01: Primer intento

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「 𝑆𝑎𝑏𝑖𝑔𝑖𝑦𝑢𝑢 𝑚𝑜𝑑𝑒𝑟𝑛 𝑎𝑢 」

「 𝑆𝑎𝑏𝑖𝑔𝑖𝑦𝑢𝑢 𝑚𝑜𝑑𝑒𝑟𝑛 𝑎𝑢 」

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A menudo solía dormirse en las primeras horas de clase.

Bueno, no es que fuera flojo, pero a veces el ambiente se ajustaba perfectamente para dormir, como ahora.

Tomioka recargó la cabeza en la paleta del pupitre y la superficie fría lo recibió como una almohada de piedra. Le tronó el cuello.

Algunas avecillas cantaron mientras el sol salía. No tenía nada en su contra, pero había un pájaro en especial que siempre se colocaba cerca de las ventanas -al parecer tenía allí su nido- y rellenaba los espacios silenciosos con un ridículo canto, asemejándose a un cuu, cuu..., cuu, cuu❞.
Como no sabía qué especie de ave era, lo bautizó como el ❝ Cucuy❞

Esta mañana, el Cucuy todavía no empezaba a cantar.

Algunos estudiantes entraron al aula y ninguno de ellos parecía darse cuenta de la silenciosa existencia del chico.

—¡Hey, Giyuu!

Bueno, solamente uno.

El nombrado levantó la cabeza y unos mechones de negro cabello se vinieron al frente. Cuando los removió de sus ojos, el rostro sonriente de Sabito lo saludó con gusto.

—Ah, buenas —respondió acomodándose en su asiento—. ¿Cómo estás?

El muchacho dejó su mochila en el suelo y se sentó a la izquierda de su amigo.

—Bien, ¡casi faltaba a clases hoy! —Sabito tenía la frente sudorosa y se daba aire con las manos. Tomioka creyó que se veía muy lindo—. Me desperté tardísimo... —talló sus ojos—. La verdad ni siquiera desayuné. Se me olvidó poner la alarma y terminé levantándome diez minutos antes, ¡estuve corriendo como loco!

—Pudiste faltar —mencionó Giyuu—. Ya es viernes.

—No —dijo súbitamente el contrario.

—¿Por qué no?

Sabito no le contestó; se agachó por su mochila, abrió el cierre delantero y de esta, sacó una bloc de notas compacto, cuyo encuadernado era de un profundo color negro.

—Ten —se lo dio el chico de cabello claro—. Lo compré para ti.

Tomioka extendió su mano para tomarlo. Cuando lo tuvo, notó que había una inscripción en la contraportada del cuaderno.

—¿Y esto?

—Desde hace una semana he visto que anotas la tarea en hojas sueltas de papel o en tus brazos. A este paso, serás un delincuente, pero en lugar de tatuajes serán anotaciones de clases.

—Bueno, sí, pero...

—Por dios, Giyuu, acepta un regalo cuando te lo están dando —Sabito le dedicó una sonrisa genuina—. Úsalo bien.

Tomioka asintió mientras le echaba un vistazo rápido a su nueva libreta. Las hojas eran completamente blancas, sin renglones ni rayas, y tenía un listón pequeño al centro, a modo de separador. «Es muy bonito —pensó el muchacho—. ¿Eso quiere decir que gastó dinero y pensó en mí?»

Sintió que un calor empezaba a subir hasta su rostro.

—Gracias —musitó.

De pronto el día le pareció espléndido.

El pájaro Cucuy se asomó por la ventana, infló su gordo pecho y comenzó a cantar.

—¡Oye, Sabito!

¡Sí! Estaba decidido, hoy se lo diría. No importaba que fuera en el salón de clases, nadie estaba prestando atención en este momento, además hablaba muy bajito...

—¿Mm?

Giyuu tragó saliva y luego se inclinó sobre su propio banco para acercarse al oído contrario. Pero su confesión no pudo salir de su boca, pues uno de los chicos del salón había arrojado una libreta que, para la mala suerte del joven Tomioka, fue a parar a su cabeza.

—¡Tú, idiota! —gritó Sabito levantándose de su pupitre.

El muchacho trataba de disculparse desde la distancia, argumentando que no había sido intencional, pero el amigo de Giyuu ya se había ido corriendo hasta él, con el propósito de darle un golpe por haberle pegado a Tomioka.

Suspiró.

«Bueno —pensó con tristeza—. Puedo decírselo cuando venga, todavía no empieza la clase...»

Pero entonces llegó el profesor y su plan se fue a la basura.

❝ 𝟏𝟎 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora