Era él, realmente era él.
La misma sonrisa deslumbrante, sus ojos verde avellana, su cabello rojizo, sus hoyuelos, todo él, allí parado frente a mi.
Estaba casi convencida de que no estaba alucinando.
Casi, porque muchas cosas no cuadraban, como por ejemplo, no vestía igual a como acostumbraba: suéter de cuellos de tortuga negro, una gabardina de invierno caqui, unos jeans oscuros y botas trenzadas.
¿Por qué no llevaba sus lentes?
¿Por qué su cabello estaba peinado cuando siempre lo traía desordenado?
Su voz era demasiado firme y demandante, cuando solía ser más apacible, sin exigencia autoritaria.
Pero lo que más me extrañaba era la presencia que dió al llegar, como si independientemente de lo que todos sabíamos debíamos volver a mirarlo varias veces.
Una mirada atrayente y atractiva, como si todos fuéramos átomos negativos y él el único átomo positivo.No tengo idea si eso tiene que ver con el hecho de que se a vuelto perturbador volver a verlo en vida.
Escuche de algún lugar que cuando las personas regresaban de la muerte no volvían igual, sin embargo eran las misma personas solo con algo más, pero las cosas no se detenían allí, con él era algo más que un pequeño cambio.
Su actitud era diferente, la gente en esta ciudad no eran así. Él tenía madera de líder, tenía todo para que pensamos que podría ser hijo de alguna dinastía de empresarios.
Eso no era común en este lugar, todos por designio nacimos para trabajar para alguien. Somos trabajadores, Los grandes empresarios de otras ciudades y países han abierto sus empresas en Emerald Hill desde hace muchos años.
Yo debía estar soñando.
¡Maldición!
Tenía que ser un maldito sueño.
De esos que me imaginaba sentada en medio de la oscuridad de mi habitación, de esos con los que soñaba sentada en cualquier clase, o tal vez viaje a un mundo paralelo en dónde el está y no muere a los diecisiete.
¿Cómo?
Si lo ví pálido, con los ojos y boca cerrados sutilmente con pegamento, cuando su cadáver yacía en su féretro. Todos lo vimos, por última vez, cómo la última despedida cuando dejaron su ataúd bajo tierra.
Nada en ese entonces tenía sentido.
Mi mente era revoltijo de pensamiento, igual a cuando deseas desenredar las luces navideñas y por más que intentes se te hace imposible.
Intentaba buscar respuestas y todo empezaba con un “¿Cómo?” y “¿Por qué?.Quería abrazarlo tan fuerte que llegara a sentir cuánto lo había extrañado, pero mis músculos estaban tensos y no podía moverme, no procesaba por completo lo que estaba pasando o si en realidad estaba pasando.
Quería decirle cuánto me había dolido perderlo y hacerlo prometerme que jamás volvería a irse.
No tuve el valor.
—Haden—Volví a decir. Todo se fue hacia abajo cuando frunció el ceño.
—¿Haden?— Intentó entenderme—¿Es tu nombre?
No supe que decir o como reaccionar.
¿Qué estaba sucediendo?
Me pregunté internamente.
Miré hacia otro lado. Éramos el centro de atención. Volví mi rostro hacia él y aún me miraba.
¿De verdad estaba allí?

ESTÁS LEYENDO
El Precio de lo Inefable
Teen FictionBorrador. Détente. Haz lo que te pido. Encuéntralo o ellos morirán y nosotros con ellos. Si logras encontrar la verdad antes de que yo llegue a ti: No confíes en su voz. Bajo tu propio riesgo pon las manos al fuego. El metal no traspasará tu piel...