capítulo 8

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Sé lo que haría y era momento de poner todo en acción. Era mi momento de cumplir la loca idea que abordaba mi mente de hacía tiempo.

Salgo de mi habitación pasó bastante tiempo desde que mi padres se fueron, era ahora o nunca...

Entro a toda velocidad a mi habitación, el gato viene detrás mío como si estuviera jugando con él.

Cierro la puerta no sin antes dejar que el gato ingrese y me dirigo al espejo. Trato de sonreirle a mi reflejo sin éxito. Me doy la vuelta y pongo lo que he traído en mi cama.

He tomado unas prendas de mi hermano, quiero hacer esto, quiero ver mi reacción, quiero ver más allá de mí, quiero verme a mí, es ahora o nunca.

Separo la ropa, primero el jeans, luego la camiseta, la ropa interior y por último las tennis deportivas.

Quito el vestido que traigo puesto, siento una liberación al quitarlo, veo mi desnudez en el espejo, me quedo un momento imaginando cómo sería si fuera diferente.

Vuelvo otra vez, no tengo mucho tiempo, mis padres volverán pronto. Y a mi hermano no le agrada la idea de que me meta en sus cosas.

Cambio mi ropa interior femenina por la masculina de mi hermano, quito el brasier, no tengo mucho pecho pero sí lo suficiente para que se note mucho; busco por todas las gavetas de mi armario y la encuentro. Enrollo la venda alrededor de mi pecho y espalda, hago la suficiente presión para que mi pecho se vea plano.

Acomodo bien la venda, la ropa interior me queda un poco grande, mi cuerpo es muy delgado a comparación con el de mi hermano, se me ocurre meter unas cuantas medias dentro del calzoncillo para llenar un poco el vacío.

Me veo al espejo y sonrío, esta vez sonrío de verdad. Me gusta como me veo así, imaginando que soy un chico.

Tomo el jeans, también me queda muy grande, tomo una faja y la coloco alrededor de mi cintura intentando ajustar el pantalón para que este no se caiga.

Vuelvo a verme al espejo, capturando todo el proceso, sonrío mostrando mi dentadura, intento caminar un poco, lo hago fluidamente sin quitar la vista del espejo.

Sin embargo hay algo que no concuerda mucho, mi cabello. Es muy largo y aunque lo tengo trenzado hay unos mechones que se salen y obstaculizan mi vista.

Intento buscar alguna idea para desaparecer el problema y, ¡Bingo! Encuentro un gorro negro que mi madre me regaló para el invierno. Lo coloco intentando capturar todos los mechones dentro de él hasta que lo logro.

Me pongo la camiseta, la ajusto para que la venda no se marque, vuelvo a acomodar el gorro.

Coloco las tennis, amarro las agujetas y acomodo la parte baja del jeans.

Me veo al espejo, sonrió, me gusta lo que veo.

Este soy yo.

Es lo que soy.

Así me siento bien, así me siento como si le diera luz a mi verdadera persona, como si pudiera respirar al fin.

Empiezo a modelar para mí, camino como siempre quise hacerlo, fluido sin tener que mover mis caderas, sin tener que preocuparme si el vestido se levanta, sin incomodidad.

Lágrimas salen de mis ojos, pero no son de tristeza, esta vez no.

¿No puedo quedarme así por siempre?

¿No puedo ser yo siempre?

¿No puedo contarle a mis padres lo que soy y como me siento bien?

¿No puedo mostrarme al mundo como lo que realmente soy y siento?

No puedo.

No puedo.

No puedo.

El miedo inunda mi ser, las lágrimas que antes eran de felicidad ahora son de terror, ¿Y si nadie lo acepta? ¿Y si me ven como un mounstro?

Pero ya no puedo reprimirme más, no puedo seguir fingiendo ser alguien que no soy.

Tal vez nací en el cuerpo equivocado, no encuentro otra explicación razonable. ¿Y si estoy volviéndome loca? ¿Y si sólo es por qué estoy joven como siempre dicen? ¿Y si es algo pasajero?

No.

No es pasajero, este soy yo.

El de mi reflejo soy yo, es mi verdadera identidad, como me siento agusto.

Soy un chico, no una chica.

El sonido de la puerta abriéndose me asusta y una inmensa ráfaga de terror absoluta inunda mi ser, no sé qué hacer, no sé cómo actuar. Trato de moverme con rapidez para taparme y que no vean lo que hago, lo que soy.

Mi respiración se acelera, la sangre se va de mi cuerpo, siento la boca seca, mis manos tiemblan, todo mi cuerpo tiembla como si fuese gelatina.

Traté de taparme pero fue en vano.

Lo vió todo.

—Mamá pu-puedo e-explicarte.—trato de decir pero ella sólo me mira con confusión.

Su mirada baja por todo mi atuendo y se centra en mis genitales donde están las medias que metí para que se notara como si fuese masculino.

Su cara se vuelve de asco, me mira como si fuera un bicho raro.

—Cambiate, y baja, debemos hablar.

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No me llames ValeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora