𝘫𝘰𝘶𝘳𝘯𝘦𝘺 / 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘭
De Argentina a Canadá, de España a Cambodia, de Australia a Japón. A lo largo de su vida, Rantaro había recorrido un montón de caminos.Él era un aventurero después de todo. Era eso lo que lo había llevado a Kibougamine, era intrépido y no temía a buscar soluciones alternas a sus problemas.
Siempre era así, y ese día no fue la excepción.
—Rantaro —el antropólogo intentaba mantenerlo consciente, obligándolo a mirarlo en todo momento. Había perdido la cuenta de cuántos vasos de agua le dio en intentó de alivianarle la borrachera, pero no tenía ningún efecto en él.
—¡Kiyo! —Arrastró la última letra—. Deja de... dete... detenerme, ¡debo volver a... casa!
—Ya llamamos a Shuichi. Llegará por tí pronto —Respondió con su usual calma.
—¡Pero... no quiero mole... molestarlo! ¡volveré solo! —lloriqueó un poco.
—No podemos dejarte ir solo.
—Es inútil, no va a escuchar —El tenista de baja estatura se cruzó de brazos recargandose contra la barra.
—¿no? ¿por...qué no? —Se le veía genuinamente confundido
Hoshi soltó un suspiro—. De todos en nuestra clase eres el último a quien creí que vería borracho.
—Ya, perdóooooon. —Hizo un puchero. Shinguji soltó una risita y Ryoma rodó los ojos. Hubo un rato de silencio después de eso—. ¿... me dejan irme? ¡porfi!
—No.
—No te puedes ir solo.
—Pero... ¡Shuichi se va a enojar! O bueno, va a hacer esa cara rara que hace cuando se enoja pero no me va a decir que está enojado de verdad.
—No.
—¡Ryomaaaaa!
Amami bufó, de nuevo los tres se callaron. Entonces una idea se le pasó por la cabeza, y estaba borracho, ¿Qué más necesito decir?
Con los otros dos distraídos, él salió corriendo tan rápido como pudo.
—¡RANTARO AMAMI VEN ACÁ!
No le importó que lo siguieran. Continuó corriendo, salió del establecimiento en el que estaban y corrió en dirección hacia su hogar.
Hasta que se chocó con alguien y cayó al suelo junto a él.
—Ay por... ¡lo sien-! —El joven delgado y despeinado frente a él calló de golpe—. Rantaro, ¿qué haces aquí?
—AMAMI HIJO DE LA GUAYABA, TÚ- oh, olvídalo —Hoshi se dio la media vuelta y jaló a Korekiyo junto a él.
—Eeeeeeeeeeeh... —Volvió a hacer un puchero—. ¡NO TE ENOJES POR FAVOR!
—No estoy enojado.
—¡Sí lo estás! —lloriqueó un poco. Shuichi contuvo la risa y tomó la mano de su esposo.
—Te prometo que no lo estoy.
—Pero-
El detective se alzó para dejar un beso en su frente—. Ya, tranquilo. Claro que no me molesta.
El otro sonrió embobado—. ¿se... guro?
—Mhjm. Ahora vámonos a casa.