03: Duda

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Hoy estaba lloviendo.

Los jueves eran días bonitos, no era mitad de semana pero tampoco era el fin de semana, solo era jueves. Le agradaba.

El pájaro Cucuy no estaba cantando, simplemente se acurrucaba en su nido y miraba hacia el cielo, afortunadamente algunas ramas lo cubrían del aguacero, pero sus demás amigos pájaros no corrieron tanta suerte.

Giyuu se recargó en el respaldo de su asiento y fijó la vista al techo.

«Si se cayera el abanico, le daría en la cabeza a Shinazugawa», pensó mientras esbozaba una sonrisa.

La clase del día de hoy terminaba con matemáticas. Al de cabello negro le gustaban; las operaciones y ecuaciones le resultaban más fáciles de comprender que otras materias, pero no se sentía muy animado. Hacía frío y tenía hambre.

Sabito se había puesto una mano en la cabeza tratando de hacer una visera con los dedos, a simple vista parecía concentrado en su libreta, pero en realidad tenía los ojos cerrados y dormitaba en silencio.

Tomioka quiso reírse.

Le tocó el hombro con el lápiz, si el profesor hacía una pregunta y él seguía dormido, le iría mal.

Oye, Sabito —susurró—. Despierta.

El muchacho tardó en abrir sus ojos, pero cuando lo hizo, volteó a ver a su amigo con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa? —preguntó enfurruñado.

—Que te despiertes —insistió Giyuu.

Sabito se veía bastante aturdido, al parecer llevaba mucho tiempo durmiendo.

—No quiero manzanas —respondió desorientado.

Tomioka sonrió. Era la primera vez que le tocaba verlo de esta manera, si tuviera su celular, habría grabado. El profesor comenzó a explicar los problemas que venían en su libro de matemáticas, y cuando terminó de escribir una serie de ejercicios en la pizarra, se quedó en silencio viendo a sus alumnos, como decidiendo quién sería su víctima.

—Sabito —anunció el maestro desde su lugar—. ¿Cuál diría usted que es la respuesta a la siguiente ecuación?

En la pizarra, el hombre señalaba los números escritos con rotulador rojo.

El muchacho se talló los ojos, ni siquiera sabía qué decir. Se levantó de su pupitre.

—¿Cómo dijo? —preguntó el chico.

—Tenemos aquí una ecuación bicuadrada cuyo resultado es igual a cero...

Sabito volteó a ver a Tomioka en busca de ayuda.

—... Menos sesenta y tres equis al cuadrado, ¿cuál es la respuesta?

El chico tragó saliva. «¿De qué habla? ¿Cuál sesenta y tres? No entiendo nada» Tampoco había prestado atención a la pregunta recién hecha, por lo que su mente era todo un caos.

—¿Menos tres? —respondió encogiéndose de hombros.

El profesor asintió enérgicamente mientras se giraba para anotar el número en la pizarra.

—Esta es la cuestión —dijo el profesor—. En esta ecuación teníamos tres posibles respuestas... Ya puedes sentarte, Sabito... Entonces, si tenemos que el producto de dos factores se iguala a cero...

El muchacho de cabello claro se desplomó en su asiento. Estaba pálido. Tomioka aún quería reírse de él.

Cuando terminó su última clase, ambos salieron del aula burlándose de lo que acababa de pasar

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Cuando terminó su última clase, ambos salieron del aula burlándose de lo que acababa de pasar.

Afuera no había dejado de llover, por lo que, sin dudar, Giyuu sacó un paraguas de su mochila y cubrió a su amigo.

—¿Por qué no me despertaste? —le reclamó Sabito, tenía las orejas coloradas por la vergüenza.

—Lo hice y me dijiste que ❝ no querías manzanas❞ —musitó Tomioka.

Su contrario se cubrió la cara con ambas manos.

—¿Crees que alguien más se haya dado cuenta?

—No creo —reconoció el de cabello negro—. Nadie dijo nada al respecto.

Sabito suspiró aliviado.

—Qué humillante... —murmuró aún apenado.

«No —pensó Giyuu—. No fue así. Fue algo gracioso y bonito de ver.»

—Por cierto —comenzó a decir Sabito—, sobre el cuaderno que te regalé antes, yo...

Antes de que alguno de los dos pudiera emitir otro sonido, un carro pasó a toda velocidad y los ensució con el agua lodosa de la calle.

Los dos chicos se rieron, aunque Sabito le gritó algo grosero al chófer.

❝ 𝟏𝟎 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora