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Shin-chan se quedó en mi casa hasta bien entrada la tarde. Luego de que mis padres y hermanas nos dejaron a solas, le conté lo que había sucedido.

Durante unos momentos, Shin-chan se veía molesto hasta el punto del crimen, como si quisiera matar a alguien. Pero se relajó un poco cuando mi mano estuvo en la suya. Respirando profundo, se tranquilizó.

Yo, en celo, me tuve que alejar un par de veces a lo largo de la tarde para inyectarme un supresor y evitar así que mi Alfa se convirtiera en un animal. A pesar de que lo deseo.

Shin-chan se comportó como todo un caballero, haciéndome llorar de la risa en algunas ocasiones.

Sus sonrisas disimuladas haciendo latir mi corazón más rápido. Fue todo un sube y baja de emociones. Y cuando nos despedimos, pude al fin besarlo. No un beso largo y profundo como me hubiese gustado. Pero sus labios y los míos al fin se tocaron como llevaba tanto tiempo esperando que pasara. Un beso casto y corto, pero un beso que él mismo inició.

Al anochecer, agotado después de tantas emociones, me dormí soñando con él.

Y ahora, recordando esos breves momentos, no puedo evitar emocionarme como una colegiala una vez más. Ahora somos oficialmente novios, reconocidos y aceptados por mis padres.

Doy un par de vueltas en la cama, imaginando mi futuro con él. Estudiar en la misma universidad, seguir jugando juntos al básquetbol por siempre, tal vez tener un gato o dos. Shin-chan no parece del tipo que le gustan los perros. Tener un hogar.

De repente, el calor se vuelve abrasador una vez más, y me siento sofocado en el fuego que consume mi interior. Pero en vez de dejarme llevar, me inyecto un supresor y espero que surta el efecto antes de vestirme y salir en la búsqueda de mi Alfa.

Al dar la vuelta en una esquina, me choco de frente con el Alfa de ayer, quien me reconoce por mi olor al parecer, pues tiene su nariz hacia arriba, como si estuviese buscando un olor en particular.

—Hola, otra vez —, le digo, sonriendo.

Él me mira por un momento, y me asiente con la cabeza como saludo. Se apoya en la pared y me mira por un momento, manteniendo el silencio.

» Muy bien, esto es bastante incómodo —, le digo, y me rasco el cuello, para hacer algo con mis manos.

—Lo siento —, dice él. No recordaba que su voz fuese tan ronca y profunda. Algo en mi, me hace querer mostrarle el cuello como si fuese un perro. O un lobo.

—¿Por qué? —, le pregunto, ignorando el instinto que hace que mis rodillas se doblen. Intento mantenerme firme.

—Por lo que hicieron mis amigos ayer —. Su mano sube a aplastar su cabello. Su olor golpea mi nariz, y mis piernas vuelven a amenazar con fallar —. Ellos en realidad son buenos chicos, pero a veces su instinto es más fuerte que ellos. Yo puedo manejarlos un poco porque soy un poco mayor, más alto y más fuerte.

Sin poder resistirme más, caigo de rodillas frente a él. Él se sorprende y se agacha frente a mi, para ayudarme a levantarme.

» ¿Qué sucede? ¿estás bien, chico? —Sus manos agarran mis brazos e intenta ponerme de pie, pero yo me acerco más a él poniendo mi cabeza sobre su hombro, oliendo con fuerza su aroma a Alfa.

—No sé que me pasa —, le digo. Mi voz suena aguda, algo agitada, como si hubiese estado corriendo justo ahora. Una especie de gemido intenta escapar de entre mis labios, pero los aprieto con fuerza, intentando detener los jadeos así como ese sonido extraño.

Sus ojos, negros e intensos se fijan en los míos. Su ceño, fruncido por la preocupación tal vez, arruga su frente, haciéndolo parecer atractivo a mis ojos. Algo que en realidad me sorprende. Él me abraza a su cuerpo y me levanta con una facilidad increíble. Apoyo mi cabeza sobre su hombro, cuando, acurrucado en sus brazos me lleva corriendo por la calle hacia algún lugar. Mi cuerpo reacciona de manera extraña, el calor en mi interior comienza a salir por cada poro de mi piel. Siento el efecto del supresor dejando mi sistema, a pesar de habérmelo inyectado hace solo unos minutos.

El chico corre por quién sabe cuantos minutos antes de detenerse abruptamente. Su nariz se pega sobre mi cabello y un gemido casi estrangulado sale de su garganta.

—Me estás matando —, dice con la voz contraída por el dolor.

El olor de su cuerpo se vuelve aún más intenso y yo no puedo resistirme a su cercanía, y acerco mis labios a su cuello. Él gima una vez más, y baja su boca a la mía.

Me desarma con su beso, un beso como nunca lo había experimentado, y aún más placentero de lo que había imaginado que sería con Shin-chan.

El pensamiento me congela, pero el calor en mi interior me empuja a seguir. Intento sacudir mi cabeza, pero su boca es persistente y yo no puedo resistirme al placer que me hace sentir sus labios sobre los míos, su lengua dentro de mi boca caliente.

Gimo de placer y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Él me empuja contra la pared y clava sus caderas contra las mías mientras deja caer suavemente mis piernas.

Yo, sin pensarlo ni proponérmelo, envuelvo las piernas a su alrededor. Estamos en la calle, a la vista de todo el mundo, pero no me importa que alguien nos vea en un momento tan apasionado.

Mis ojos se mantienen cerrados. Sus manos comienzan a acariciar mis costados y su boca baja por mi barbilla a mi cuello, sin dejar de besar, lamer y mordisquear.

El gemido que intenté contener antes, ahora sale con completa libertad. Él tapa mi boca con su mano, mientras la otra pasa por entre mi ropa, y acaricia mi piel.

» Yo no venía a esto —, dice. Su aliento cálido sobre mi cuello me hace estirarme hacia atrás.

Su mano deja mi boca, y junto con la otra comienza a desabrochar mi ropa, dejándome al descubierto el trasero.

Con las piernas alrededor de su cintura y el trasero elevado a la altura perfecta, escucho un goteo. Mi propia lubricación gotea sobre el asfalto, avergonzándome hasta la muerte, oculto mi rostro en su pecho.

Él me empuja un poco más contra la pared y escucho el sonido de su pantalón al abrirse. Sé que hay un motivo por el que esto es más malo de lo que creo, pero mi mente en pleno incendio, no comprende el por qué.

Luego de unos momentos, en el que algo hizo, su pene comienza a empujar en mi agujero. El deseo crece de manera exponencial, y el calor solo se propaga con más intensidad. Me siento en el cielo cuando al fin se abre camino en mi interior, empujando y llenándome.

Cierro mis y siento como cada una de mis terminaciones nerviosas se enciende a la vida.

El placer es indescriptible, al fin siento que estoy en el momento adecuado cuando sus empujes aumentan en velocidad. Sus manos agarran con firmeza mis caderas, subiéndome y bajándome a su erección, de arriba abajo, una y otra vez.

Su pene me llena por completo y acaricia cada rincón de mi interior, llevándome a nuevas alturas del placer, más allá de mi imaginación y mis deseos.

Su boca una vez más cae en la mía, deteniendo los gemidos que dejo salir sin siquiera darme cuenta. Mis brazos se afianzan con más fuerza sobre sus hombros y mis caderas comienzan a moverse a su ritmo.

El calor no remite siquiera por un momento, hasta que él me da la vuelta. Sin saber cómo, él separa mis piernas de sus caderas, y me gira sin siquiera sacar su pene de mi agujero.

Mis brazos se apoyan en la pared que antes sostenía mi espalda. Sus manos firmes mantienen mi trasero elevado y sus empujes se vuelven más salvajes a medida que el tiempo pasa.

Una de sus manos levanta mi camiseta y acaricia mi piel. Lo siento inclinarse sobre mi y apoyar su frente sobre mi cabello. Él no detiene ni frena su ritmo, se mantiene constante, pero parece buscar algo, pues sus empujes cambian una y otra vez de ángulo.

Siento su sudor caer sobre mi espalda en el momento preciso que una luz blanca se enciende tras mis ojos, quitándome por completo la visión si tuviese los ojos abiertos.

Mis nalgas se aprietan, así como mi agujero cuando la presión en mi interior comienza a ceder poco a poco. El orgasmo me lleva más y más alto y caigo por el borde mientras él no deja de empujar en mi interior.

Su pene se hincha en mi interior y él deja de empujar firme para meter y sacar su pene de mi interior, solo meciéndose en mi contra, aún empujando ligeramente en mi contra. Jadea pesadamente y se deja caer un poco sobre mi, haciendo que casi nos caigamos al suelo.

Aúnescucho un jadeo y me vuelvo a avergonzar por estar tan mojado, pero al abrirlos ojos y mirar al suelo, veo un pequeño charco de color rojizo, pero másoscuro. Sangre.

Midotaka - Chokusetsu Ie (Kiseki no Sedai: Daini no Sedai #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora