Debía decir algo, era necesario.
Callar es de sabios, más en este momento callar no era una opción.
Él no estaba allí.
Algo o alguien se lo había llevado.
Me negaba a aceptar que April fuese quien todos pensaban que era, al hacer suposiciones por su aparición. No tenía sentido. Nada lo tenía para mí.Estaba sentada en la comisaría esperando. Mis pies, al igual que mi mente estaban inquietos.
Tenía algo de miedo.
Estaba preocupada, asustada. Con cada una de mis terminaciones nerviosas alteradas a niveles que no podría explicar.
Mi corazón al trote de un caballo y mis pensamientos que no dejaban de inundar mi mente, hasta sentir que no podía más.
Esas cosas como esas no pasaban aquí en el centro de Emerald.
¿Quién robaría un cadáver?
Eso solo pasaban en cuentos nefastos. Y si fuese el caso, debía ser alguien fuera de sí.
Éramos una sociedad pacífica.
En el Sur eran más independientes que en el centro (Green City).
Los sureños eran más rebeldes, más libres, para nada parecidos a nosotros. Pero no llegaban al punto de de cometer un delito tan graves que no sobrepasaran pequeños e inofensivos robos, sin dañar a nadie.
Tuve la oportunidad de visitar a mis abuelos y a mi tía Lena en el Sur.
Las personas de allá tenían demaciado jolgorio,— parecidos a los gitanos pero mejor vestidos—alegres al más no poder.
Cuando un sureño venía al centro, causaba no más que pequeños problemas. Nada que amenazara las minas, nada que pusiera en riezgo todo el territorio. Tal vez una manzana robada o unos pendientes de zirconia.
No pude evitar pensar que pudo haber sido uno de ellos, sin embargo muy pocas veces llegaba un sureño a la Green City y era difícil pensar que sus acciones, las cuales considerábamos delitos menores, llegasen al punto de irrupir en el descanso de un muerto. Si algo eran además de ladrones sencillos, se les conciderában prejuiciosos.
Suspiré, estaba cansada.
En un principio nada de esto debió pasar.
Era inevitable sentirme mal por todo.
Quería a Hayden como a nadie más, como nunca había querido a alguien.
Esa noche, lo llamé.
Había tardado mucho en un proyecto en casa de Desmond, que había decidido quedarse a dormir. Yo le pedí que regresase, para que en la mañana no tuviese que caminar sola al instituto.Era muy de tarde, el no llegaba y me enojé al pensar que había ignorado mi petición. Para luego de una hora enterarme de la funesta noticia que me hizo me desmoronó a pedazos por mi estúpido capricho. No tenía idea de cómo se sentía un que una bala perfora la piel, pero creía que el dolor no se podía comparar jamás con lo que sentía.
Él no lo merecía.
Fue mi culpa.
La razón por la que lloraba cada noche abrazando mi almohada, la razón por la que sentí un hoyo tan profundo en mi mente y mi roto corazón.
Tal vez si no le hubiese pedido que regresara, el seguiría con vida.
Ese recuerdo hizo que una lágrima se deslizara por la piel de mejilla. Sentí que me pesaba el alma de dolor y yo solo quería desaparecer o simplemente hechar atrás el tiempo y arreglarlo todo.

ESTÁS LEYENDO
El Precio de lo Inefable
Teen FictionBorrador. Détente. Haz lo que te pido. Encuéntralo o ellos morirán y nosotros con ellos. Si logras encontrar la verdad antes de que yo llegue a ti: No confíes en su voz. Bajo tu propio riesgo pon las manos al fuego. El metal no traspasará tu piel...