primera sesión.

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Enredadas entre sábanas se encuentran Park Jihyo y Hirai Momo, tras una fogosa noche. O lo que hubiese sido una de no haberse quedado dormidas.

Es común que algo como eso suceda en una relación de casi cuatro años. Ambas mujeres están muy conscientes de ello. El primer problema es que... quieren evitarlo, muy en contra de muchas parejas que deciden dejarlo ahí, sólo porque el deseo sexual murió y creen que por eso, el amor también.

Se volvió monótono, y Jihyo junto a Momo pueden reconocerlo.

El segundo problema que se plantea es: Ellas no saben cómo resolverlo.

Así que en medio de una llamada llena de llanto y desespero por auxilio, Nayeon dice algo, para ser más exactos, un nombre y apellido junto a un honorífico.

Sexóloga Minatozaki Sana, graduada en psicología pero especializada en terapia de parejas, generalmente asociada con recuperar la llama caliente del deseo.

Pft. Eso sonaba ridículo.

Así que oyendo la segunda alarma del día, la coreana salió de su cama con desidia recorriendo todo su cuerpo.

¿Que Jihyo prefería que fuera otra cosa recorriendo su cuerpo? Por supuesto, pero tendría que esperar hasta que el café estuviera listo mientras escuchaba alguna canción que le recomendaba el algoritmo ese día.

Boo y Dooby, sus pequeños hijastros perrunos, se movían a sus pies rozando sus pequeñas garras contra el mono a cuadros que usaba para dormir; Jihyo supo enseguida que tenían hambre, así que dirigiéndose a uno de gabinetes debajo del fregador, recogió las tacitas destinadas únicamente a alimentarlos y las llenó, sonriendo al verlos correr con el típico dramatismo de los canes hasta el plato donde se encontraba su comida.

Hoy sería una mañana algo larga.

Casi tan largas como las piernas de cierta japonesa. Pensó la castaña al ver a su novia moverse hasta el baño vestida una franela que parecía al menos tres tallas menos de la que usaría su novia, dejando a la vista las bragas de algodón negras que resaltaban sus atributos a la perfección.

Mordiéndose el labio ante la vista, la coreana sacó dos empaques de ramen decidiendo que comer eso por el desayuno un día, no las mataría. Al menos no al instante.

—¡Good morning, everyone!—Saludó efusiva Momo, mientras rodeaba a Jihyo por detrás y posaba sus manos en su cintura.—Hola, sol de mis días...—Jihyo sonrió ante el susurro, volteándose hasta estar de frente a la chica ligeramente más alta.

—Hola, cariño.—Musitó de igual manera, acercando su rostro al ajeno hasta rozar sus narices y luego girarlo ligeramente para alcanzar sus labios, rozándolos a penas, pero con todo el cariño que se tenían.—¿Estás preparada para hoy?—Momo hundió la cabeza en el escote expuesto por la franelilla de su novia, respondiendo un ahogado:

—No.

Jihyo alejó a su pareja de su escondite rodando los ojos con diversión y luego enfocó los mismos en la cara adormilada enmarcada por el denso flequillo oscuro.—No es el fin del mundo, Mo. Sólo nos ayudará un poco con... las cosas en la cama.

Momo hizo un sonido que sonó como "Mjm" pero simplemente fue a sentarse en el desayunador de la esquina, justo en frente de la ventana mientras Jihyo terminaba de servir el café y esperaban que el agua hirviera lo suficiente para los fideos.

El sol bañaba la figura femenina estirada en el banco, dándole a la castaña un panorama maravilloso que habría retratado de tener su celular a la mano. O un lienzo; y dotes artísticos, también.

No hubo palabra alguna saliendo de sus labios cuando se deslizó a su lado, sorbiendo de la taza entre sus manos y dejando la que había servido para la pelinegra en la mesa que tenía delante.

Tomando la mano libre de Jihyo entre las suyas, Momo musitó.—No quiero que esto acabe, Hyo...

—Y no lo hará.—Afirmó de vuelta y puso su taza en la mesa, para acto seguido mover las manos en un intento de buscar una metáfora.—Porque iremos a terapia y volveremos a tener el maravilloso sexo que solíamos tener.

En respuesta, la japonesa tomó su taza sonriendo plácidamente luego de acariciar la mejilla de Jihyo con el dorso de la mano.

Tenía algo de vergüenza, y quizás mucho miedo pero eso no se lo mencionaría a su novia por nada del mundo.

¿Aunque, podían culparla? Estaban a nada de contarle básicamente toda su vida sexual a una extraña. Aunque si lo consideraba, tampoco era mucho mejor que decírselo a un conocido.

Después de un desayuno simple, una ducha rápida y una triste despedida a Boo, ambas chicas se miraron a sí mismas aguardando en una pequeña sala, la cual contaba con una mesita con revistas y a los alrededores habían sillas y sillones individuales.

Una voz casi automática les llamó, mientras veían a un hombre pálido de ojos felinos acompañado de uno más alto y de sonrisa cuadrada salir del consultorio con los brazos entrelazados.

Que lindas eran las parejas felices.

Finalmente entraron y a los segundos, sus mandíbulas cayeron en impresión. Claramente estereotipar estaba mal, pero esto batía todo lo que llegaron a imaginar.

Una mujer joven de rasgos finos vestía casualmente de jeans con una camisa color terracota arremangada, finalizando el conjunto con unos oxfords de un color parecido al caramelo.

Minatozaki Sana estaba sentada con una pierna encima de la otra en un sillón individual del mismo estilo y color que el que estaba frente a ella, con una sonrisa ligera en sus labios. Ojeaba al dúo en su línea de visión, las pobres parecían una gacela frente a un león.

Un león muy atractivo.



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realmente no son sesiones, pero así se ve mas bonito, besossssss.

DIRRTY | SAMOHYO AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora