X CAPÍTULO 5: DECISIONES ARRIESGADAS X

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A Emma le temblaban las manos cuando terminó su batido y depositó el vaso en el mostrador. No podía creer que hubiera aceptado, pero lo había hecho.

Sabía que, por el momento, era su mejor opción. Y tenía que hacer algo. Dejar pasar la información que Nadia y Francis le habían proporcionado sería una estupidez.

Después de que accediera estuvieron ideando maneras de averiguar lo que les interesaba sin correr demasiados riesgos. Y al final decidieron terminar de pasar la tarde hablando de temas menos escabrosos, pues también sentaba bien tener un rato agradable con gente de su edad. Especialmente después de todo el tiempo que llevaba sin salir de casa, sumida en la depresión. Ya era hora de superar esa etapa, aunque sabía que iba a tener que ser muy fuerte para lograrlo.

Por lo pronto, estar ocupada le vendría muy bien. Para no pensar en Carlos.

Descubrió de ese modo que Francis y Nadia tenían muchas cosas en común con ella, además de que eran mucho más simpáticos y divertidos de lo que había imaginado.

Además, puesto que iban a la misma universidad y cursaban la misma carrera – aunque Emma estuviera un año por detrás – enseguida encontraron un buen material de conversación y el tiempo se pasó más rápido de lo que la joven había creído posible.

Sin embargo, la amena charla no los distrajo de su verdadero objetivo y acordaron seguir con el tema al día siguiente en el campus para empezar a trazar un plan.

Por el momento, Emma esperaba poder sonsacarle disimuladamente algo del caso a Axel, pero si no tenía suerte...entonces tendría que hacer algo más arriesgado por su cuenta.

Sin embargo, no era lo único temerario que había planeado para aquella noche. Algo que pensaba poner en práctica en aquel momento, ahora que acababa de despedirse de Francis y Nadia.

En aquel preciso instante iba de camino al barrio de los Blood. Necesitaba aclarar las cosas con ellos con urgencia, pues ya no lo soportaba más. Además, posiblemente ellos estarían mejor informados acerca de la proliferación de la secta, pues nada pasaba en su ciudad a sus espaldas.

No las tenía todas consigo, porque era consciente de que cabía la posibilidad de que no quisieran saber nada de ella y la mandaran al diablo – eso contando con que las cosas no se caldearan de más – pero ese era un riesgo que tenía que correr si quería hacer algo útil.

Fue esa determinación lo que la impulsó a aventurarse de noche en el barrio francés, pero no iba desprotegida pues había tenido la precaución de echarse en el bolsillo del abrigo una vieja navaja de Axel. Sabía que no la echaría en falta, pero sí que recelaría de su tardanza. Así que se dio toda la prisa posible para no dilatar demasiado aquel asunto.

Si no estaba de vuelta antes de que se hiciera de madrugada, ya podía prepararse para una regañina de dimensiones épicas. Aunque, para ser totalmente sincera, sabía que tenía escasas probabilidades de librarse de ella. Axel era demasiado astuto como para dejarse embaucar con sus excusas, por más elaboradas que estas fueran.

Tuvo que esquivar a un montón de gente borracha armando escándalo en plena vía pública – nada a lo que no estuviera acostumbrada ya. Aquello era Nueva Orleans, después de todo – y a varios hombres que trataron de propasarse, pero que ella puso en su sitio enseguida. Todos aquellos años en que había tenido que defenderse de babosos para sobrevivir le habían dado valiosas lecciones.

No fue hasta que estuvo delante de aquella desvencijada y familiar puerta, que tantos recuerdos le traía, que sintió el primer atisbo de vacilación atenazando la boca de su estómago como un enjambre de furiosas avispas. Era tan fuerte su inseguridad que hasta consideró la posibilidad de regresar por donde había venido, con el regusto amargo del fracaso en la lengua y los hombros caídos.

La ciudad que se tiñó de escarlata © PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO #2 saga diabolus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora