Capítulo 9
Entró a su oficina y, por primera vez, se alegró de que su compañera no estuviera allí. No estaba con ánimo de soportar sus sermones de nuevo. Se quitó la chaqueta y encendió su portátil. Debía ponerse a revisar el caso una vez más y ver si no había pasado por alto alguna cosa.
La puerta se abrió y Diana entró caminando enérgicamente. Pasó por su escritorio sin dirigirle la mirada y se sentó detrás del suyo. La observó de reojo mientras buscaba un bolígrafo en el portalápices de cerámica que decoraba su mesa desde el primer día que había llegado desde Fremont. Seguía molesta y no lo adivinó solo por no haberlo saludado al llegar, sino porque reconocía la expresión en su rostro cuando algo le disgustaba. Sus ojos se tornaban un poco más oscuros y la comisura de sus labios adquiría cierta rigidez. Le habría gustado darle un espejo para que se viera en aquel instante. Poco quedaba de la sensual detective Diana Marin.
Aquello no podía continuar así: él, concentrado en la pantalla, y ella, fingiendo que leía unos informes importantes.
—Hace más de diez minutos que lees el mismo papel —comentó él sin mirarla.
Diana no le dijo nada, solo dio vueltas a las hojas y fingió seguir leyendo.
—Parecemos dos chiquillos, Marin. —Despegó los ojos de la pantalla del portátil y la observó—. No podemos comportarnos como tales. Hablemos.
Ella le devolvió la mirada pero seguía tan fría como antes.
—Si quieres hablar del caso, adelante. No suelo mezclar los asuntos personales con el trabajo —enfatizó, con una sonrisa irónica.
—Yo tampoco lo hago —replicó y se recostó en su silla—. _______ es la principal testigo que tenemos, lo único que he hecho es ofrecerle protección. Ambos sabemos que su vida corre peligro.
—Lo sé perfectamente, Payne. Pero sigo creyendo que llevarla a vivir contigo no es lo más sensato. —Se cruzó de brazos por encima del escritorio y lo miró directamente a los ojos—. ¿Sabes lo que sucedería si nuestros superiores se enteran? Te quitarían el caso. ¡Estás arriesgando todo por una simple necesidad básica que tus pantalones no pueden contener! —No había querido decir aquello pero alguien tenía que hacerle entrar en razón.
—Nunca antes me habías hablado de esa manera, Marin.
—Nunca antes habías sido tan inconsciente. Puedes quedar fuera del caso —le recordó.
—No hay por qué alarmar a todo el mundo, nadie tiene por qué enterarse —comentó con tranquilidad. No quería perder los estribos, menos, cuando estaba a punto de vencer la resistencia de su compañera.
—¿Pretendes, además, que me convierta en tu cómplice y que arriesgue mi propio trabajo? —No podía creer que él le estuviera pidiendo aquello. ¿Hasta dónde llegaba su obsesión por aquella mujer?
Liam se levantó de su silla y se acercó a ella.
—Solo te pido que me comprendas y que, por una vez, olvides el protocolo. —Se sentó sobre el escritorio de su compañera—. Sabes que te necesito.
Diana agachó la mirada y suspiró resignada.
—Está bien, no voy a decir nada. —Levantó la mano antes de que él hablara—. Pero debes prometerme una cosa primero.
No le gustaba hacer promesas sin saber primero en qué consistían.
—¿De qué se trata? —preguntó mientras fruncía el ceño.
—No te involucres sentimentalmente con _______ Carmichael. —Apoyó su mano en la de él—. Eso solo te llevaría a cometer errores. No lo arruines, Liam, no vale la pena.
Liam quería hacerle esa promesa y asegurarle que la cumpliría, pero sabía que era imposible.
—Me pides demasiado, Marin.
—Al menos, inténtalo, Payne. No solo por el caso, sino por ti y también por ella.
—¿A qué te refieres?
—_______ confía en ti; no es secreto para nadie que se siente segura a tu lado. —Recordó el momento cuando había ido a buscarlo tras descubrir que su secuestrador había estado en su casa—. Está demasiado vulnerable. Puede terminar por confundir las cosas y buscar algo más que tu protección, Liam.
Liam asintió. Diana tenía razón y él lo entendía, pero también sabía que lo que le estaba pidiendo iba más allá de toda lógica y de toda razón. Podía ordenarle a su cabeza que hiciera hasta lo imposible para dejar de pensar en _______ cómo una mujer a la que deseaba con locura, pero era inútil cuando su corazón y cada poro de su piel le pedían a gritos lo contrario.