Cuando el alcohol no puede saciar el dolor de una persona, nada podrá hacerlo.
La desesperación para regresar el tiempo es inevitable, el constante "¿por qué?" de las cosas es como un martirio que se adhiere a la piel, imposible de sacudir. Cuando la compañía de las personas no es suficiente y el vacío te consume, empiezas a desear romper todo.
Isier estuvo a su lado cuando lo necesitaba, pero cuando lo alejó, éste no volvió. Después de todo, habían sido amigos por años, podía entender cómo funcionaba su amigo, si él no quería a nadie cerca, no debía insistir.
Sebastian estaba agradecido por esa breve tranquilidad.
Sin embargo.
Itsuki era el problema.
Cada noche, cada día, cuando quería perderse en el alcohol, Itsuki se sentaría en una mesa alejada para observarlo. Sebastian a veces se preguntaba si es que el chico lloró en algún momento o si simplemente tiene el corazón tan endurecido como una piedra para tener la energía de ocuparse de él. Ni siquiera sabía cómo lo encontró la primera vez, tampoco estaba interesado en avergonzarse por actuar de esa manera, incluso como adulto, necesitaba perderse. Esa opresión en el pecho era cada vez más difícil de sobrellevar.
Todas las noches se sentaba en la barra, ordenaba el alcohol más fuerte y empezaba a tomar hasta olvidarse de todo, hasta que no quedara ningún recuerdo y nada dolía. Después, ni siquiera recordaba cuándo lo llevaban a casa, cuándo lo cambiaban y cuándo lo acomodaban cuidadosamente en la cama, no eran más que borrones. A él no le importaba, nunca lo pidió.
Isier lo visitaba en las mañanas.
Él iría al bar todas las noches.
Pero llegó a un punto en donde la presencia de Itsuky comenzaba a fastidiarlo, él no quería tenerlo cerca, no quería verlo y no quería que le diera todas esas atenciones. Necesitaba alejarlo.
Sus padres no sabían nada porque sabía que cuando lo supieran, correrían a él.
Así que cambió de bar, dejó de frecuentar tantos lugares en los que sabía lo buscarían y terminó en uno de mala muerte. Por lo menos él no está aquí, pensó. La primera noche fue satisfactoria, la segunda fue una mala experiencia y entonces él no volvió ahí.
- ¿Cuánto tiempo piensas seguir así?
Isier estaba tan enojado, él nunca lo había visto así.
- No importa, de todos modos ya renuncié a mi trabajo - esa respuesta había salido sin ninguna emoción de sus labios, era como si la vida misma ya no le importara.
-¡Por supuesto que importa! ¡Joder, mírate!
Sebastian era consciente de su apariencia, de todo, simplemente...
Ese día, nada que le dijera Isier le hizo cambiar de parecer, pero había dejado de ir al bar. Se enceró en su apartamento y reflexionó en silencio, lloraba a veces, sonreía consigo mismo al siguiente momento, otras, se acostaba como un muerto en la cama sin nada en mente.
Itsuki aún venía a molestar, hablaba con él a través de la puerta cerrada. No decía mucho pero Sebastian era consciente de su presencia. A pesar de eso, una parte de él estaba agradecido de esos pequeños intercambios. No hablan sobre Ethan. Sobre nada en absoluto.
Itsuki no era hablador.
Sebastián no tenía ganas de hablar.
Pero ambos sabían que el otro estaba ahí.
No supo cuánto tiempo pasó.
Las lágrimas simplemente se acabaron un día, el sol salió y de repente tuvo la necesidad de verse en el espejo. La apariencia de aquel hombre orgulloso no se encontraba en ninguna parte. Había bajado de peso, donde antes había mejillas abultadas, ahora descansaban mejillas lisas, sin gracia.
Pero estaba de ánimos para salir.
Llamó Isier en primer lugar.
- Ven a verme en la cafetería - dijo, una chispa de anticipación en su voz.
Hubo una pausa al otro lado de la línea.
- ¿Podemos vernos en una hora? Estoy ocupado.
Realmente parecía que lo estaba, Isier nunca había sido tan cortante. A Sebastián no le importó, estuvo de acuerdo y colgó.
Era inseguro en cuanto a Itsuki, aún no se sentía del todo cómodo a su lado. Vio el número en su teléfono, su dedo a una pequeña distancia para marcar.
Al final, guardó el teléfono de nuevo en su bolsillo.
Ese día, nada debió ir mal.
Sin embargo, tal vez porque había estado demasiado emocionado por ir a verse con Isier que olvidó un pequeño detalle; Itsuki siempre llegaba a su apartamento en las mañanas, al medio día no sé le vería más. También, que aunque él tuviera el número de Itsuki, no sabía si éste último tenía el de él.
Se sentía extraño.
Extraño de una manera bien.
Extraño de una manera mal.
Fatal.
Pero aún así, apretó los puños y salió del apartamento.
Efectivamente, él e Isier se vieron y hablaron todo el día.
Isier trató de ser lo más casual posible. No habló sobre el trabajo ni su pareja y nada en concreto. Sebastián se sentía bien... más o menos. En su conciencia a veces llegaba la imagen de Ethan, su encantadora sonrisa y sus adorables mejillas. Le era difícil sacarlo de su mente. Pero él sabía que tenía que hacer el intento.
Tal vez no era el momento, sin enbargo, pensó que quizá ya era hora de conseguir un nuevo trabajo.
Porque ya había renunciado a muchas cosas.
A lo único que no podía renunciar era su apartamento.
Cuando el sol empezaba a ocultarse sintió la necesidad de volver, sólo Dios sabe que haría cuando llegara a su apartamento. La parte de él que le decía que todo estaba bien y que debía seguir adelante era muy débil ahora, y podría dejar de existir en cualquier momento, no estaba dispuesto a que Isier cargara con eso de nuevo.
Antes de siquiera abrir la puerta, una mujer gorda salió a su encuentro.
- Un chico vino en la mañana - dijo.
Sólo entonces, Sebastián recordó a Itsuki, de nuevo, pero no le importó.
Regresará mañana, siempre lo hace.
- Bien, gracias.
- Espere - la mujer se fue tan rápido como volvió - dejó esto para usted - dijo tendiendole una carta.
- ¿Eso es...?
Sabía lo que era, por supuesto. Pero no quería... No lo quería. No le gustaba.
- Tenga - al parecer, ella también tenía prisa para deshacerse de él.
Se quedó un momento ahí.
Inmóvil.
¿Qué se supone que haría ahora?
¿Era algún Karma de una vida pasada?
No creía que hubiera sido cercano de alguna manera con Itsuki.
De hecho, acostumbrarse a algo o alguien era incluso mucho peor. Quizá no fueron cercanos pero...
Pensó en todas aquellas mañanas que compartieron juntos, quizá si lo hubiera dejado entrar... Si tan sólo....
Pero no existía un "tal vez" para algo que se había desperdiciado. Para lo que se había llegado tarde.Entró en su apartamento, sacó la bebida alcohólica que no había terminado mientras tiraba la carta en el bote de basura.
Sólo está noche, se dijo, sólo una noche más.
Fin.
Gracias a todos los que se quedaron hasta el final.
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El chico del apartamento 512 - Gay love
Novela JuvenilUn espacio compartido, miradas llenas de emociones y la inevitable conexión que une a una persona con otra. Sebastian Watson es un hombre increíblemente despreocupado. No importa a donde vaya, siempre tendrá la atención que necesita, mujeres u hombr...