Shinji Ikari y Kaworu Nagisa, los amantes de estrellas cruzadas que compartieron un destino fatal durante tantos loops llenos de tristeza y dolor, se reencuentran en un mundo sin Evas.
¿Podrán por fin estos dos seres experimentar la verdadera y m...
Sinopsis: El día era soleado. Y Kaworu se consideraba afortunado por tener la oportunidad de compartir con Shinji no solo ese, sino todos los que estaban por venir.
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—¡Apresúrate!
Shinji subió los últimos peldaños de la escalera con la respiración agitada, todo mientras intentaba no perder el equilibrio. Mari parecía de muy buen humor, lo cual traía consigo que la chica se entusiasmara incluso con algo tan sencillo como recorrer aquel tramo en la estación de trenes. Si bien Shinji sabía que no era necesario apresurarse pues tenían tiempo de sobra, igual decidió seguirle la corriente ya que a fin de cuentas ella se convirtió en una excelente amiga y confidente.
El sol de la tarde brillaba con fuerza en el cielo despejado de verano; era un día precioso y la sensación que eso trajo consigo le brindó una calma maravillosa. Casi irreal. Por primera vez Shinji se sentía capaz y merecedor de vivir sus días justo como cualquier otra persona normal.
Y era fabuloso.
—No entiendo por qué la prisa. Ellos se reunirán con nosotros dónde quedamos —dijo mientras caminaban con más calma.
—Lo sé, pero me enviaron un mensaje hace poco y Kaworu hizo bastante énfasis en cuanto a la hora —Mari comentó ajustándose las gafas—. Quizá tiene planeado llevarte a una cita romántica —Shinji se hizo el desentendido al mirar en otra dirección—. Vamos, no te avergüences; adoro verlos juntos y enamorados.
Shinji negó divertido ante el comentario; ella sabía perfectamente que Kaworu y él decidieron comenzar una vida de pareja formal varios meses atrás. Claro que salieron durante varios años antes de dar el siguiente paso, no obstante, eventualmente el grado de compromiso entre ambos se volvió más profundo; ahora compartían un lindo departamento en una tranquila zona residencial con excelente vista de la ciudad. Estaban construyendo un hogar juntos. Y los dos eran felices.
No podía pedirle algo más al destino o a la vida misma.
Así pues, se trasladaron sin problemas a uno de los sectores comerciales cercanos del área. Esa mañana Kaworu y él acordaron reunirse en la fuente decorativa que se encontraba justo al centro, tomándola como un punto de reunión fácil de ubicar. Shinji se sentó en el borde y esperó. El calor de la tarde aumentaba por momentos y usar un traje no ayudaba en absoluto. Quitándose el saco, se subió las mangas y manipuló su teléfono mientras Mari hablaba sobre trivialidades a las cuales no prestó gran atención. Poco después, a lo lejos distinguió las familiares siluetas de Rei y Kaworu, quienes caminaban en su dirección entre la multitud. Shinji notó de inmediato que los ojos de su novio se posaron sobre él y no pudo evitar una agradable sensación de plenitud lo invadiera, conforme se preguntaba si acaso sería posible amar todavía más del mismo hombre.
Al final concluyó que sí. Y lo comprobaba a diario.
—Hey —Kaworu saludó luego de darles alcance. Por mero instinto, Shinji se tocó el cuello y resultó agradable notar que nada lo rodeaba—. Lamentamos la tardanza.
—No hay problema, nosotros también acabamos de llegar.
—Gracias por acompañarme, Kaworu.
—Ha sido un placer.
—Bien, los dejaremos solos, chicos —Rei añadió con amabilidad—. Mari y yo tenemos algunos asuntos pendientes por atender. Nos vemos luego.
—¡Adiós!
Las dos chicas, sin añadir algo más, emprendieron la retirada alegremente. Kaworu las despidió al agitar su mano en el aire unos cuantos segundos, antes de girarse con dirección a Shinji, quien se puso en pie.
—¿Y? ¿Hay algo que te gustaría hacer ahora? —quiso saber Kaworu al acariciarle el rostro en un gesto amable y cariñoso.
—Bueno, pensé que podríamos ir a casa —Shinji ofreció—. Aunque es nuestro día libre, me gustaría estar contigo a solas.
Kaworu esbozó una sonrisa repleta de gentileza. Y a pesar de que se encontraban en un lugar público lleno de personas, se acercó varios pasos; si bien la diferencia entre sus estaturas era mínima, Kaworu se inclinó un poco con la intención de hablarle al oído
—¿En verdad? —Shinji asintió—. ¿Sabes? Debo advertirte que una vez regresemos, no voy a dejarte salir de la habitación el resto de tarde. ¿Te parece? —dijo en tono bajo, causándole un agradable estremecimiento.
Avergonzado, Shinji miró en derredor por si acaso alguien les hubiese prestado más atención de la necesaria; al constatar que no, sujetó a su novio de la muñeca y comenzó a guiarlo entre el gentío con paso firme.
El día era soleado.
Y Kaworu se consideraba afortunado por tener la oportunidad de compartir con Shinji no solo ese, sino todos los que estaban por venir.
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