Capítulo ocho.

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Estaba completamente distraída, hundida en lo más allá de mis pensamientos. Aunque lo más gracioso era que yo no tenía en que pensar, por lo tanto éstos se basaban en cualquier cosa que pasaba por delante de mis ojos. Y sí, ahí justo en ese momento, fue cuando sentí un golpe seco en mi frente, que hizo que volviera a la realidad. Me balanceé hacia atrás cayendo sentada al piso. El silbato de la entrenadora sonó e inmediatamente las alumnas se volvieron a las gradas para descansar, otras se fueron al baño y hasta algunas se pusieron a conversar ahí donde estaban. Y bueno yo estaba sentada en el piso.

Me toque mi adolorida frente y me levanté de golpe probocando que me mareara.

-Hey Kathe ¿estás bien?

Mi mejor amiga se encontraba a mi lado desarmándose su coleta para hacerse una mejor.

-¿Me puedes explicar por que tenemos clase de gimnasia?

-Vamos, no está tan mal. Solo nos queda media hora más del partido de voley.

-Creo que me iré a casa- le dije recogiendo mi sudadera del asiento y poniéndomela en el hombro.

-Está bien, pero luego no te quejes cuando te encuentres con la materia reprobada.

-Intentaré no hacerlo, nos vemos luego Amy.

Fui hacia donde estaba la profesora con su silbato colgando de su cuello y una tabla con apuntes en sus manos. Le dije que necesitaba ir a ver a la enfermera y me dejó salir de la clase con gusto.

Una vez que atravesé la puerta del gimnasio me dirigí a los vestuarios. Me saque la ropa de deporte y me coloqué lo que traje esta mañana a la escuela, que se basaba en jeans, converse y una blusa, lo normal de todos lo días.

Todavía no terminaba de entender a aquellas chicas que llegaban hasta a maquillarse solo para caminar adormesidas por los pasillos y entrar en depreción por cada una de las clases aburridas que teníamos; y más si los chicos que había en la escuela eran siempre los mismos, aquellos que te vieron hasta en tu peor aspecto. Por estas razones me gustaba dejar la producción en mí solo para salidas inportantes.

Al terminar, arrimé un banco a una de las ventanas que hay detrás de los casilleros del lado izquierdo; me subí, abrí la ventana y salté al otro lado; cayendo en el suave pasto verde del campus. Para mi suerte, hoy no había entrenamiento de fútbol allí, así que pude atravesarlo tranquila hasta salir de la escuela.

Tenía que admitir que no todos conocen esa salida. La mayoría de las personas creen que esa ventana da para el patio trasero de la oficina de la directora. Yo misma lo creía años atrás. Hasta que me arriesgué y salté. ¿Cómo iba a averiguar a donde daba si no lo intentaba? Lo utilizo cada vez que no quiero entrar a la clase o quedo de mal humor por pelotasos, como hoy.

Saqué mis auriculares de mis bolsillos y me dirigí a casa. Cuando llegué estaba todo silencioso y algunas luces apagadas.

Aunque me dolía admitirlo, me alegraba que mi madre no se encontrara. Todavía seguía enojada conmigo por la discusión que tuvimos hace dos noches atrás. El día de ayer fui a mis clases de canto, solo para que a mi madre le pasara el enojo, y lo único que me dijo fue que no le gustaba que le levante el tono de esa manera, por lo tanto la tensión que había entre nosotras era muy notable. Y eso era algo que no me favorecía para nada, ya que esta noche la banda de Logan tocaba en unos de los clubes. Obviamente ya tenía dado por hecho que no iba a ir, después de una discusión con mi madre, no era buena idea desobedecerla.

Agarré mi teléfono y marqué el número de mi mejor amiga. Que mi madre no me dejara salir no significa que no haga nada esta noche, ¿verdad?

-¿Diga? - una voz masculina me habló desde el otro lado de la línea. Fruncí mi cejas confundida.

-¿Quién habla? ¿Está Amy?

-Ah, Katy. Pensaba que serías alguien más importante.

-Thomas, ¿puedes hacer el favor de pasarme con tu hermana?- Aunque no lo crean, Amy tiene un hermano mellizo, Thomas. Él también asiste a nuestra escuela, y para mi desagrado, juega al fútbol americano. Se podría decir que ellos dos no tienen una relación muy unida... Siempre y cuando estén en el mismo lugar, hacen de cuenta que no se conocen, aunque obviamente no les sale del todo bien porque son malditamente iguales. Al igual que con sus otros hermanos, ya que tiene cuatro. Sí, son una familia numerosa.

-Solo si antes me contestas una pregunta...- me contestó con un tono pícaro.

-Lánzala.

-¿Asistes esta noche a ese club donde toca la banda de la escuela?

-No iré contigo por si eso es lo que quieres.

-Quédate tranquila, porque nadie querría ir contigo. ¿Irás o no?

-No te importa. Ahora ¿me pasas con mi mejor amiga?

-No hasta que me contest... ¡Thomas dame mi teléfono! - se escuchó a continuación de golpes y pequeños gritos.

-Lo siento Kathe, ya sabes como es de insoport... ¡Vete! ¡Largo! ¡Ya!

Normalmente uno se acostumbra de escuchar portazos departe de sus amigas a sus hermanos, en serio.

-Bueno, como intentaba decirte... Que te parece si esta noche pedimos pizza y películas. - comenté.

-¿Pizzas y películas? Lo siento nena, pero esta noche mami te pasa a buscar y vamos de fiesta.

-Oh no, sabes que cada vez que desobedezco me va mal.

-Será la última vez lo prometo.

-No, Amy...

-Hablamos luego, tengo una cabeza que cortar. Esta noche paso por ti ¡Arréglate mucho!

-Y ¿qué haré con mi madr...

-¡Yo me encargo!- finalizada esta ultima palabra, quedé hablando sola.

Por lo visto, se venía una larga noche.

****

Examiné por última vez que todo estuviera en orden. La televisión de mi cuarto se encontraba prendida, programada para que dentro de unas horas se apagara sola. La luz de mi lamparita de noche estaba prendida, y la puerta de mi pequeño balcón estaba abierta. Mi cabello estaba arreglado en una ligera trenza, mi maquillaje en orden al igual que mi ropa. Ahora solo me quedaba sentarme a esperar la señal.

Escuché desde las escaleras, luego de cerrar muy bien la puerta de mi habitación, como mi madre tarareaba mientras limpiaba los muebles del living y escuchaba la radio.

Estaba lista para entrar en acción. Esto de escabullirme fuera de mi casa, no era algo muy común en mi... Creo que se nota un poco pero lo aclaro por las dudas.

El timbre de la casa sonó, justo a tiempo como lo habíamos planeado. Era mi momento.

Corrí descalza para no hacer ruido, con los zapatos en mis manos, hacia la puerta que daba al patio trasero de mi casa. Se podía escuchar que al mismo tiempo que yo habría la puerta, mi madre lo hacía con la puerta delantera. Salí y atravesé el patio hasta llegar a donde estaba la puerta del mismo, que daba a la calle. Y allí estaba mi mejor amiga, en su auto esperándome. Cuando iba a abrir la puerta del copiloto, me di cuenta de que aquel lugar ya estaba ocupado, por lo tanto ignoré la situación, abrí la puerta trasera y me introduje.

Por lo visto, Thomas era el que ocupaba el asiento de adelante. Cosa que me pareció bastante raro, ya que ellos no interactúan tanto como lo hacen dos hermanos.

Amy estacionó el auto dos cuadras más adelante de mi casa.

-¿Por qué te detienes?- pregunté.

-Estamos esperando a Dylan - contestó Thomas como si fuera lo más común del mundo.

Por un momento pensé que me lo decía en broma, pero al ver que ninguno decía nada al respecto ni se reían...

-¿Dylan? ¿Cual Dylan?

Tenía esperanza de que hablaran de otro distinto, aunque sí estaba consciente de lo estúpida que era la pregunta.

En ese instante la puerta que estaba al lado mío se abrió, dejando paso a aquel chico moreno de ojos grises que menos quería ver en estos momentos.

-Me debes una explicación- le susurré a mi amiga.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2015 ⏰

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