capítulo 11

0 0 0
                                    

Abro los ojos y me quedo viendo el techo. No sé qué hora es, pero al parecer ya es de día por la poca iluminación que se cuela por la ventana.

Hoy me siento bien, bueno, me siento mejor que los días anteriores. Mi estómago ruge, no recuerdo cuando fue la última vez que comí algo. Decido ir a buscar algo de comer.

Me voy acercando a la cocina cuando escucho voces, mis padres están hablando pero no entiendo muy bien lo que dicen. Me acerco un poco más para poder oir bien.

Sé que está mal espiar conversaciones ajenas y estoy a punto de darme la vuelta cuando escucho que mencionan mi nombre y me acerco.

—¿Qué pasa con la niña?— pregunta mi papá.

—No lo sé y ese es el problema. ¿No la has notado extraña? Últimamente va empeorando. La encontré con la ropa de David, estaba vestida de chico, no sé qué le sucede pero eso no es normal.— mi madre intenta hablar en un tono bajo pero alcanzo a escucharlo.

—Es normal, está joven, ya sabes como son los adolescentes.— mi padre intenta restarle importancia.

—No se trata de eso. Hay algo más en ella y me preocupa.

—¿Qué quieres que hagamos?

—Quiero llevarla con un psicólogo.

—Sabes que no hay dinero para eso, la niña está bien, sólo está creciendo, no hagas escándalo. Y si necesita psicólogo que vaya al de el colegio. Puedes ir a hablar con él para que la ayude y te quedes tranquila.— mi padre toma un sorbo de su café.

—Lo haré.

Okey creo que ya no es un bonito día, definitivamente ya no.

Mi estómago vuelve a rugir y entro a la cocina, camino hasta el refrigerador tomo yogurt y un banano, bajo la mirada de mis padres.

—Buenos días.— digo mientras pongo todo en un tazón.

Me responden y salgo de ahí. Me dirijo a mi habitación, tomo mi desayuno y procedo a alistarme para ir al colegio. Ya pasó el fin de semana y aquí vamos a la rutina otra vez.

Rato después ya tengo todo listo, me veo al espejo y pongo cara de asco, recojo mi cabello en una trenza y pongo un gorro encima.

Salgo y veo a mi madre junto a la puerta.

—Iré contigo, quiero hablar con tu profesor.

—Como quieras.

Y nos ponemos en marcha.

•°•

Llegamos al colegio y me dirigí a mi primera clase y mi madre se dirigió hacia la oficina del psicólogo.

La clase pasó rápido, salí a receso y me dirigí a esa banca de siempre. Tomé asiento, saqué mi merienda y me dediqué a respirar y comer.

Así que mi madre piensa que estoy mal, no quiero ir a ningún psicólogo, sé que no estoy enloqueciendo, ¿O si?

¿Porqué le diría a alguien como me siento? ¿Y si lo toman mal? ¿Y si nadie acepta lo que soy y lo que quiero ser?

No quiero ser yo, no quiero ser Valeria, no quiero ser una chica, no quiero verme como me veo, no quiero lo que soy. Siento que no encajo en mi cuerpo, odio cada parte de él, odio mis pechos, odio mis caderas, mis rasgos femeninos, odio mi voz. No estoy conforme con lo que soy.

Empiezo a sentir mis ojos húmedos, no puedo con esto, ¿Habrá alguien en el mundo que me comprenda? Porque ni yo me comprendo, me doy miedo. Trato de escapar de mi mente pero ella es más rápida, siempre está ahí recordándome las palabras de Kimberly, haciéndome sentir insuficiente, y me estoy cansando de todo esto.

Lloro más, mis sollozos aumentan.

No puedo más con esto, no quiero esto para mí, no puedo ser feliz así. Si no me siento bien conmigo misma no debería existir, no encajo en este cuerpo ni en este mundo. Odio como la gente me ve, odio que mis padres piensen que estoy mal, odio que Raquel me vea con lástima, odio que mi mente no me debe en paz.

Odio vivir en la oscuridad, ¿Cuándo veré la luz? ¿Cuándo podré salir corriendo a un lugar donde me sienta bien? Quiero encontrar a quien soy y que el mundo lo acepte, quiero verme como me siento.

Odio tener que despertar y sentirme así, no hay un maldito día que me sienta bien.

Todo en mí se fue a la mierda en el momento en el que mi cuerpo empezó a cambiar, odié y odio cada parte, cada cambio.

Me siento cada vez menos viva, confundida, sin saber qué hacer, no logro entender, no logro entenderme.

Ya no puedo más.

Quiero abandonarlo todo y es justo lo que haré. Acabaré con este sufrimiento que me oprime el pecho y no me deja respirar. Ya no quiero seguir con esto.

Estoy consiente que necesito ayuda, pero mi mente necesita de calma y nadie me dará esa calma, sólo yo misma.

No puedo más.

De verdad quiero ser fuerte, quiero hacer que mi madre se sienta orgullosa de mí, quiero que Raquel me ame por lo que soy, quiero ser feliz, sin embargo la felicidad nunca fue una opción para mí.

Vivir no fue una opción para mí.

———————

No me llames ValeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora