Contaminados de humanidad

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" A straight line may be the shortest distance between two points, but it is by no means the most interesting.", The Doctor

***

31 de agosto de 1994.

«Alto al fuego» [1].

Se oía en todas partes. A Katsuki le costaba creerlo. Los humanos disfrutaban mucho matándose a sí mismos. Amaban, mataban, morían. Peleaban por causas propias y ajenas; era arrastrados en las causas de los poderosos, vapuleados por las propias. «Alto al fuego», tras milenios en la tierra, observando, siento el emisario de los de arriba —los ángeles— en el mundo, eran palabras que todavía resultaban extrañas. Solían durar apenas un parpadeo para un ángel y un demonio. El tiempo pasaba con calma por ellos. Las semanas se convertían en segundos y los años apenas en minutos.

Cada vez eran más viejos, Izuku y él. Cada vez menos dispuestos a volver, si alguna vez eran requeridos arriba o abajo. Arriba. Abajo. Cielo. Infierno. Aquellos mundos en guerra tenían muchos nombres y tendrían todavía más con el paso de los años.

Izuku estaba caminando entre la gente, con las alas negras totalmente extendidas. Nadie podía verlo.

Katsuki lo siguió.

Es curioso a lo que uno era capaz de acostumbrarse en unos cuantos miles y miles de años. A los dedos de un demonio, entrelazados entre los suyos. Nunca habían sido realmente tan diferentes: pedazos de una guerra que ya los había olvidado. El Bien y el Mal estaban batallando en alguna parte, seguramente, pero ese lugar no era la tierra ni la humanidad. Parecía que los arcángeles y los duques demoniacos la habían olvidado hacía demasiado tiempo.

—¿Cuánto crees que dure? —preguntó Izuku.

—¿Durar...?

—El alto al fuego —dijo—. Aquí —aclaró después, porque siempre se estaba disparando un arma contra alguien en algún momento. Y cada vez las hacían más temibles. Más poderosas. Más terribles. Cosas que ni siquiera los demonios hubieran imaginado. Pero también Katsuki ha visto a los humanos ser capaces de mucha más benevolencia y amabilidad de la que los ángeles, con su fría justicia, fueron capaces nunca—. Podemos hacer apuestas —añadió Izuku.

—¿Para qué?

—Apostar un beso.

—Puedo dártelo.

Los besos eran gestos intrínsecamente humanos. Impropios de criaturas como ellos. Con el tiempo, desde aquellos días en Moscú (en donde pasaron más de la mitad del siglo, hasta que se marcharon y poco después los alcanzó la Perestroika [2]), habían experimentado con ellos. Con sus labios, poco a poco, recorriendo los del otro. Eran gestos ajenos, robados: quizá la prueba de que finalmente estaban irremediablemente contaminados de humanidad.

Katsuki atrajo a Izuku con su brazo, puso una mano en su espalda baja, allí donde terminaba el nacimiento de las alas. Lo miró antes de besarlo: los ojos expectantes del demonio, los labios medio abiertos. Las mejillas, las pecas. Todo lo que lo hacían ser quien era.

Acercó sus labios.

El gesto era humano. No había nada inmortal en el él. Era la desesperación de lo efímero. Ni ángeles ni demonios la conocían. Izuku y Katsuki quizá no la entenderían nunca, pero allí estaba, en un beso, un brazo, un gesto, el romance que no dura para siempre.

Nadie podía verlos. Desde que Katsuki había creado una religión por accidente tenían cuidado con jamás mostrarse. Izuku todavía se burlaba por el nombre que le habían puesto: Gabriel. Por todas las representaciones extrañas que hacían de él, que nada tenían que ver con un ángel malhumorado. Los humanos no podían atisbarlos, en medio de la calle donde los irlandeses festejaban el fin del conflicto.

—Kacchan... —murmuró Izuku al separarse—, he estado pensando.

—Siempre piensas —reclamó Katsuki—. Todo el tiempo...

Izuku se rio. Era cierto.

—No quiero irme nunca, Kacchan —dijo—. Si alguna vez recuerdan nuestra misión y nos hacen volver a pelear en trincheras separadas, no quiero volver nunca. Esa es mi decisión final.

—Entonces seremos fugitivos.

—Quizá. No me importaría.

—Tardarán en acordarse. No ha sido demasiado tiempo.

—Se siente como demasiado.

A Katsuki no le quedó más remedio que eventualmente darle la razón. Se sentía como demasiado. Era el peso de tantas generaciones conocidas, tantos nombres, tantas cosas. Tanto tiempo viendo la humanidad vivir y morir. Enamorarse. Tanto tiempo de copiar sus gestos. Las manos entrelazadas, los abrazos, la cabeza de Izuku en su hombro, la manera de dormir abrazos, buscando que las alas de uno no estorbaran al otro.

—Muy bien, me gusta el plan, ser fugitivos —concedió Katsuki. Lo acercó a sí mismo, otra vez. Lo besó, otra vez. El mundo festeja por la paz mientras un ángel y un demonio planean su futuro—. ¿Qué haremos?

—No sé, seguir viajando. Lo que hemos hecho hasta ahora. Seguro quedan lugares a los que no hayamos ido.

—Deku, estoy convencido de que hemos recorrido este planeta entero, varias veces.

—Pero nunca es igual. Cambia en un parpadeo. Cierras los ojos y de repente hay cosas nuevas. —Izuku sonrió—. Es maravilloso. Viven más rápido que nosotros, así que nosotros nunca nos aburrimos.

Katsuki bufó. Qué plan de mierda.

—Esperaba oírte decir que pelearíamos contra el cielo y el infierno hasta demostrarles que su conflicto es una pendejada.

Izuku se rio. Qué risa. La risa de un demonio siempre es demasiado ruidosa, graciosa, agradable al oído, la clase de carcajada que atrae al Mal.

—Creo que pelear nunca sirvió de nada —respondió Izuku, finalmente—. O quizá somos tan viejos que... —sacudió la cabeza—; yo no quiero meterme en más fregados. Arriesgarme a perderte. Estamos viejos, Kacchan.

—Somos eternos, nunca nos haremos viejos.

—¡Es una manera de hablar!

—¡Pues habla mejor, Deku!

Izuku sólo le dedicó un puchero.

—Bien. Nos queda una eternidad por delante, Kacchan. ¿De verdad te interesaría pasarla peleando? —Katsuki se encoge de hombros. No le molestaría, si fuera posible, dinamitar el cielo y el infierno. Pero tampoco le molestaría tener a Izuku por siempre a su lado—. Eso pensé. Pues bien, está decidido. Estaremos juntos por los siglos de los siglos.

No agregó «hasta que la muerte nos separe»; no tenía caso. Tampoco ofreció un anillo o pidió uno. Eso eran cosas humanas que todavía no comprendían del todo.

Pero era un hecho, pensó Katsuki, por los siglos de los siglos, por los milenios que quedaban, por siempre, por la eternidad.

Katsuki y Izuku.

Se acercó a besarlo una vez más.

fin.

***

Notas:

[1] Fecha en la que se declaró el primer alto al fuego en el conflicto norirlandés (The Troubles)

[2] Planeado como el proceso de reestructuración de la URSS por Gorbachov; provocó el fin de la Unión Soviética.

Otras:

¡Gracias por leer! Publiqué esto como parte de la Twin Stars Week 2020 en AO3 y en ffnet, pero nunca aquí porque lo tenía en hiatus, no sabía muy bien qué hacer y sentía que era un fic muy ñoño. Pero bueno, aquí está, por si a alguien le interesa.

A través del tiempo [Katsudeku / Dekukatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora