Liam atravesó el pasillo de la comisaría de policía a toda prisa. Llevaba casi media hora de retraso y no estaba dispuesto aquella mañana de domingo a soportar las reprimendas de su compañera. Cuando llegó a la puerta de la oficina que compartía con Diana se detuvo un instante. Se arregló el nudo de la corbata y se acomodó dos rizos que le caían sobre el rostro. Esperaba no ser demasiado obvio, pero le era difícil ocultar la dicha que sentía por dentro y que amenazaba con quedar expuesta en cualquier momento. Sobre todo delante de su compañera que a la hora de descubrir lo que pasaba en su interior era más eficiente que él mismo. El olfato detectivesco de Diana Marin, sin lugar a duda, podía llegar a ser un arma de doble filo.
Entró por fin y la encontró sentada detrás de su escritorio leyendo unos papeles.
-Al fin, Payne -dijo y levantó la vista para observarlo-. Parece que se te han pegado las sábanas.
Liam desvió la mirada y caminó hasta su escritorio.
-¿Alguna novedad? -Se sentó y recostó la espalda en la silla-. ¿Ha llegado Jonathan Thomas?Diana cerró la carpeta que estaba leyendo y se levantó.
-No, no ha llegado todavía, pero tengo malas noticias -dijo preocupada.A Liam se le hizo un nudo en la garganta. ¿Acaso Phil ya sabía lo que estaba sucediendo y le iban a comunicar, de forma oficial, que lo retiraban del caso? Se removió inquieto en su silla; de repente, el nudo de la corbata comenzó a molestarle demasiado.
-¿Qué sucede? -hasta temía hacer aquella pregunta.
Diana percibió su agitación.
-Las huellas de pisadas encontradas en la habitación de Tessa Hodgins y en el sótano de _______ no concuerdan con las de Jack Gordon.Podría haber respirado aliviado, pero aquella definitivamente no era una buena noticia.
-No pareces demasiado sorprendido -comentó Diana y frunció el ceño.
-No es solo lo que me acabas de decir. Es cierto que encontramos el bisturí en su casa, pero no tenía sus huellas; tampoco las encontramos en la cabina telefónica y su coartada se la da su propia madre.
-Que puede estar mintiendo. Después de todo, su hijo es lo único que tiene -alegó Diana y miró con atención a su compañero. Estaba extraño, demasiado nervioso tal vez.
Phil Conway entró en la oficina sin llamar.
-Muchachos, acaba de llegar el niño con su padre -les anunció y volvió a salir.-¿Sucede algo? -Preguntó Diana-. Te has puesto pálido cuando ha entrado el jefe.
-No es nada; no te preocupes. -Se levantó de un salto-. Vamos, no perdamos tiempo.
En la pequeña habitación contigua a la sala de interrogatorios Jonathan Thomas y su padre los esperaban acompañados por un oficial. El niño parecía tranquilo, no así su padre.
-¿Está seguro de que el sujeto no puede vernos?
-Sí, señor Thomas. -Lo tranquilizó Liam-. Él no podrá verlos; tampoco sabe de su presencia aquí.
Diana observó al niño pelirrojo sentado en el regazo de su padre.
-Hola, Jonathan. Mi nombre es Diana. -Extendió la mano.El pequeño la miró y extendió su pequeña mano hacia ella.
-¿Eres policía?-Así es.
La atención de todos se dirigió a la sala de interrogatorios. Jack Gordon acababa de ser traído y descansaba en una silla. Tenía los brazos esposados apoyados sobre las piernas y observaba hacia el espejo que tenía enfrente.
Liam notó el nerviosismo en el padre del niño.
-Le repito, señor Thomas. El sospechoso no puede ver el recinto en el que nos encontramos.