Capítulo 6

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—Sube— eleva un poco la voz para que se le escuche con el ruido de la lluvia

— ¡No hace falta, pronto parara!— miento. Estoy congelada de frío y rezo por llegar a casa en menos de un minuto.

—No tiene pinta— me mira de arriba abajo y baja del coche. Lo miro extrañada cuando se acerca a mí y agarra las bolsas que venía cargando

— ¿Qué haces?— pregunto volviendo a coger las bolsas

— ¿No es obvio? Ayudarte, estas empapada. Deja de ser tan orgullosa y sube al coche— le observo de arriba abajo, lleva un polo de manga corta blanco de Ralph Lauren que se ciñe a sus músculos y unos pantalones vaqueros que le hacen un culo de muerte.

—Ya te lo he dicho, no me hace falta la ayuda de nadie— hace omiso a mis palabras y vuelve a coger las bolsas.

Voy detrás del el intentando quitarle las bolsas de las manos pero por su altura resulta imposible. Las guarda en el enorme maletero de su coche. Suspiro pesadamente y de pronto noto que unos brazos me rodean las piernas y me sube a su hombro y mi culo en su cara

— ¡Bájame!— grito enfadada, me intento mover mas pero su agarre el más fuerte

—Estate quieta, no me dejas apreciar las buenas vistas—ríe y me da una nalgada

— ¡Vuelve a darme una nalgada y te quedas sin tu aparato reproductor!— grito empapada

—Sí, sí, lo que tú digas— ríe.

Escucho como abre la puerta del coche y me baja. Una oleada de aire caliente azota mi rostro, un escalofrió recorre todo mi cuerpo al estar en contacto con el calorcito, me acomodo en el asiento y apoyo mi cabeza en la ventanilla.

Derek entra al coche y antes de arrancar se gira hacia los asientos traseros para coger una chaqueta negra, me la tiende y le miro extrañada

—Quítate el abrigo, y ponte mi chaqueta

—Gracias, pero no hace falta

—Toma— me ofrece.

Me lo pienso unos segundos y finalmente decido tomar la chaqueta. Me quito mi abrigo mojado y me pongo la prenda. Termino de abrocharla y observo lo grande que me queda. El olor a su perfume se ha quedado impregnado en la prenda y tengo la sensación que cuando me deshaga de ella seguiré oliendo a él.

—Te queda bien— me alaga. Miro la chaqueta y seguidamente a él, mantenemos la mirada hasta que los dos estallamos de risa.

Me rio tan fuerte que su risa comienza a sonar muy graciosa, lo que provoca que me ría aun mas.

— ¡Parezco doraemon! – exclamo cuando comenzamos a calmarnos

—Algo así— ríe y se ata el cinturón, hago lo mismo y arranca

— ¿Qué hacías por aquí? No tienes pinta de vivir en estos barrios— pregunto mientras le observo como conduce

— ¿No es obvio? Seguirte— aparta la mirada un segundo de la carretera y me observa

— ¿Seguirme?— rio

— ¿Por donde tengo que ir?— hace oídos sordos a mi pregunta pasando por una rotonda.

Durante los próximos minutos le guio hasta una plaza que queda a dos minutos de mi casa.

— ¿Aquí?— mira la plaza. Aun continua lloviendo y cada vez con más fuerza. En estos momentos quien más me preocupa es mi abuela.

No tenemos ningún tipo de calefacción en casa, apenas unas pocas matas. Y si pasa frio en la noche puede llegar a enfermar y no puedo permitirme eso.

—Sí, muchas gracias— voy a quitarme la chaqueta pero me detiene

Cien alas blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora