Bye bye, Mr. Holmes (Mycroft y tú)

Capítulo 15

¿Sigues con vida? -The_only_one

Ese había sido su último mensaje en semanas. Megan miró la pantalla de su móvil. De nuevo, sin novedades. Salió de la sala de chat y suspiró. No había vuelto a hablar con la chica genio desde su pequeña persecución digital.

Mycroft había sido muy minucioso en cuanto al diseño de los nuevos protocolos de seguridad en Sherrinford. Eurus jamás volvería a tener acceso a una computadora, ni a ningún otro aparato privilegiado dentro de esa horrible celda.

"Supongo que este es el adiós definitivo."

Apretó una combinación de teclas, regresando el aparato a su modo seguro. Así, si alguien llegara a desbloquearlo, se encontraría con un teléfono común y corriente repleto de fotos, contactos y redes sociales inofensivas.

En ese mismo instante, el político entró al dormitorio.

— ¿Te ocurre algo?

La mujer apartó los ojos del móvil y lo dejó sobre la mesa de noche.

— ¿Qué te ha dado esa impresión?

— Un deje de melancolía en tu mirada. —dijo con simpleza, acercándose a la cama.

Ella asintió, afligida.

— Perdí contacto con una vieja amiga. —se encogió de hombros, resignada—. No es nada.

— Oh... Lamento escuchar eso.

— ¿Por qué lo harías? —inclinó la cabeza a un costado, mirándolo con curiosidad.

Mycroft se la quedó mirando, de pronto cayendo en cuenta de sus palabras. Ella tenía razón, ¿por qué debería empatizar con su pesar?

— Se supone que las personas suelen decir eso. —se excusó, metiéndose entre las sábanas.

— Mm-Hmm. —tarareó, sin creerle en absoluto—. Ah... Si tienes frío a la noche, hay una frazada más gruesa en el ropero.

— No hará falta. Gracias.

Mycroft se sentó correctamente, recargando la espalda contra el respaldar y colocó su laptop en su regazo. Megan entrecerró los ojos, acostumbrándose al brillo de la pantalla.

— ¿Vas a trabajar ahora?

— Solo contestaré unos mails pendientes. No me tomará más de cinco minutos.

— ¿Y no lo puedes hacer mañana?

— Lo maravilloso de mi empleo es que todo el mundo te envía hoy lo que quiere para ayer.

La mujer sonrió a sabiendas.

— Comprendo tu dolor. Continúa con lo tuyo. —dándole una palmadita en su hombro.

Mycroft sonrió a medias. Lo positivo de que ambos tuvieran trabajos absorbentes, era que no se ofendían si uno de sus teléfonos comenzaba a sonar en medio de la noche. Los dos tenían muy en claro que las llamadas, por más inoportunas que fueran, jamás podían ser ignoradas.

Ese hecho, lamentablemente, no era algo que una persona ordinaria estaría dispuesta a aceptar o siquiera tolerar.

"Al menos con él no tengo ese problema." Reflexionó, contemplando al hombre inmerso en su trabajo.

Podía entender su vida laboral y empatizar con ella. Sin embargo, eso no era suficiente para aplacar sus deseos de cometer alguna maldad.

De manera lenta y sigilosa, se acercó por su costado. Se acomodó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro, espiando la información en pantalla.