Capítulo uno.

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-Katy, ¿en serio piensas ponerte ese vestido?- miré mi reflejo en el espejo que tenia en frente. Tenía puesto un vestido estampado de varios colores. Éste me ajustaba hasta la cintura y de ahí hacia abajo era suelto.

-Pues... ¿si?- contesté dudosa. Amy se dió media vuelta y comenzó a revolver la ropa de su armario. Sacaba un vestido tras otro y negaba con la cabeza para sí sola, mientras yo seguía mirando mi reflejo y me preguntaba qué no le gustaba. Un vestido aterrizó en mi cabeza tapandome la vista. Lo agarré y comencé a examinarlo.

-No... - fueron las únicas palabras que salieron de mi boca.

-¡Claro que si!-

Tres horas después, volvía a mirarme en el reflejo del espejo. La chica que veía todos los días, que solo usaba convers o vans, jeans, y dejaba su cabello completamente suelto y despeinado, había desaparecido. Amy se encontraba al lado mío con una sonrisa muy grande, alabandose por su ''trabajo''.

Tenía puesto un vestido color coral, ajustado a mi cuerpo, que remarcaba todas mis curvas y resaltaba el bronceado que tenía por producto del surf. Usaba tacones plateados, que a la vez conbinaba con un cinto plateado que adornaba mi cintura. En mi cabello tenía una muy pequeña y delicada trenza; que me recogía los pelos de la cara, dejando al descubierto mis ojos celestes. Éstos estaban delineados y mis pestañas lucían súper largas; provocando una mirada seductora.

Mi amiga lucía un vestido negro, con tacones del mismo color. Su cabello pelirojo resaltaba más de lo normal, y estaba completamente lacío, no dejando ni un solo rastro de sus delicados rulos. Su maquillaje le aumentaba la edad y sus ojos verdes atrapaban la mirada de cualquiera.

El timbre de la casa resonó por todos lados. Amy salió directo de la habitación para abrir la puerta, mientras yo seguía mirandome estupefacta en el espejo. Suponiendo que era Nick, agarré un bolso que hacía juego y bajé al livinng.

El sonido de mis tacones se escuchaba a varios metros de distancia. Bajé las escaleras con sumo cuidado de no caerme. Sinceramente, los tacones eran mi debilidad, los amaba, pero no sabía caminar con ellos; gran desventaja. Nick estaba con la mirada en su teléfono apoyado en el marco de la puerta. Tenía puesto una camiseta blanca ajustada, que remarcaba todo su cuerpo muy bien trabajado, especialmente sus grandes brazos. Con unos jeans y convers negras. Su cabello castaño le caía sobre la frente despeinadamente, y tenía una sonrisa en los labios, al parecer por lo que le decían por el teléfono.

Me acerqué a el para saludarlo, mientras el seguía con la vista baja.

-Hola Nick, ¿qué haces?- señalé con la vista su teléfono. Levantó su mirada al percatarse de mi presencia a su lado y se quedó helado, como si no sabría quien era. Su sonrisa ya no estaba en su rostro. Simplemente no reaccionaba. Lo miré confundida y con preocupación; a la vez me miré como para comprobar de que todo andaba bien.

-¿Qué?- pregunté.

-Sorprendente, ¿no?- Amy acababa de entrar en la sala con una gran sonrisa.

-N-no puede ser posible...- se contagió de la sonrisa de Amy.

-Vamos, no es para tanto- bufé.

-¡Es algo histórico! ¡Dios! ¡Katy estás hermosa!- sonreía.

-Gracias- me sonrojé.

-No sé si soportaré todas las miradas sobre ustedes dos esta noche...- mi amiga y yo largamos una carcajada y salimos de la casa.

La casa de Brittany no quedaba muy lejos de la de Amy. Yo ya había ido varias veces a otras fiestas ahí, aunque nunca me había preparado tanto para ir a una, porque lo único que quería era divertirme y nada más. Brittany es la capitana de las porristas de la escuela. Popular, egocentríca y patética. Nunca había hablado con ella, y tampoco era mi intención. Le gustaba que todas las miradas estén sobre ella todo el tiempo, ser el centro de atención y que el mundo gire al rededor de ella. Algo que no le sucedía muy a seguido, ya que todos en la escuela la conocemos tan bien que sabemos que clase de chica es, y normalmente la mayoría de los chicos ya estuvieron con ella y la dejaron tirada. Los únicos que caen en su fantasía son los nuevos, pobre ilusos, no tienen idea.

Sin EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora