Mini Maraton 1/3
—La sangre con la que escribió el mensaje en el rompecabezas es de animal —le informó Diana a Liam
_______ permanecía en silencio en el asiento trasero del Mustang y escuchaba con atención.
—Los análisis del laboratorio indican que se trata, posiblemente, de alguna especie de felino —añadió.
Diana no mencionó nada, pero _______ sabía que era muy probable que aquel mensaje se hubiese escrito con la sangre de Otelo. Un escalofrío le bajó por la espalda y cuando Liam la miró a través del espejo retrovisor supo que él pensaba lo mismo. Bajaron en el departamento de policía y volvieron a recurrir al helicóptero.
—Debemos atravesar la ciudad y llegar hasta las montañas. Por allí pasan las vías del tren que rodean la cabaña —dijo Liam a _______.
—¿Cuánto falta para llegar? —No estaba impaciente, pero deseaba terminar con aquello de una buena vez.
—Unos tres cuartos de hora.
—¿Por qué no intentas dormir? —sugirió Diana y se dio media vuelta para mirarla.
—No podría —le respondió mientras esbozaba una tibia sonrisa—. Estoy demasiado nerviosa para pegar ojo.
Diana asintió.
—Encenderé mi radio portátil, al menos, un poco de música te relajará.
_______ asintió, aunque le daba lo mismo. Nada lograría quitarle la ansiedad que sentía en el pecho; bueno, tal vez, había solo una cosa que podría hacerla desaparecer. Un abrazo de Liam. Pero había muchos policías y él debía guardar las formas.
Se recostó en el asiento y cerró los ojos. La melodía de una emisora de música country inundó poco a poco sus oídos. Cada vez que el locutor detenía la música para hacer algún anuncio, el corazón le daba un vuelco en el pecho. El temor de que volvieran a anunciar que alguien dedicaba una canción a una tal _____(d) seguía latente.
Abrió los ojos y notó que estaban descendiendo. Cuando el helicóptero se posó, descorrió la cortina de la ventana. Echó un vistazo fuera, Liam y Diana estaban conversando. Se preguntó cuánto tiempo había dormido en el aire.
Se reincorporó en el asiento y, antes de bajarse, miró a su alrededor. El lugar estaba cubierto de matorrales y un pequeño bosque se erguía no muy lejos de allí.Estaban parados al costado de lo que parecía ser un camino improvisado. Cuando _______ se bajó y se puso de pie, la divisó. Una cabaña de madera oculta tras unos cuantos pinos. Se quedó parada allí, incapaz de dar un paso.
Liam avanzó hacia ella.
—¿Estás lista?
_______ no le respondió, tampoco lo miró. Sus ojos castaños seguían clavados en la pequeña construcción de madera que parecía que se iba a derrumbar de un momento a otro.
—Vamos. —La asió de la cintura y la llevó a través del angosto sendero que conducía a la cabaña. Liam percibió su angustia de inmediato; caminaba a su lado pero parecía una autómata, una muñeca que se movía sin voluntad. Miró a Diana y ella se puso del otro lado para ayudarle a llevar a _______ hasta la cabaña.
Era el lugar, lo sabía aun antes de entrar. Durante los tres meses de su cautiverio, nunca lo había visto; sin embargo, podía sentir cómo cada milímetro de su cuerpo se estremecía de pavor con cada paso que daba.
Liam descorrió la lona que colgaba de la puerta y _______ se soltó de su brazo. Él se dispuso a abrazarla de nuevo, pero Diana le hizo señas de que no lo hiciera.Ambos se quedaron muy cerca de ella y estudiaron su reacción. Aquello era algo que _______ debía enfrentar sola.
Sus ojos castaños recorrieron el lugar con cuidado. Los rincones sucios y malolientes de aquellas cuatro paredes se le impregnaron en las fosas nasales; el olor a humedad en el suelo y en el techo de madera era demasiado familiar, espantosamente conocido, y enviaba pequeñas corrientes eléctricas a su cerebro.
De pronto, todo el lugar comenzó a girar en torno a ella y su cabeza parecía dar vueltas en sentido contrario. Tuvo que sostenerse de la mesa para no derrumbarse.
—¡_______! —Liam la sujetó por los hombros mientras Diana le acercaba una silla para que se sentara.
Ella cerró los ojos con fuerza para intentar detener las imágenes que comenzaban a plagar su mente con la velocidad de una fuerte ráfaga de viento.
Estaba recordándolo todo. Los recuerdos se encendieron dentro de su cabeza para abandonar, por fin, la oscuridad en la que habían estado enterrados durante cuatro años.
—Es aquí, Liam, es aquí —murmuró con los ojos todavía cerrados. Temía que si los abría, los recuerdos volverían a desaparecer.
Ya no era solo el olor a humedad y el perfume de nomeolvides los que habían revivido sus recuerdos.
Se puso de pie con la ayuda de Liam y fue hasta donde estaba la cama. Sus ojos se posaron sobre los barrotes de hierro oxidado donde él la había esposado.