pensar en nada más.

Las calles solitarias como boca del lobo y apenas iluminadas actuaban en complicidad, les permitían ocultarse. De todos modos, prefirieron esperar a estar alejados de todo rastro de la civilización para ponérselas. Era mejor así.

Máscaras que les aseguraban el anonimato y el éxtasis de lo prohibido que los estimulaba en su tarea.

Los demás debían de estarlos aguardando ya junto a los muelles. Sí, ellos llegaban tarde. Pero no había sido tan fácil escabullirse en aquella ocasión.

No obstante, eso no les preocupaba en lo absoluto. Sabían que nadie se atrevería a empezar sin ellos.

En cuanto al nuevo, estaban ansiosos por ver si tendría valor...

A la Societatem Tenebris no entraba cualquiera.

A menos que estuviera dispuesto a ofrecerse como sacrificio, lo cual también sería excelente.

Pero no podía ser. Tenían unas reglas que cumplir.

Caminaron un largo trecho, en la oscuridad apenas iluminada con los haces fugaces de sus linternas, hasta la vieja granja donde dormitaba un pobre anciano que no iba a enterarse de lo que se traían entre manos. 

Allí, al abrir el granero, el animal los miraba con sus pequeños ojillos sin comprender lo que se avecinaba. 

Con movimientos tana fluidos como ansiosos, Rhett le pidió a Jacqueline que le pasara el athame a uno de los nuevos, que no paraba de temblar.

La emoción era más que palpable en el rostro de Rhett. Ahora comprobaría de qué pasta estaba hecho aquel enclenque.

Apostaba que no tenía lo que había que tener para hacerlo.

— ¿Pa...para qué es esto? — tartamudeó el pobre chico, acongojado ante la magnitud de los acontecimientos.

En los mensajes de chat que había mantenido para unirse a la sociedad jamás nadie le había advertido de lo extremo de aquella "prueba de iniciación".

La ciudad que se tiñó de escarlata © PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO #2 saga diabolus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora