Capítulo 2

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—¿Cómo te fue ayer?—preguntó mi mamá mientras servía el desayuno.

Ayer que vine no la ví, suele venir muy tarde y muy pocas veces la veo. No sé qué responderle, trato de pensar y recordar el día de ayer pero nada bueno viene a mi mente.

Raquel.

Nada bueno viene a mi mente. Levanto la mirada para hablarle.

—Bien, normal.— vuelvo a bajar la mirada hacia mi plato—. Oye mamá, ¿Puedo pedirte algo?

—Claro nena.—trago saliva e intento sonar convincente.

—¿Podría usar pantalón como los chicos? La enagua del uniforme no me gusta, me queda muy mal y me da mucho frío.

—Pero si te ves hermosa con la enagua.—echo un vistazo a la enagua que traía puesta.

—Mamá por favor.

—Está bien, recuerdo que a mí tampoco me gustaba usarla pero mi madre nunca me dejó usar el pantalón. Buscaré uno de tu hermano y mañana lo tendré listo, ¿De acuerdo Val?

Asentí, en serio no me gustaba para nada ningún diminutivo de mi nombre, creo que nisiquiera me gustaba mi nombre.

Mi madre se fue a su trabajo y como siempre, mi hermano fue a dejarme al colegio.

Al llegar fue la misma rutina, ojos sobre mí, susurros, miradas de lastima y más cosas que trataba de ignorar.

Hacía mucho frío, a pesar de traer una sudadera que me quedaba grande aún seguía sintiendo frío.

Me dirigí a la misma banca en el receso. Saqué el mismo libro y empecé a leer, temblaba de frío pero era soportable.

—Oye si tienes frío puedes entrar.— pegué un brinco al oír esa voz. Levanté la mirada y ahí estaba esa chica de nuevo.

Ella también llevaba una sudadera, pero al contrario de la mía era pequeña y rosa.

No le respondí, no por qué no quisiera sino por que no podía. Las palabras se atragantaban en mi garganta.

—Eres muy tímida ¿Verdad?—se sentó al lado.

Sentí nervios. ¿Por qué sentía nervios?

Levanté la mirada para echarle un vistazo y mis ojos hicieron contacto con esos color miel que parecían en mi mente muy seguido.

El rostro de Raquel era muy bonito, tenía una cejas pobladas, pestañas muy largas y ojos grandes, su nariz era perfecta, sus labios eran rosados, se veían suaves.

¿Por qué estoy viendo sus labios? ¿Y por qué ella está viendo los mios?

Mi nerviosismo aumentó pero sentía una grata sensación.

—¡Hey Raquel! Andaba buscándote.— Ambas pegamos un brinco y nos separamos rápidamente. Sentí mi cara arder, traté de esconderla tras el libro.

—Oh Diego, ¿Para qué me buscabas?—dijo ella, yo intentaba hacerme más pequeña en mi lugar para que no notara mi presencia. Pero al parecer fue en vano.

—¿Quién es tu amiga?—preguntó, al parecer él no iba al mismo grupo que nosotros.

—Ella es Valeria, es nueva. Valeria, él es Diego, mi mejor amigo.—volví a verlo y él me ofreció su mano, la acepté y volví a mi lugar.

—Valeria es bastante tímida Diego, pero es buena chica.—¿Por qué hablaba como si yo no estuviera presente?

—Ah, Ra te buscaba por que iremos a comer. ¿Valeria quieres ir con nosotros?—¿Acaso me estaban invitando a formar parte de su grupo de amigos?

Casi me atraganto con mi propia saliva, es la primera vez que me invitan a algo así ¿Qué debería hacer? ¿Rechazarlo? ¿Aceptar? Ellos se veían buenas personas pero no. No puedo hacer amigos. Siempre es lo mismo, dicen ser mis amigos y terminan burlándose de mí o agrediendome.

—No puedes rechazar una invitación de Diego Castro.—dijo guiñandome un ojo.

No sé si fue por miedo o por curiosidad de saber qué pasaría pero acepté. Nos dirigimos a las mesas, ahí habían más chicos, tomé asiento junto a Raquel y Diego. No tenía hambre, aún me sentía satisfecha con lo que había comido en el desayuno. Todos empezaron a comer menos yo.

Jugaba con la comida, algunos me daban miradas de reojo pero nadie me decía nada hasta que...

—Valeria, debes comer.—Raquel se dió cuenta que no había probado bocado.

Volví a verla, ¿Por qué me daba nervios esta chica?

—Ehh... no tengo apetito, he comido mucho hoy en la mañana.

—Mm de acuerdo pero come la mitad al menos. No nos iremos de aquí hasta que comas la mitad de todo. ¿Cierto Diego?—preguntó viendo a Diego quien ya había acabado su comida.

—Cierto, estás muy delgada. Debes comer.

—Pero perderemos la siguiente clase.—dije intentando convencerlos de la estupidez que era hacerme comer.

—No importa, Jack puede pasarnos los apuntes. Lo importante es que comas.— ¿Por qué se interesan tanto en mí? Es por lástima.

No podía hacer más que hacerles caso, comí la mitad bajo la mirada amenazadora de Diego. La comida sabía bastante bien. Como ya había dicho, perdimos la clase pero el amigo de Diego, Jack, nos pasó los apuntes.

El resto del día pasó rápido, Raquel intentaba acercarse más a mí y Diego siempre andava tras ella, era como una cadena.

Por un momento llegué a pensar que Raquel y Diego eran más que amigos pero ella dejaba muy claro en cada comentario que sólo eran amigos.

El timbre de salida sonó y sentí alivio, ya podría irme a mi habitación donde no sentía constante incomodidad como en este lugar.

Salí corriendo evitando a Raquel pero fue en vano, me alcanzó antes de la salida. Gritaba mi nombre y todos volvieron a ver, me dió vergüenza e intenté caminar más rápido pero me alcanzó.

Se detuvo en frente de mí con la respiración agitada.

—Caminas muy rápido, ¿De donde sacas tanta energía?—Sólo la vi, no le respondí y ella continuó hablando—. Bueno quería despedirme de tí y además decirte que habrá una fiesta mañana en la noche. Es en casa de Diego e irás con nosotros.

¿Irás? ¿Una orden? Por supuesto que no iría, las fiestas no son lo mío. Además ya tenía planes para mi fin de semana, dormir todo el tiempo posible.

Fruncí el ceño.

—No puedo ir eh...— Necesitaba una buena excusa—. Mi madre no me deja salir.

Ah sí genial, que gran excusa.

—Oh no te preocupes, puedo hablar con ella para que te deje ir. Diego vive cerca de aquí. Además debemos darte la bienvenida. Y al igual que Diego Castro, Raquel Muror no acepta un no por respuesta.—¿Qué tenía esta gente con estar mencionando su apellido?

Me dio un beso en la mejilla y se fue.

Toqué mi mejilla justo donde había dejado el beso.

Oh Raquel.

No me llames ValeriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora