X CAPÍTULO 20: ¿Pesadilla o premonición? X

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El vaporoso vestido blanco se le pegaba al cuerpo como una segunda piel y tenía el pelo apelmazado a causa del sudor. Pero ella corría sin descanso, necesitaba llegar antes de que fuera demasiado tarde y resonara el último redoble de aquel tambor infernal.

El ritual había dado comienzo y la vida de Axel pendía de un hilo.

Sus pies descalzos se hundían en el fango, pero se las arregló para seguir corriendo sin sucumbir. Hasta que no pudo más y las fuerzas le fallaron.

El último tañido del tambor presagiaba el inicio del sacrificio y de súbito unas manos negras surgieron de las entrañas de la ciénaga, arrastrándola hacia el interior del pantano, cuyas aguas ennegrecidas le dieron la bienvenida al tiempo en que un grito de puro horror moría en su boca.

Desesperada, trató de nadar para liberarse y así poder salir a flote, de vuelta a la superficie.

Sin embargo, las manos seguían asiéndola como una prensa, sumergiéndola hacia las más hondas profundidades, que albergaban toda clase de monstruos.

Pataleó y forcejeó, sintiendo que se quedaba sin aire. Fue inútil; estaba atrapada.

El mal había ganado la partida. Ya era demasiado tarde.

Supo que el reinado del Oscuro había comenzado cuando se topó con la escena más dantesca que jamás se habría atrevido a imaginar; ni en sus peores pesadillas.

Era Axel.

Axel; con los ojos en blanco y sin vida, que yacía ahogado con los brazos extendidos en cruz y las cuencas de los ojos llenas de sangre.

Axel, que había dejado aquella vida sin siquiera poder despedirse de ella. Esos miserables se lo acababan de arrebatar para siempre.

Lloró y gritó, pero nadie la escuchaba ni podría acudir en su ayuda. Entonces las vio: cinco chicas, con edades comprendidas entre los dieciocho y los veinticuatro años, diferente fisonomía y color de cabello... Todas ellas permanecían flotando inertes a su alrededor, en un perfecto círculo concéntrico de cinco puntas.

El círculo de la noche, comprendió entonces, con horror. Aquellas eran las cinco chicas a las que Siloh Sorensen y su séquito habían asesinado, las que atormentaban la conciencia de Axel. Su Axel...

No podía dejarlo ahí.

Consiguió liberarse de la sujeción implacable de las manos muertas que la restringían y nadó hacia él, dispuesta a llevárselo con ella.

Lo asió por ambos brazos, llorando a lágrimas viva; lágrimas que se volvieron negras.

En ese momento, alguien más la agarró del brazo para impedírselo. Reconoció esa mano de inmediato. Las uñas pintadas de negro, el brazalete dorado en el brazo derecho...era Dayanne.

Su amiga Dayanne.

Pronunció su nombre con reverencia.

La alegría que sintió por volver a reencontrarse con ella, sin embargo, no tardó en evaporarse cuando esta abrió los ojos -completamente en blanco- y empezó a emitir el mensaje que le había sido encomendado, con voz de ultratumba.

»Ya viene. Falta poco. Te está observando. La luna de sangre... Cuando esté en su cénit, Él se levantará y se erigirá como nuevo Dios y señor supremo de la ciudad. Habrá un sacrificio de sangre. Tienes que impedirlo. Debes quitarles la máscara antes de que te arrebaten a aquellos que más amas.

Petrificada por un terror primitivo y visceral que no se podía comparar a nada que hubiera experimentado antes, Dalia trató de hablar. Necesitaba saber quién era El Oscuro y de qué máscaras hablaba.

La ciudad que se tiñó de escarlata © PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO #2 saga diabolus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora