Capítulo siete.

98 1 1
                                    

—Desde hace mucho tiempo, aunque usted no lo crea— afirmé.

Me encontraba sentada frente a la directora de la escuela en su gran oficina de color pastel. Ella tenia las manos juntas con sus dedos entrelazados frente al escritorio. Me miraba muy sorprendida con sus grandes ojos color café.

—¿Me estás diciendo que el señor Hudson estuvo entrenando durante todo este tiempo con sus ataques de asma? Sabía que tendría que haber revisado aquellas fichas...

—No quiero ser entrovertida, pero creo que es demasiado peligroso... Para su salud, claro— decía mientras movía mi cabeza de arriba a abajo.

—Bien, gracias por la información señorita McClain, ya me encargaré de estos asuntos luego. Puedes retirarte—

Agarré mi bolso y salí de aquel lugar satisfecha por mi trabajo en el momento que la campana para mi segunda clase sonaba.

Me senté en mi clase de Historia e inconscientemente una sonrisa se posó en mi rostro.

La hora pasó más rápido de lo que me imaginaba. Cuando salí de allí, los bullicios  de los alumnos ya se escuchaban por los pasillos, al igual que las risas y distintas conversaciones.

—¿Estás escuchándome?

Por un momento me olvidé que mi mejor amiga estaba a mi lado, hablándome hace tanto tiempo que ya había perdido la cuenta.

—No, lo siento— hice la cara más inocente que pude.

—Olvídalo— bufó —Ayer mi hermana rompió uno de mis tacones nuevos. No me preguntes cómo porque yo tampoco lo sé. ¡Los amaba! No sé que voy a hacer con ella, ¡vive en la luna!

—Tal vez está enamorada.

—¿Mi hermana? ¿Enamorada?— soltó una carcajada —Me sorprendería mucho que conozca algún chico que no sea de la biblioteca de su universidad.

—No deberías juzgarla sin saber— comencé a poner mi clave en mi casillero.

—Creeme, sé mucho más de lo que ella imagina.

Le levanté una ceja sorprendida, y en ese momento ví una escena que me llamó la atención. La directora se acercaba a dos chicos que no podía ver sus rostros, pero por la chaqueta del equipo de fútbol americano, pude saber de quienes de trataba.

—Da igual. Iremos esta noche al campeonato de fútbol, ¿verdad?

Antes de poder contestarle, ya me estaba dirigiendo hacia aquellos chicos.

—¡Hudson! ¿Cuantas veces debo decirle que no se permite el uso de los balones dentro de la institución?

La directora se encontraba frente a ellos con sus puños cerrados a cada lado de su cintura y con su ceño fruncido.

—Oh profesora, creo que debería dejarlo. El elevar y luego atrapar la pelota, aunque no crea, es su método para mantenerse tranquilo. Ya sabe, así el regula su respiración al mismo tiempo en el que la pelota se escapa de sus manos hasta que vuelve a atraparla.

En ese momento, tenia tres miradas completamente confundidas sobre mí. La profesora levantó sus cejas en señal de que había entendido lo que acababa de decir.

—¡Claro! Lo lamento, serás una excepción— le dijo mientras daba pequeños golpecitos en su hombro.

Se dio media vuelta para seguir con su camino cuando se detuvo en seco y volvió a nosotros.

—Por cierto, señor Hudson, ya reemplace tus horarios de entrenamiento por citas con la enfermera. ¿Pensabas que iba a permitir que sigas jugando con ese estado? ¡Empiezas hoy a las siete!— dijo mientras se alejaba.

Sin EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora