capítulo 5

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—Mírame, Valeria mira mis ojos. Concentrate en mí.— volví a ver esos ojos color miel—. Ahora respira conmigo ¿Sí?

Empezó a inhalar y exhalar lentamente y traté de seguirle el ritmo, sin embargo seguía sintiendo una sensación de ahogo y el sudor bajando por mi frente.

—Eso es Valeria sigue, pasará, pasará Valeria pasará. Eres fuerte, esto pasará.

Seguí respirando junto a ella hasta que sentí mis los músculos relajarse, mi respiración controlandose y el hormigueo de mis extremidades desapareciendo. Raquel me veía con cara de preocupación.

—Gra... gracias. Ya me siento mejor.— le dije.

—Oh no es nada, linda. ¿Quieres entrar? Si no quieres podemos irnos.—tan considerada pero ya le había jodido la noche, no la arruinaria más.

—Estoy bien, entremos.

Ella asintió y empezamos a caminar hacia la entrada, la puerta estaba abierta, Raquel yendo delante de mí. Dentro había bastante gente moviéndose al ritmo de la música, buscamos con la mirada al dueño de la casa, estaba junto a los demás chicos del colegio. Nos acercamos a ellos y los saludamos.

—Raquel te ves tan hermosa, me encanta.— dijo Diego dándole una vuelta a Raquel.

—Gracias, tú también te ves genial.— le respondió.

—Tú te ves... fresca, me gusta tu estilo.— le sonreí.

Nos ofreció unas cervezas, pero me negué, escogí coca cola, no me gusta mucho el alcohol.

—Bueno chicas, ¡A bailar!— gritó Diego.

Nos jalo del brazo pero yo no quise moverme de mi lugar. Le dije que no bailaba, que iría por hielo para mi coca cola.

Busqué la cocina mientras ellos se alejaban para mezclarse con la demás gente que estaba allí. Empecé a caminar cuando alguien pasó chocando mi hombro. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y mi sentido común se puso alerta, recordé las veces en las que Kimberly y sus secuaces pasaban empujandome y riéndose de mí.

—Oye disculpa, no fue mi intención... ¿Estás bien?— preguntó al ver que no volvía a verla.

Y no lo hice, seguí caminando hasta llegar a la cocina, respire seguidas veces y traté de actuar lo más normal posible. Okey, estaba en un lugar desconocido llena de gente desconocida y completamente sola, las únicas personas que conocía me dejaron sola.

¿En serio crees que alguien llegaría a preocuparse por tí? Ilusa.

No, fui yo la que no quiso ir, ellos no me dejaron, ¿O si?

Nadie querrá tu amistad, maldita anoréxica.

No, no es cierto Valeria, no es cierto, controlate. Mi respiración empezaba a agitarse, no había nadie en la cocina, todos estaban afuera.

No por favor, otra vez no.

—¿Oye estás bien? Me preocupó tu estado.

Esa voz habló nuevamente, puse todas mis fuerzas para prestarle atención y hacer que mi mente olvidase los malos recuerdos.

Volví mi vista hacia la chica que estaba frente a mí. Una pelinegra estaba viéndome con preocupación, su perfume era dulce, me concentré en cada detalle de ella para distraer mi mente y evitar volver a sentirme mal.

Ella seguía con cara de preocupación e interrogación.

Encontré mi voz.

—Sí, estoy bien, no te preocupes.

—Pues no me hablaste y estabas extraña, pero que bueno que estés bien, perdón por lo de hace un rato, fue sin intención.

—Sí, lo sé.—le sonreí tratando de tranquilizarla.

¿Por qué se preocupaba por mí? Era extraño para mí recibir tanta atención.

—Eres nueva, ¿Verdad? ¿Cómo te llamas?

—Sí, lo soy. Mi nombre es Valeria. ¿El tuyo?

—Lindo nombre. Yo soy Lindsay, podemos ser amigas si quieres.—asentí y le sonreí.

—Venía por hielo, ¿Sabes si hay?

—Claro, Diego siempre tiene en la refrigeradora.

Oh conoce a Diego, bueno debí imaginarlo, todos se ven muy amigables aquí.

Busqué el hielo, me serví y salí de ahí, aún me incomodaba la presencia de la chica, busqué donde sentarme hasta que encontré un sofá vacío y me senté a tomar mi bebida mientras veía a la gente. Nunca antes había estado en una fiesta, no por que no quisiera sino por que raramente me invitaban y cuando lo hacían por lastima mi madre no me dejaba pero por alguna razón accedió esta vez, tal vez sea que Raquel la contagió con su buena vibra.

Estaba viendo a las personas, todas se veían felices bailando y bebiendo con sus amigos, todos parecían tener una vida normal, ¿Por qué yo no? Todos se llevaban bien entre sí, no había burlas, ni golpes ni peleas, todo era meramente diversión para ellos. Se veían normales.

Pero yo no me sentía normal, de alguna manera no me sentía parte de ellos, como si yo no encajara, como si fuera tan diferente y defectuosa que nadie se tomaría la molestia de acercarse a mí.

¿Si no era como ellos quien era yo? ¿Qué pasaba conmigo? ¿Qué era eso que le faltaba a mi vida? ¿Por qué la incomodidad y la inseguridad eran mis mejores amigas? ¿Qué hay de malo en mí?

—¿En qué piensas tanto?

La voz de Diego me sacó de mis pensamientos. Le sonreí.

—En nada. ¿Y Raquel?— pregunté para evitar que insistiera.

—Ahí.—Señaló con la cabeza a un lugar y la seguí con la vista, ahí estaba ella hablando con la chica pelinegra que había visto antes. Diego siguió hablando:

—Raquel se ve muy hermosa. De hecho siempre se ve hermosa, esté como esté, cualquier prenda le queda bien, ella es tan perfecta.—la veía con admiración.

¿Por qué me molestaba esto? ¿Por que me molestaba que se refiriera así de ella?

No le dije nada, así que continuó hablando.

—Estoy tan enamorado de ella. Nunca se lo he dicho a nadie, ni a ella. Raquel nunca ha tenido novio, ¿Sabes? Me gustaría ser el primero y único en su vida.—tomé un sorbo de mi bebida para evitar hablar sin embargo me atraganté y empecé a toser.

—¿Estás bien?— asentí.

—Sí no te preocupes.— me sonrió.

—Valeria... ¿Me ayudarías a conquistarla?

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No me llames ValeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora