Estoy aquí contigo

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Capítulo 3

Estoy aquí contigo

Cuando Mary y John se marcharon era ya muy tarde. Todos estaban un poco achispados, pero habían conseguido olvidar el desagradable incidente de su primer caso. Christine estaba desnudándose en el dormitorio, que ahora ocupaba la segunda planta del edificio al completo, cuando Sherlock entró. Cerró la puerta tras de sí y se acercó sonriendo a Christine, abrazándola por sorpresa.

-Por fin se han ido. Creía que no iba a llegar el momento de tenerte sólo para mí - Sherlock la miraba a los ojos a través del espejo del tocador donde ella se estaba deshaciendo de sus pendientes. Deseaba con toda su alma que la desagradable visita de aquella tarde quedase en el olvido, quería que ella sintiese cuánto la deseaba, y todo lo que ella significaba para él. Estaba dispuesto a borrar todo lo sucedido, e iba a esmerarse para conseguirlo.

- Estás preciosa, da igual lo que lleves puesto, aunque si no llevas nada... todavía mejor- susurró Sherlock en su oído mientras se deshacía del broche de su sujetador.

-Perfecto, pues a partir de ahora recibiré a los clientes completamente desnuda, para que estés contento- respondió Christine con picardía.

Sherlock, que estaba a su espalda, agarró sus pechos y pellizcó ambos pezones a la vez en señal de reprimenda. Christine se giró riendo y le besó con sensualidad.

-Eres mi juguete, y los juguetes no se prestan. Si alguien más te ve desnuda, te toca o incluso si solo te desea, lo mataré... lo juro- susurraba Sherlock mientras respondía a los besos de Christine.

-¡Qué posesivo te has vuelto amor! Vas a tener entonces que matar a más de uno ¿no crees?- Christine estaba jugando con él, excitándolo con su cuerpo y retándolo en contrapartida.

Sherlock paseaba sus dedos por los costados de su amante, enredado en sus besos, con sus ojos cerrados, anticipando en su mente todo lo que iba a pasar a continuación. La levantó en brazos y la acostó sobre la enorme cama. Christine, sobresaltada por el inesperado movimiento, empezó a respirar entrecortadamente. Sherlock se colocó a su lado semi incorporado, deslizó su ropa interior por sus piernas y sin dejar de mirarla, empezó a jugar con sus dedos, primero suavemente alrededor de su sexo, pero cuando los notó húmedos empezó a entrar en ella, dibujando círculos en su interior, y luego saliendo de ella, para seguir dibujándolos fuera.

Christine gemía sin control. No esperaba tantas sensaciones de repente, intentaba decir alguna palabra, pero nada, excepto la expresión de su placer, salía de ella. Sus largos y varoniles dedos conseguían que se derritiera por dentro, excitándola sobremanera. Se sentía un poco avergonzada bajo su mirada, pero no quería que parase.

Sherlock estaba experimentando, pero al ver cómo su tacto la dejaba sin resuello, al comprobar el poder que tenía sobre ella, no podía evitar una excitación creciente. Incluso teniendo el control absoluto de la situación en sus manos, nunca mejor dicho, ella lo seducía sin quererlo. El sexo con ella era maravilloso. Estar con Christine le aislaba del mundo, le abría la mente, le hacía sentirse poderoso, completo, como un dios. Por eso no podía evitar pensar en ella a todas horas, irremisiblemente atraído como una abeja a un panal de miel.

Con la mano que tenía libre se deshizo de su propia ropa, de repente tenía mucha prisa por tenerla. Se recostó boca arriba en la cama y colocó a Christine encima de él. A la vez que la penetraba con su virilidad encendida, lamía sus pezones, succionando y mordisqueando a partes iguales.

-Awwww... Sherl.... Si sigues así... Yo... No... No...

Pero él no dejaba de moverse, infligiendo un ritmo frenético asido a las caderas de ella.

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