Capítulo cuatro.

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Si tenía que definir la palabra incómodo, sabría perfectamente como definirla. En pocas palabras: lo que estaba viviendo en estos momentos.

Miré a cada uno de aquellos chicos, y ellos me devolvían la mirada con una sonrisa, tal vez por mi cara de confundida.

-Amy, ¿por qué diablos todos me miran así?- le pregunté a mi amiga. Ella dejó de hacer lo que hacia dentro de su casillero para mirarme y luego mirar a las demás personas.

-¿Cómo te miran?- me contestó como si ella no viera lo mismo que yo.

-No lo sé, como si tuviera algo en el rostro. No me digas que me quedó en los dientes sobra del almuerzo- le sonríe ampliamente para que mirara mis dientes. Amy largó una gran carcajada.

-Katy, cariño, no tienes nada entre los dientes. Y lo de los chicos es normal en ti. Venga, vienes a esta escuela hace años y ¿recién te das cuenta?- volvió a buscar algo en su casillero mientras reía.

-No puedes decirme que esto es normal...- miré a los chicos que me miraban dispersados por el pasillo de la escuela. Cada uno con su grupo de amigos, hablando normalmente, pero mirándome.

-¿Dónde metí mi estúpido espejo?- repetía mi amiga una y otra vez.

-Esto es demasiado raro...-

-Lo sé, ¡nunca lo guardo muy lejos de mi!- la miré a mi amiga confundida.

-¿Qué?-

-¡Lo encontré!- gritó después de un largo tiempo de búsqueda. -¿Qué me decías?-

-Olvídalo- le contesté cerrando mi casillero y poniéndole su clave. -Vamos a la enfermería a ver a Emma, de seguro ya debe estar mejor por su caída- mi amiga afirmó y caminamos por el pasillo.

Una vez que llegamos, nos encontramos en la entrada con las personas que menos quería cruzarme. Aquellas chicas que por ser rubias y tener un lindo cuerpo se creen las divas de la escuela. Chicas que nunca se las va a ver ni con una gota de humildad. En mi caso, yo soy rubia y no por eso voy a ser la más linda y popular de la escuela, y creo que soy la única que piensa de esa manera aquí, literal. Por esto, los chicos piensan que todas las rubias somos fáciles, y que nos vamos a entregar a ellos sin dignidad alguna, algo que es muy molesto, y a la vez, por esto, es que me considero una persona con carácter fuerte y si se podría decir, difícil.

Entramos como si no existieran, mientras ellas nos observaban de pies a cabeza.

-...¿Estás diciendo que mi uña no importa?- preguntó una de ellas elevando la voz. La enfermera suspiró, como si estuviera cansada de contestar lo mismo y dijo:

-Megan, ya te dije que el roto de tu uña no es grave y que no necesitas estar aquí. Así que por favor, retírese- tenía un tono serio. El grupo de chicas la miraron enojadas y se marcharon, todas exactamente iguales, como si fueran un par de muñecas manejadas.

-Hola Lauren- le sonreí- ¿está Emma aqui?-

-No, ella se retiró hace quince minutos. Al parecer su caída en la práctica de hockey fue muy leve, así que no obtuvo lesiones graves- me contestó amable. Justo en ese instante, resonó la campana por toda la escuela para entrar a la última clase del día. Nos despedimos de la enfermera y salimos de allí.

Cuando estábamos llegando a nuestra clase, un gran grupo de chicos del equipo de fútbol se acercaban, cosa que era muy fácil distinguirlos ya que andaban siempre todos juntos y con sus camisetas del equipo. Nunca llegue a ver a unos de ellos solos o sin resaltar que son del equipo, y por esta razón, se muy bien que absolutamente todos de ellos, son unos egocéntricos, en otras palabras: se aman ellos mismos.

Sin EscapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora