Capítulo 22

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8 de mayo

Tamara

Si te parabas a pensarlo, la caída no era tanta. De hecho, si supiese saltar y caer adecuadamente, puede que hasta saliese ilesa, pero mi aterrizaje fue más o menos lo contrario. Un segundo después de haber saltado, me encontraba en el suelo sujetando uno de mis tobillos con la mano derecha, la que no me dolía. Quise llorar, pero subí la mirada y comprobé que ellos se asomaban, y al ver que estaba relativamente bien, desaparecieron, dispuestos a capturarme de una vez por todas.

Me puse de pie con dificultad e intenté avanzar saltando sobre la pierna buena, pero cual fue mi sorpresa cuando una mano tiró de mí, llevándome al interior de una tienda. Parecía una tienda bastante pequeña, en la que había unas cuantas personas en el interior.

No sabía que hacer, a donde mirar o qué estaba pasando realmente, pero el tobillo y la muñeca me pedían a gritos que les pusiese algo frío encima y les diese reposo.

-Solo tenemos unos minutos antes de que entren aquí. Siéntate.

La mujer que tiraba de mí parecía joven, de no más de treinta años. Tenía la piel oscura y el pelo rizado en una gran masa sobre su cabeza. Los pendientes de sus orejas eran dos aros gigantes que me recordaban a los que Nora llevaba de fiesta hace unos años.

Me sentó con un golpe, me tiró del pelo y me colocó algo en la cabeza. Me lo ajustó con pinzas y después me puso una gorra por encima de la peluca. Me obligó a ponerme ropa que me tendió que me quedaba más floja de lo que debería, y unas gafas relativamente oscuras completaron el outfit. Yo seguía sin entender nada, con la mano y el tobillo cada vez más hinchados.

-Sígueme.

La gente de aquella tienda siguió como si nada, justo cuando los matones que antes me seguían entraban. Yo me puse tensa, pero me obligué a caminar como si nada. Estaba claro que, si cojeaba, iban a pillarme, así que simplemente me entremezclé con la gente, siguiendo a aquella mujer.

¿Por qué todo el mundo parecía querer ayudarme? ¿Por qué yo me fiaba de todo el mundo?

Bueno, tampoco es que tuviese muchas más opciones. Pensé en mis amigas, en lo preocupadas que debían de estar por mí. No sabía cuanto tiempo llevaba inconsciente o semidrogada en aquel lugar, pero dudaba que hubiera sido poco. Seguramente ya tendrían a la policía buscándome.

Me agarré a la mujer cuando sentí un mareo bastante fuerte. El dolor del tobillo, por forzarlo, se había vuelto mucho peor, y el hecho de que llevábamos varios minutos andando había hecho que la adrenalina que había invadido mi cuerpo con anterioridad se escapase poco a poco. Como una gotera dejando pasar pequeñas cantidades de agua, mi energía se fue agotando, y pronto todo se agolpó sobre mi cuerpo. El cansancio, la poca comida ingerida, lo que quiera que me hubieran metido en el cuerpo para dormirme cuando ellos querían, el dolor, el miedo...

La mujer me sujetó la mano con fuerza.

-Aguanta, ya casi hemos-

Y lo siguiente que supe, es que estaba abriendo los ojos en una cama. Solo había tres personas en los alrededores, pero reconocí a dos de ellas como Haru y la mujer que me había librado de mis perseguidores.

Quise hablar, pero no fui capaz.

-Descansa. Nos vamos en una hora.

Esas fueron las únicas palabras que me dedicó el chico que me había sacado de aquel horrible lugar, el mismo que Sebastiana se había estado tirando, si no recuerdo mal. ¿Sería por ella que me ayudaba? ¿Les habrá dicho a mis amigas dónde estoy?

Futuro inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora