Dos religiones por accidente

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" We all change, when you think about it. We're all different people all through our lives. And that's OK, that's good, you gotta keep moving, so long as you remember all the people that you used to be", The Doctor

***

669 d. C.

Por supuesto, Katsuki ganó la maldita apuesta al convencer a una mujer que la había embarazado una paloma y accidentalmente creó un conflicto en el Imperio Romano que ni él ni Izuku esperaban. Ahora los humanos les llamaban ángeles y demonios. A Izuku le había gustado la denominación y habían acabado usándola ellos mismos. A los doscientos años Katsuki se había hartado de ver las persecuciones y había sugerido ir al norte. Habían acabado sin querer en medio conquista de la Galia por los francos e Izuku había renovado su interés por perseguir batallas. Le había durado menos de cinco años, tan sólo un parpadeo. Katsuki se quejó de no tener medios para cruzar el océano, porque no estaba dispuesto a mojarse ni a volar hasta el agotamiento —y sí, incluso ellos podían agotarse si explotaban demasiado a sus alas—, porque al otro lado de él estaba floreciendo la Ciudad de los Dioses [1] y verla hubiera sido interesante.

No había cobrado todavía el premio que le correspondía por cobrar la apuesta, pero Izuku estaba demasiado entretenido viendo todos los conflictos que había causado el decirle a una mujer que su hijo era hijo de un dios. A final, Katsuki se había hartado de absolutamente todo y había optado por poner la mayor distancia posible con los romanos.

Había ignorado a Izuku todas las veces que lo había gritando que esperaba.

«¡Kacchan! ¡No me dejes atrás!»

Pero él sólo había seguido, siempre hasta el oriente. No se había detenido ni ante la nieve, ni ante el frío, ni ante el calor cuando habían bajado hacia el sur y ciertamente no cambio de curso cuando Constantino puso la capital de su imperio en Bizancio y la religión que Katsuki había creado sin querer se extendió como una enfermedad grave.

Había sido sólo una apuesta.

A ver qué pasaba.

Y había pasado eso.

No se había detenido cuando el Imperio Romano se había partido en dos, ni cuando Izuku le había dicho que podían volver para ver qué ocurría. Simplemente había seguido caminando.

Era lo que tenían los ángeles. Podían seguir eternamente.

En algún momento realmente creyó que Izuku daría media vuelta y lo dejaría sólo, porque al fin y al cabo Kacchan había logrado contactar con la humanidad. Sólo lo había hecho una vez adrede, pero esa era la prueba absoluta de que no estaban condenados a la soledad toda la vida. La segunda vez fue un accidente pero un hombre de La Meca [2] lo había escuchado y había salido otra religión de la nada.

(Katsuki nunca jamás se había vuelto a interesarse por religiones: estaba harto de que le salieran accidentales).

Pero Izuku siguió siempre detrás de él, hasta que acabaron en el río de sangre que era el Imperio Chino en ese entonces. Había una mujer en el trono o detrás de él. Dependía de la época y los años, pero era siempre ella la que controlaba todo lo que ocurría. Y por primera vez en muchos años, Katsuki se detuvo sin vagar en zigzag con dirección al oriente.

—¿Cuál crees que sea la cuenta de cuerpos en su espalda cuando se muera? —preguntó Izuku.

—¿Los de la emperatriz?

—Ajá.

Katsuki se encogió de hombros.

—Quién sabe. Hasta sus hijos están enterrados en el río de sangre.

Wu Zetian era muchas cosas, pero nadie podía acusarla de no hacer lo necesario para quedarse con su trono. Katsuki simplemente llevaba décadas y décadas —siglos, ya— desilusionado con la Historia en general.

De qué chingados se trataba observarla si era toda igual, cíclica, irritante —más que Izuku— y todos los errores se repetían hasta el infinito.

Katsuki soltó un gruñido cuando algo llegó a su mente.

—¿Kacchan?

—Otra batalla. ¡Esparta y Argos! ¡No pueden parar ni un solo segundo!

—¡Kacchan! —Izuku frunció el ceño.

—Oh, no, nada de «¡Kacchan!». —Katsuki hizo lo mejor que pudo para imitar el tono—. ¡Me desesperan! ¡¿Creen que sus guerras son guerras?! ¡No duran nada! ¡Tampoco su paz! ¡Firman y la rompen! ¡Conquistan imperios que se deshacen momentos después! ¡Son ajenos a una guerra mucho peor que todas las que ellos han peleado y que creen tan definitivas! ¡El cielo y el infierno siguen en pugna y seguirán hasta después del apocalipsis de este mundo!

Izuku se río.

—Oh, por eso me gustan.

—... ¿Qué?

—Creen que todo es tan definitivo. Tan de vida o muerte. —Izuku sonreía y Katsuki sentía que no estaba entendiendo absolutamente nada—. Es más liberador.

—... ¿Qué carajos?

—No tienen ninguna guerra milenaria en la que nadie va a ganar.

—¡Nosotros vamos a ganar!

Izuku se río.

—¡Yo podría decir lo mismo! ¡Hace años que nadie pelea ninguna batalla porque están esperando que este mundo resuelva las cosas por ellos! —espetó Izuku.

(Cerca, muy cerca, Wu Zetian estaba aplastando otra conspiración en su contra o asesinando a alguien más perteneciente a su familia).

(Pero eso no importaba a los ángeles ni a los demonios).

—¡Lo que sea que dure este mundo no será nada comparado con lo que ya hemos vivido y con lo que...!

—¿Nada, Kacchan? ¿Nada? ¿Te parece que es nada? Lo que hemos pasado aquí. ¿Nada?

Katsuki bufó.

—Nuestras vidas son mucho más largas.

—No somos como los estirados que están allá arriba y no se molestan en mirar para abajo. ¿Te contestaron las cuatro mil quinientas trece veces que intentaste renunciar en las primeras décadas y volver? —preguntó Izuku. Sus alas se extienden, no tienen plumas, son pura membrana—. Abajo dudo que pongan atención. Hemos pasado demasiado tiempo entre humanos, no estamos tan...

—¿Tan qué?

—Tan desapegados como ellos —concluyó Izuku.

(Wu Zetian estaba disfrutando el té de la tarde. Era algo que sabían porque sabían el nombre de todas las personas y todos los lugares y lo que estaban haciendo y lo que iban a hacer. Nada se escondía a su mirada, aunque a veces no les importaba en lo más absoluto).

Izuku tenía razón.

—Pero no somos humanos —rebatió Kacchan.

Izuku se encogió de hombros.

—Somos nosotros, supongo que es suficiente. Podemos ir a donde queramos.

—No a occidente, no quiero volver a occidente.

—Está bien. Tenemos tiempo, Kacchan.

—Todo el maldito tiempo del mundo.

—Toda la Historia.

***

Notas:

[1] Teotihuacan; en náhuatl, «Lugar donde los hombres se convierten en dioses» o «Ciudad de los dioses».

[2] Mahoma. En serio, si creen en algo: PERDÓN POR TODO ESTE FIC.

Otras:

Sobre Wu Zetian pueden buscar un video de Jack Rackham en youtube. Kacchan tomó el papel de Gabriel en la anunciación.

A través del tiempo [Katsudeku / Dekukatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora