Adiós, John

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Capítulo 20

Adiós, John

Cuando Sherlock e Irene se marcharon, John sonrió a Christine y empezó a hacer las llamadas que Sherlock le había pedido. Christine se sentía fatal, no sabía por qué, pero ella estaba completamente fuera de lugar. Sí, era cierto que había tenido un papel fundamental en el descubrimiento del modus operandi, pero fue calibrando todo lo que había ocurrido desde que Irene llegó, y en ningún momento sintió que ella estuviese en su sitio. Cuando Sherlock pasaba a la acción, siempre se iba con John, y ahora con Irene. Su papel en este grupo no le acababa de convencer.

Pensó en Mary, ella tenía que atender a Rosie, no tenía quién la cuidase, y la mayoría del tiempo no podía participar de la labor de campo que John y Sherlock llevaban a cabo. Ella entendía que fuese así, pero no que fuese distinto con Irene. Irene lo cambiaba todo, y Sherlock no hacía nada al respecto.

Quizá se había precipitado con todo aquello, quizá todo debería haber evolucionado más despacio. Pensaba en los maravillosos días que habían pasado juntos, eso le decía que había obrado bien. En realidad, todo se había estropeado con esa mujer. Sabía que no tenía motivos, pero no podía soportar aquella sensación, aquella vocecita que le decía que, si Irene lo tuviese un poco más de tiempo, al final lograría que Sherlock cayese rendido a sus encantos. De repente tuvo la necesidad de volver a su casa.

Lentamente, subió al dormitorio, hizo una pequeña maleta y volvió a bajar. John acababa de terminar de hablar con Mycroft, y se giró hacia ella con cara de asombro.

-¿Dónde vas?- preguntó.

-John, todo lo que he visto esta noche es demasiado para mí. Esa mujer ha metido un diablillo en mi cabeza que no para de decirme que sobro y que si ella quisiera...

-¡No!- interrumpió John- ¿Cómo puedes pensar así? Ya sabes cómo es Sherlock: frío, distante, pero contigo no es así, contigo ha sido siempre distinto. Te ha demostrado en todo momento lo que significas para él. Esa mujer es solo un caso. No tienes motivos para sentirte así, no es justo Christine.

Christine empezó a llorar sin remedio. John se acercó para abrazarla.

-No sé qué me pasa John, - confesó la mujer cuando se vio envuelta en el cálido abrazo de su amigo - sé que no es culpa de Sherlock, es mi culpa, pero no me siento bien con todo lo que está pasando. Necesito que esa vocecita que no para de decirme que me estoy equivocando desaparezca, y verlo con ella no hace más que avivar esa sensación. Además, creo que yo ya he puesto bastante de mi parte. Necesito pensar, estar a solas. Voy a ir a mi casa, a mi hogar, y allí intentaré recomponerme John. Quizá solo sea cuestión de tiempo, necesito distanciarme de lo que ha ocurrido estos últimos días, necesito estar sola.

Christine se separó para secarse las lágrimas, se recompuso el abrigo, asió su maleta y se dirigió a la puerta. John la miraba apesadumbrado, pero no se lo impidió.

-Por favor John, - se volvió una última vez ya casi cruzando el umbral - no le digas nada a Sherlock. En cuanto me sienta en condiciones, volveré y yo misma le explicaré- Christine no pudo contener que una lágrima colonizase su mejilla.- Adiós, John.

Christine cerró la puerta del 221B de Baker Street, dejando en el interior a un John anonadado, triste, inmovilizado, sin saber cómo debía actuar.

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