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Mis labios estaban resecos por el frío.

Sabía a qué venía el chico a mi lado. Aun no había hecho su pregunta. Yo sabía de qué trataba.

Tenía la respuesta, mas mi silencio era necesario.

Complicado.

Hablarle sobre los Blair implicaba, hablar sobre la muerte de Haden.

El ver su rostro era difícil. Estar entre el saber y no saber. Con una herida abierta que no tenía la menor idea de cómo cerrar. Dejar atrás el ciclo, dejar atrás el dolor de mi perdida, era como clavar una daga en mi pecho y aún así el dolor no llegaría a compararse.

Fuerte y profundo.

Un mar sin salvavidas.

El espacio tan grande y vacío.

No era capaz.

-Ayer un hombre y una mujer armaron un escándalo al verme. Ellos te mencionaron- dijo.

Me di vuelta y empecé a caminar.

Dejándole atrás.

Al dar mi noveno paso él empezó a moverse. Y al llegar a mi duodécimo paso ya tenía su mano en mi muñeca.

-No quiero ser descortés contigo. Necesito saber.

-No hay nada que debas saber y yo no tengo la obligación de decirte. No tengo la respuesta que quieres.-Mentí.

Iba a dar un paso más, cuando se interpuso en mi camino.

- Tu lo sabes porqué todos me miran de esa forma.

- No seas un idiota egocéntrico.- intenté desviarlo.

-No lo soy. Cualquier lugar que pise me vuelvo el tema de conversación y objeto de miradas. Tu eres parte de ellos.

-Eres el nuevo, es lo que debe pasar.

Desviarlo, evitarlo. ¿Qué diferencia había? Cuando pensaba que no estaría, allí estaba otra vez. Como si siempre su camino fuesen para llegar a mi.

Suspiré e hice una mueca de desagrado, al mirarlo.

Era notable a simple vista. April estaba frustrado, pasando sobre su cabeza sus manos, reposándolas allí por segundos, luego regresarlas y cruzar los brazos sobre su torso.

- Eres diferente, pero no en buena manera. En tu mundo solo existes tú y nada más que tú. No ayudas a nadie y no dejas que nadie te ayude a tí. Hasta que llegue el día en que quieras a alguien de verdad y esa persona muera- Sus palabras quedaron suspendidas en el aire.

Me mantuve en silencio. Bajé la mirada al piso y volví a mirarlo otra vez.

-A menos.. de que ya haya muerto.

Lo mire a los ojos. Una lágrima nació y se deslizó acariciando mi mejilla trazando una línea hasta caer al suelo y quizás cristalizarse con la nieve.

No me dí cuenta cuando levanté mi mano y la estampé contra su rostro.

Se llevó la mano al rostro y tardo un momento para volver a mirarme.
La mejilla se le había colorado.

-No vuelvas a hablarme en lo que resta de tu asquerosa vida.

Tomó mi mano.

Por un segundo temí.

Y al otro estaba confundida.

Esa herida emocional tan putrefacta y llena de gusanos en vez de cerrarse crecía cada vez más, expandiéndose, esparciéndose.

April se acercó a mí, más de lo que antes había llegado. Soltó mi mano y me abrazó.

Puso una mano en mi cabeza y con la otra acarició mi espalda con algo de timidez.

Mi cabeza contra su pecho; Escuché su corazón latir una, dos y tres veces hasta que rompí el contacto.

Todos intentaban tratarme con delicadeza, incluso la señora Jules Marie en medio de su colapso.

Como si fuera de cristal o porcelana.

Frágil y agrietada, apunto de romperme.

April estando en ignorancia soltó el agarre del cual intentaba sostenerme.

Abrió esa caja de Pandora que yo no estaba dispuesta a abrir.

Cuál dardo en el blanco sus palabras.
Sentí romperme en mil pedazos ante sus ellas.

Sentí romper mis fragmentos mucho más, quería llorar a mares.

Huí, corriendo por la calle, con el alma y corazón en mis manos. Con mi mente repasando mis recuerdos sobre mi amigo una y otra vez.

Intenté dejarlo atrás, intenté levantarme y lo que logré fue caer mucho más abajo.

Me sentí como una homicida. Con el peso de su sangre en mis manos.

El camino era amplio y a sus extremos unos arbustos de flores blancas que trasaban el camino. La reja de la entrada era grande y blanca. Tal vez un poco desgastada o solo era suciedad.

"Cementerio de Emerald Hill"
Decía el cartel blanco de letras negras.

No volví después de que dejaron su ataúd bajo tierra.

Estaba dispuesta a ir a hablar con sus padres, pero allí estaba, en el cementerio.

Todos mis planes habían cambiado.

La reja estaba abierta.
Caminé por el cendero, habían unos cuantos árboles y el terreno estaba lleno de lápidas blancas.

Me detuve, miré al rededor, todo estaba cubierto por la nieve.
Tenía frío.

Crucé casi la mitad del cementerio y allí estaba, la lápida de Hayden. Mis ojos se llenaron de lágrimas. El dolor era insoportable. Una cangrena que estaba devorandome.

Mis pasos fueron lentos. Tomaba mi tiempo para llegar. Quizás ni siquiera sabía si quería llegar. Pero lo hice.

-Hola- Mi vos se quebró en el silencio.

Solo estaba yo, con un montón de muertos. Y uno de esos muertos era mi amigo.

Caí de rodillas sobre la nieve. Sintiendo una presión en mi cabeza y un nudo en la garganta. Mi cuerpo pesaba.

Me culpa una y otra vez por lo que había pasado. Me quité los guantes y puse mis manos sobre en suelo.

Perder los dedos era una de mis menores preocupaciones.

Me sentía tan vacía que no era capaz de llorar.

Ni siquiera podía al menos regalarle mis lágrimas.

Me carcomía.

Empecé a hacer círculos en la nieve, no aguanté tanto, así que tuve que ponerme los guantes nuevamente.

Seguí haciendo líneas sin propósito en la nieve hasta que la aparté y me dejó ven la tierra.

Tierra.

¿Como era posible ver la tierra?

Había pasado un mes y unos cuantos días, apenas estaba empezando el invierno.

Debía ser pasto en vez de tierra.

Empecé a apartar la tierra, pensando que solo era un error. La tierra estaba siendo fácil de remover, como si recién hubiesen sepultado a alguien.

Miré alrededor y ví una pala, bastante lejos de donde estaba.

Me levanté, yendo en busca de ella y al obtenerla regresé y empecé a cavar tratando de poner la tierra solo de un lado para poder regresarla.

Seguí cavando y parecía no llegar a ningún lado.

Cavé muy profundo, hasta que quedé dentro de ese hoyo.

Entré en razón.

Allí no había un féretro.

Allí no había nadie.

El Precio de lo InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora