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—Creo que Giyuu me rechazó.

Makomo le dio un sorbito a su jugo de uva. Hacía calor y era sábado por la mañana, el cielo estaba ampliamente despejado, con apenas algunas nubes en el firmamento azul.

—¿Por qué dices eso? —la chica de cabello negro arrugó levemente el ceño. Ella no podía estar equivocada, Giyuu estaba enamorado de Sabito, de eso no le cabía ninguna duda.

—¿Recuerdas lo del cuaderno de tareas?

—Ujum.

—Le escribí algo en la contraportada.

—¿Sí?

—Creo que está fingiendo que no pasó nada. ¡Incluso me preguntó quién me gustaba cuando pintábamos mi habitación!

Makomo casi se ahogaba con su jugo. ¡Eso no podía ser cierto! Tomioka no era ese tipo de muchacho. Ella fijó su vista hacia uno de los árboles que había en el vecindario, estaba sentada en la banqueta frente a la casa de Sabito y él estaba a su lado estirándose el cabello, lucía muy frustrado y sobre todo, desanimado.

—¿Y cómo te sientes? —preguntó ella, algo dentro de su relato no le cuadraba.

—¿Yo? —Sabito se encogió de hombros, él tampoco sabía cómo actuar—. Lo he estado evadiendo, bueno, sólo cuando veo que se pone serio, ¿sabes?... Y, últimamente ha tratado de decirme algo, lo sé, lo conozco bien. Cuando estamos solos siempre dice cosas como “quiero decirte algo” o “¿puedo hablar contigo?” Honestamente, creo que va a decirme que se siente incómodo conmigo.

Makomo dejó salir un suspiro. En cierta parte se sentía culpable, después de todo, ella había sido quién le propuso a Sabito regalarle el cuaderno de tareas a Giyuu.

—No creo que él lo haya leído —dijo al fin.

Aquello hizo que los ojos violetas del muchacho brillaran con esperanza.

—¿Por qué?

—Intuición —Makomo terminó de beber su jugo y luego lo aplastó con sus manos—. No me parece que Giyuu sea de los que evitan. Si dices que se ha estado portando extraño, ¿por qué no le preguntas?

—No lo sé. Es que me siento raro. ¿Te conté que lanzó un papelito por la ventana? Estoy seguro que alguna chica de primer año se le confesó con una carta y no quiso mostrarme. ¿Y si no quiere decírmelo por pena? ¿Y si realmente arruiné nuestra amistad?

Makomo alzó una ceja. Sabito no solía portarse así, todo lo que decía le sonaba completamente irracional, como una avalancha de pura inseguridad.

—Oye, no puedes estar seguro de eso —ella le dio unas suaves palmaditas en la espalda, se negaba a creer que Tomioka hiciera algo así.

—¡Pues ya está, como sea! Me iré este fin de semana con el señor Urokodaki a su pueblo y allá no hay muy buena señal... Tiempo suficiente para tomar distancia y pensar en algo.

—¿Quieres que hable con Giyuu? —Makomo recargó su cabeza sobre el hombro de su amigo, en un intento de brindarle apoyo—. Quizás hasta me diga la verdad, sabes que siempre ha sido muy cerrado en esas cosas, pero cuando se sienta seguro, tal vez...

—¡No! —Interrumpió Sabito, para él, lo mejor era distraerse, salir un poco de la rutina—. Pero quiero pedirte que no le digas que me fuí hasta que ya no esté aquí.

—¿Por qué? Va a preocuparse.

—Ya lo sé.

—¿Entonces? —Makomo alzó la vista, pudo distinguir un aura extraña en la mirada de su amigo.

—No creo que pueda seguir siendo su amigo. Necesito distanciarme.

—¡Eso no está bien!, ni siquiera le estás dando la oportunidad de explicarse y si te vas sin decir nada, se va a sugestionar con cosas que no son —Makomo le propinó un codazo en las costillas—. Sabito, estás siendo cruel.

Pero el chico simplemente se encogió de hombros por segunda ocasión. Para él, no había otra solución.

❝ 𝟏𝟎 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora