11: Sexto intento

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Tomioka no habló con Sabito durante todo el fin de semana. El domingo por la noche, se enteró que el chico de cabello claro se había ido de viaje, lo supo sólo por las fotografías que subió a sus redes sociales.

Pero Sabito nunca le comentó nada. Y la verdad es que eso le molestaba.

El lunes llegó con un clima fresco y agradable. El cielo era azul y nuboso, de vez en cuando algunas ventiscas agitaban las copas de los árboles y levantaban oleadas de hojas muertas y polvo que hacían estornudar a los estudiantes. Giyuu fue uno de ellos.
Mientras miraba por la ventana, un aironazo sacudió las cortinas y le hizo estornudar fuerte. Incluso el pájaro Cucuy se veía molesto por las fuertes ráfagas que azotaban a las ramas.

Hoy no se presentó Sabito a la escuela.

El resto del día transcurrió sin pena ni gloria, el profesor de la primera hora no asistió y los otros periodos fueron lo suficientemente aburridos como para hacer que el muchacho de melena negra hiciera dibujos y garabatos sin sentido en la esquina superior de sus libretas. Odiaba ser tan estúpido como para no haberse dado cuenta de la nota dentro del cuaderno de tareas. Si tan sólo la hubiera hojeado desde el inicio...

Giyuu bufó. Salió del aula y se dirigió a los baños, necesitaba echarse agua fría en la cara o de otra forma acabaría durmiendo en su pupitre. En cuánto se mojó las manos y los primeros goterones de agua cayeron a su rostro, un escalofrío le recorrió de pies a cabeza. Mientras apoyaba las manos sobre el lavabo, alguien más entró a los sanitarios.

—Con que saltándose las clases, ¿ah?...

Giyuu alzó la vista de inmediato y vio por el espejo el reflejo de Sabito. Aquello lo hizo enmudecer durante algunos segundos, ¿acaso estaba alucinando? Él estaba seguro que Sabito había faltado el día de hoy. Sólo para comprobar que seguía estando cuerdo, se talló los ojos con fuerza. El corazón le comenzó a latir con rapidez.

La figura de Sabito le sonrío. Estaba recargado sobre la pared blanca del baño, no estaba usando el uniforme, sino unos simples pantalones negros y una chaqueta marrón. Tomioka tragó saliva. En efecto, era el Sabito real.

—No, yo... tenía sueño... —atinó a responder. La verdad es que se sentía ansioso. Sabito no sabía que él (por fin) había leído la nota. Todo era tan confuso. No tenía idea de cómo actuar—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a hablar con el tutor del aula.

—¿Por qué? —Tomioka parpadeó varias veces, no entendía nada.

—No vendré a clases por una semana.

—¿Por qué? —balbuceó de nuevo. No podía creer lo que oía, ¿una semana? Eso era demasiado.

—El abuelo Urokodaki enfermó, al principio creímos que era un resfriado o algo así, pero fuimos con el médico y resultó que era neumonía. Lo voy a cuidar esta semana.

Tomioka dejó escapar un suspiro. El señor Urokodaki era un hombre firme, no imaginó que alguien como él pudiera enfermarse. Es decir, ¡claro, cualquiera podía! Pero el señor Urokodaki parecía tan fuerte y sano que era incluso extraño imaginarlo enfermo. Era difícil de describir. Era de esos ancianitos que siempre lucían sanos y fuertes, como un roble.

—Lo siento mucho, espero que mejore pronto —Giyuu dejó de apoyarse en el lavabo y se giró para ver de frente a su amigo—. Le llevaré algunas frutas cuando llegue a casa, ¿está bien? Y, si necesitas ayuda con las tareas y los apuntes, yo podría...

El sanitario se quedó en silencio. Sabito ladeó la cabeza, curioso por la interrupción de su amigo. Pero Tomioka no pudo continuar. Mentiría si dijera que no sintió alivio cuando mencionó lo del señor Urokodaki, por un breve instante creyó que Sabito se cambiaría de escuela... Pero también se sintió fatal, ¿cómo podría sentirse aliviado de saber que era una neumonía la que justificaba las faltas de su mejor amigo y no otra cosa? «Eres un maldito egoísta», pensó.

Sabito arrugó levemente el ceño. Podía percibir que algo estaba pasando, pero no estaba seguro de qué. Cuando creyó que las cosas no podían tornarse más extrañas, notó que Giyuu por fin le correspondía la mirada.

Tomioka lo tomó de la muñeca, fue un agarre débil, apenas si cerraba sus dedos alrededor de su antebrazo. Tenía ganas de confesarse allí mismo, de decirle que le gustaba.

—Oye, Sabito... —comenzó a decir el de cabello negro.

El nombrado tragó saliva. Sintió que la cara se le ponía caliente. ¿Por qué Giyuu se estaba comportando así? En su mente, era como si Giyuu estuviera rogándole por un beso. Quizás sólo era su imaginación.

—¿Sí? —respondió apenas con un hilillo de voz.

—... Dile al señor Urokodaki que se quede en completo reposo. Hace tiempo leí que los síntomas pueden ser especialmente graves para niños y adultos mayores, así que no lo dejes solo.

Sabito tragó saliva. No hizo otra cosa más que asentir con la cabeza y en el fondo, su corazón decepcionado comenzó a disminuir la velocidad de sus latidos, que por un breve instante, galoparon con tal intensidad debido a la emoción. Por un momento, pensó que... Bueno, ya no importaba.

—Se lo diré —dijo al fin—. Gracias por preocuparte.

Tomioka simplemente le sonrío y después, abandonó los sanitarios casi corriendo. Sabito fingió normalidad hasta que se aseguró que su amigo realmente se hubo ido, sólo entonces se dirigió hasta los lavabos y vio su reflejo en el espejo, tenía las mejillas levemente coloradas.

¡Ah! ¿No se suponía que había decidido evitar a Giyuu? Todo el fin de semana se estuvo convenciendo a sí mismo de distanciarse de él, pero hoy, justamente hoy, al pisar la escuela lo único que hizo fue buscarlo.
«Soy tan patético» se regañó.

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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❝ 𝟏𝟎 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora