10: Calcetines

70 19 3
                                    

_____________________________________

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

_____________________________________

Frustración. Enojo. Estrés. Y un montón de cosas más que le hacían darse golpes en la cara con las manos abiertas.

¿Acaso no era obvio? ¿Por qué era tan difícil hacer entender a Sabito lo mucho que le gustaba?

Tomioka agitó los brazos, estaba sentado en su cama; la tarea había quedado en segundo término, era más importante quejarse de su vida amorosa a las ocho de la noche que realizar una serie de ecuaciones cuadráticas. Luego de despotricar, decidió tumbarse en el suelo boca arriba. Alguien debería escribir un manual para el amor, una receta o lo que sea.

Refunfuñó en voz alta, pero tocaron a su puerta y no tuvo de otra más que suspender su crisis amorosa. Los golpes se intensificaron y como no se sentía de humor, decidió responder como cualquier adolescente lo haría en un estado de estrés.

—¡ESTOY OCUPADO! —exclamó desde el piso.

—Uy, ¿y ese humor? —preguntaron desde el otro lado de la puerta. Era su hermana—. Sólo quería decirte que saldré a comprar la cena, cuida la casa, ¿vale?

Giyuu asintió desde el interior de su recámara, cuando los pasos de su hermana por fin se alejaron, se hizo bolita en el piso y cerró los ojos. La brisa nocturna era helada y olía a lluvia, quizás en alguna parte de la ciudad se estaba desatando una tormenta. No supo cuánto tiempo pasó, pero cuando abrió sus ojos, su hermana estaba tocando nuevamente la puerta.

—¿Giyuu? ¿Estás ahí?

El muchacho se levantó del suelo lentamente, su melena negra era un desastre y tenía algunas marcas coloradas en la mejilla por haberse dormido contra el suelo. Abrió la puerta, aún somnoliento.

—¡Pensé que te habías dormido! —dijo ella sonriendo desde el umbral—. Puse a calentar la comida, en diez minutos estará lista, no vayas a dormirte otra vez.

Giyuu asintió en silencio.

—Por cierto... —su hermana entró a su recámara y fue directamente hacia los cajones de su clóset—. Ayer lavé unos calcetines míos, pero creo que se me han combinado con los tuyos, ¿no los tendrás de casualidad?

Tomioka iba a protestar pero la mujer ya estaba rebuscando entre su ropa. Él simplemente se talló los ojos y fue a sentarse a la cama. De pronto, su hermana emitió un gritillo de emoción.

—¡Los encontré!

—No sé cómo llegaron allí, disculpa.

Ella simplemente hizo un ademán con su diestra, restándole importancia. Después de tomar sus calcetines, salió del cuarto de su hermano, no sin antes advertirle que bajara a cenar. Giyuu gruñó, su hermana ni siquiera cerró el cajón de su ropa y mucho menos la había ordenado, por lo que, molesto, se levantó hasta allá y comenzó a acomodar el desorden.

Sus ojos azules se posaron en un objeto que estaba al fondo de la gaveta, metió la mano con dificultad y pronto, sus dedos palparon la superficie de una libreta. Giyuu hizo lo posible por sacarla.
Era el cuaderno que Sabito le había regalado semanas atrás. Sonrió instintivamente. ¡Ahora recordaba!... lo había puesto allí porque no quería usarlo. Era especial, no podía gastarlo anotando tareas.

Admiró la cubierta del cuaderno y lo hojeó con cuidado, olía a papel nuevo todavía. Cuando terminó de pasar las hojas entre sus dedos, le llamó la atención el post it que tenía pegado en la contraportada. Ese día no lo leyó porque Sabito se lo había entregado en clases, además era un párrafo grande, no hubo tiempo.

Pero ahora podía hacerlo con más calma. La letra de Sabito era irregular y bastante pequeña, por lo que tuvo que entrecerrar los ojos para entenderle.

❝ Ten. Es un regalo. Sé que eres un
idiota y vas a guardarlo porque eso
es lo que haces cuando te obsequio
cosas, pero esta vez no quiero que lo
pongas en una repisa junto con todo
lo demás. He estado pensando en cómo
decir lo que siento por ti sin arruinar
nuestra amistad, pero no creo que sea posible, lo siento mucho. ❞

Anri - Shyness boy,
minuto 2:18 – 2:38.

Tomioka dejó caer la libreta al suelo, hasta el sueño se le había quitado. Buscó rápidamente la canción en el reproductor de música y leyó la letra varias veces, con el corazón acelerado.

Esa noche, ni siquiera pudo dormir.

❝ 𝟏𝟎 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora