496 71 4
                                    

Mi padre se acerca rápidamente a mí y me sostiene en sus brazos para llevarme a mi habitación. Me recuesta sobre la cama y me arropa con la colcha. Parece que intenta no mirar a su alrededor, pero hay cosas que es inevitable ver, y veo como se sonroja un poco antes de darse media vuelta y acercarse a la puerta.

—Hoy es sábado —, dice y da un paso fuera de mi habitación —, y la práctica puede esperar.

Cierra la puerta tras él al salir, y yo me quedo acostado mirando al techo por unos minutos antes de volver a dormirme.

Me despierta el sonido de la música de la habitación de al lado. Me levanto y me inyecto un supresor, intentando detener el celo. El calor de mi interior se detiene luego de unos minutos, y me siento casi humano luego de dormir un poco más. La música se detiene cuando vuelvo a abrir los ojos y un golpeteo en mi puerta hace que aparte la mirada del techo.

—Adelante —, digo, girándome hacia la puerta.

Mi madre abre un poco la puerta, y se asoma para mirarme. Olfatea la habitación, que tuve la buena idea de ventilar al abrir la ventana, y sonríe un poco mientras entra. Cierra la puerta a su espalda y se sienta al borde de mi cama.

Yo me siento para hacerle un poco más de espacio y nos miramos por unos momentos antes de que ella empiece a hablar.

—Vino un muchacho esta mañana —. Dice calmadamente, al parecer sin la intención de decir nada más.

Mi corazón se acelera un poco con sus palabras, pero intento que no sea tan obvio.

Ella sonríe con más fuerza al mirarme, y sé que no estoy haciendo bien al ocultarlo, por lo que sonrío nervosamente.

—¿Quién? —Pregunto. Siento el corazón golpeteando en mi pecho, pero la vibración en mi garanta se siente aún más fuerte.

—Un chico llamado Midorima —. Mis ojos se abren de par en par al escucharlo.

Miro rápidamente en busca de mi teléfono. Un luz intermitente me hace saber de una llamada perdida. En la pantalla aparecen varias llamadas de Shin-chan.

Me dejo caer hacia un costado, mirando hacia la pantalla, ignorando a mi madre. Ella me golpea suavemente en el costado, y aparto la mirada de mi teléfono a regañadientes. Ella sonríe como si guardara un secreto, y yo alzo una ceja.

» Dijo que lo llamaras cuando despertaras —. Se pone de pie, y me mira sonriendo —. Creo que ese chico está enamorado de ti.

Mi cara se vuelve rojo brillante, y las palabras escapan de mi boca sin poder pronunciar ninguna. Ella niega con la cabeza y me deja solo en mi habitación, con el corazón latiendo con ferocidad en mi pecho.

Miro mi teléfono, y apretó el botón para llamar. Suena una, dos, tres veces, y la llamada es contestada.

—¿Hola? —, digo. Siento la voz estrangulada por el nerviosismo.

—Takao, no viniste a buscarme hoy —, dice Shin-chan. Su voz suena molesta, pero aliviado de alguna forma.

—Lo siento, Shin-chan. Tuve un pequeño problema —. Su voz en mi oído aviva la llama que apagué con los supresores.

—Ya lo creo. No te presentaste a la práctica y el capitán Miyaji estaba muy molesto —. Shin-chan parece aburrido, como siempre.

—Supongo que tendré que llamarlo y darle mis explicaciones. Tal vez no vaya a la práctica mañana tampoco —. El corazón se me aprieta en el pecho cuando escucho algo romperse al otro lado de la línea —¿Hola? ¿Shin-chan? ¿está todo bien?

—Si —, dice, pero parece distraído —. No había escuchado nada de eso cuando fui a tu casa hace un momento.

—Si, bueno, verás... es algo personal —digo, y me levanto de la cama a mirar por la ventana.

—¿Y por qué no me puedes decir?

—¿Eh? ¿quieres saber? —, le pregunto, sorprendido.

—No, la verdad es que no —, dice, pero me imagino a Shin-chan siendo el tsundere de siempre.

—Pues, si es así —, le digo, dejando una pausa entre una frase y la otra —, entonces me tengo que ir ahora. Adiós, Shin-chan.

—No, espera —, dice. Yo sonrío y dejo salir una breve carcajada.

—Solo deberías ser honesto —, le digo entre risas. Puedo escucharlo murmurar en voz baja del otro lado.

—Sí lo soy.

—No, Shin-chan. Tú eres tsundere.

—No lo soy.

Suspiro y me quedo en silencio por un momento. Sonrío ante lo irracional de nuestra conversación.

—Creo que podré salir por un momento en un par de horas o algo así.

—No —, dice, y escucho que habla con alguien más al otro lado de la línea, pero suena apagado, como si estuviese tapando el micrófono con la mano para que no escuche lo que dice. Y luego vuelve a hablar conmigo —. Iré a tu casa cuando me desocupe.

El corazón me da un vuelco, y me despido antes de dejarme caer en la cama, con el estómago hacia abajo y la cara hundida en la almohada. Dejo salir un gritito muy poco varonil, pero es ahogado por el relleno de esta.

Me levanto de la cama unos minutos después y salgo a la sala de estar. Mis padres están bebiendo un té y mirando la televisión. Están acurrucados. Mi padre, con su mano acaricia la espalda de mi madre, y ella sonríe apegándose más a él. Yo sonrío al verlos.

Entro a la cocina, me preparo un té y me voy a reunir con ellos. Mi padre me mira con ojo crítico en cuanto entro, y le hago un gesto con la mano para hacerle saber que me encuentro bien, pero el parece un poco reacio a mi gesto y sigue lanzándome miradas preocupadas.

En la televisión están pasando un programa de variedades y mi madre se ríe, pero yo no puedo dejar de revolverme por los nervios. Shin-chan dijo que vendría.

Mi padre golpea mi rodilla con la suya para que me quede quieto, pero me sobresalto y lo miro con sorpresa.

—Nunca pensé que algo te sorprendería —, dice soltando una carcajada.

Mi madre se ríe con él, pero ella aún parece ocultar un secreto. Me quedo con los brazos cruzados y haciendo un puchero, haciendo que mi padre se ría aún más fuerte.

El timbre me sobresalta y termino enredándome con mis propios pies en las prisas por llegar pronto a la puerta. Mi padre no deja de mirarme. Siento sus ojos clavados en mi espalda en todo momento, e incluso cuando abro la puerta y me deslizo rápidamente hacia afuera antes de cerrar tras de mí. Me apoyo en ella y doy un suspiro de alivio, con los ojos cerrados, pero cuando los abro, Shin-chan tiene los ojos muy abiertos en sorpresa, con la mano aún estirada hacia el timbre.

—Hola —, le digo, con la respiración entrecortada por mi carrera hacia la puerta. Siento el rubor correr a mi rostro rápidamente.

—Hola —, dice, y acomoda sus anteojos sobre su nariz —. ¿Cómo estás? — pregunta, pero sus palabras en mis oídos suenan como verdadero interés y preocupación.

Yo nopuedo resistirme a mis deseos, y me estiro hacia él, que está ligeramenteencorvado, y lo beso.

Midotaka - Chokusetsu Ie (Kiseki no Sedai: Daini no Sedai #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora