Capítulo tres.

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Todavía no abría los ojos y el dolor de cabeza ya se hacia presente. Punzante y aterrador. Nota mental: No volver a salir un lunes por la noche con Amy.

Intenté abrir los ojos lentamente y la luz proveniente de la ventana me empeoraba el estado en el que me encontraba. Me puse una mano en la frente como si con ésta haría que me pase el dolor. Definitivamente no iría a la escuela hoy, estaba decidido.

Cualquiera pensaría que por el dolor que tengo, debo haberme emborrachado hasta casi morir, pero no; completamente lo contrario. Yo era una de esas personas que con solo tomar un trago de alcohol, al otro día no resistía el dolor de cabeza, como me estaba pasando en estos momentos. No quería imaginarme lo que sería emborracharme en serio. <<Dios no me lo permita nunca>> pensé.

Me levanté sin ninguna prisa alguna, y después de ponerme mis pantuflas, bajé a desayunar.

Mi madre se encontraba sentada con una taza de café en una mano, y con la otra pasaba las páginas de una revista de cocina. Tenía puesto sus anteojos de leer y una bata adorable. Cuando entré en la cocina, levantó una ceja mirándome sorprendida por mi estado.

-Buenos días cariño- me dijo amablemente. No contesté. -Veo que disfrutaste de tu noche- tenía su vista mantenida en la revista.

-Estoy que me muero- fueron mis únicas palabras. Abrí la alacena en busca de una taza.

-Ayer tuve una llamada inesperada- me dijo con un tono serio. Continué en silencio.

-El director de la escuela me llamó -bebió un sorbo de su café tranquilamente -me dijo que la semana pasada no entraste a la clase de Historia del Arte y, que últimamente te salteas clases.-

Distraídamente se me resbaló un vaso de mis manos. Cuando éste caía, intenté agarrarlo antes de que se estrellara con el piso, pero fue en vano, ya que el vaso chocó con la punta de la mesada rompiéndose, haciendo que la palma de mi mano se cortara con el vidrio.

-Mierda- dije con un tono bastante alto mientras metía mi mano bajo el grifo de agua.

-¿No vas a darme una explicación?- prosiguió mi madre.

-Me aburren algunas clases, es solo eso- contesté sin darle importancia.

-Nosotras ya tuvimos una conversación sobre el tema de la escuela a principios de este año Katy, ¿es necesario repetirla?- me preguntó serenamente. Mi humor iba de mal en peor.

-No- contesté seca.

-Entonces, evita que vuelva a repetírtelo- comencé a caminar fuera de la cocina para buscar algo con que curarme la herida.

-Katy- volvió a llamarme mi madre.

-¿Qué?- contesté en un tono alto desde la sala siguiente donde ella se encontraba. -¡No las he bajado!-

-Pues entonces no provoques que esto suceda, porque ya sabes que si tus notas son lo bastante altas, tendrás más oportunidades de becas para la universidad- estaba enojada.

-¡Ya lo se!- grité.

-A mí me bajas el tono jovencita- me ordenó. Subí a mi habitación.

-¡Katheryn!- escuché que me llamaba. Me puse mi bikini debajo de un short y una remera suelta junto con ojotas. Agarré un bolso con lo necesario para ir a la playa y luego bajé nuevamente con mi tabla de surf.

-¿No piensas ir a la escuela?- me preguntó parada cruzada de brazos en el living.

-No- contesté mientras abría la puerta y la cerraba detrás de mi, mientras escuchaba como mi madre gritaba mi nombre.

Sin EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora