Capitulo 8 Bifurcación

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Antes de alejarnos de la laguna pude oír aquella voz tétrica que se grabó a fuego en mi mente en mi niñez.

Miré a mí alrededor.

Al parecer soy la única que lo ha escuchado.

O eso pensaba, pero Alan ha apretado mi mano con más fuerza, como si de otra forma pudiera perderme.

Inevitablemente, me ha hecho recordar lo que acababa de ocurrir, y este recuerdo a su vez, se unía con el de la muerte de mis padres. He comenzado a sentir una leve opresión en el pecho que se intensificaba más y más con cada recuerdo, haciéndome revivir la angustia que he sentido aquellas veces. Esa ansiedad de estar tan cerca de una persona que casi puedes tocarla, y desaparece de tu vida, delante de ti, como si nunca hubiera existido.

La mano temblorosa de Alan me ha sacado de mis tormentosos pensamientos.

¿Qué cruzará por su mente que tiembla solo de pensarlo?

Se ha detenido súbitamente, a escasos metros del campamento. He dejado de sujetarle la mano, sin embargo él me la sostenía con fuerza.

-¿Cómo sabias que no era él? ¿Qué ese no era tu verdadero padre?- se ha girado tras decírmelo, mirándome firmemente.

Le he devuelto la mirada, que estaba fija en sus ojos, inspeccionando cual era la razón de esa pregunta.

-Él nunca me diría que dejase de ser quien soy, que renunciase a mi humanidad. No fueron tus palabras las que me hicieron darme cuenta de aquel engaño, si es lo que estas tratando de averiguar.- Ha abierto aún más los ojos, sorprendido, como si hubiera adivinado sus pensamientos. Una expresión de decepción ha sustituido la de sorpresa, haciéndole bajar la mirada y soltando mi mano suavemente. Su reacción me ha hecho sentir un poco culpable, así que he seguido hablando, para así poder dejar mi mente tranquila.- ¿Pero sabes qué? Si tú no hubieras aparecido, él no habría dicho las palabras que le han delatado. Si tú no hubieras estado allí, seguramente habría hecho algo de lo que me arrepentiría después.

Ha levantado la mirada y le he sonreído, demostrándole mi agradecimiento.

-Así que tengo que darte las gracias- una sonrisa se ha formado en sus labios, como si mis palabras hubieran llenado en él un vacío.- Gracias Alan.

Sus ojos se han agrandado una vez más, sorprendido, y tras eso ha apartado la mirada, levemente sonrojado y ha pasado una mano por su cabello.

-No ha sido nada- ha dicho titubeante, demostrándome así, que no es lo que realmente pensaba. Ha permanecido unos segundos en silencio y ha vuelto fijar su vista en mí.

En sus ojos podía ver duda, una pregunta debía estar planteándose en su cabeza, dubitativo de sí preguntármela o no, como si temiera la respuesta. Hubiera jurado que la iba formular, pues sus labios se prepararon para ello, juntándose para pronunciar el sonido. Pareciera que ya sabía la respuesta y no quería escucharla ya que, súbitamente se ha echado para atrás, arrepintiéndose.

Ha bajado la mirada, indicándome con su reacción que mi hipótesis era cierta, un silencio incómodo ha inundado el ambiente. Una ligera gélida brisa azotó nuestras caras, agitando nuestro cabello y provocándome un escalofrío.

-Tú también escuchaste aquella voz- dije cortando aquel incomodo silencio, a pesar de no estar completamente segura de lo que decía.- ¿Verdad? Esa es la verdadera razón, lo del frío era tan solo una excusa.

Me ha mirado fijamente, al parecer otra vez acababa de infiltrarme en su mente, adivinando sus pensamientos. Por un momento he tenido una pequeña sensación de superioridad, como si pudiera saber todo lo que pensaba solo con descifrar sus reacciones; he desechado rápidamente esa sensación.

La leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora