Capítulo 12

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4 de mayo

Tamara

Lo primero que sentí fue dolor de cabeza. No había ruido, pero sí mucha luz, la cual me estaba dando directamente en la cara. Quería seguir durmiendo, pero algo me obligó a abrir lentamente los ojos, luchando con la claridad.

Me incorporé de golpe, llevándome las manos a la cabeza con una mueca por culpa del acto.

¿Dónde demonios estaba?

Cerré los ojos y negué con la cabeza. "Otra vez no, otra vez no". Me miré con pesadez. Desnuda.

Suspiré exageradamente.

-Si lo que te preocupa es si nos hemos acostado-dijo una voz entrando en la habitación, sorprendiéndome. Estaba hablando español perfectamente. ¿Para qué me había entonces molestado en contarle mi vida en inglés? -, no lo hemos hecho.

Venía vestido con un traje negro que le quedaba a la perfección (¿sería a medida?), una corbata negra sobre la camisa blanca y el pelo peinado en un pequeño tupé.

¿Es que venía con la intención de que me abalanzase sobre él, o qué? ¿Hay algo mejor que un hombre en traje?

-Entonces, ¿Qué hago desnuda?

Él rio. Traía en sus manos dos tazas, una de las cuales me entregó cuando estuvo a mi lado, y una vez que recibí el recipiente caliente, él se sentó a un lado de la cama. Yo subí otro poco la sábana sobre mi pecho.

-Nunca habías probado las drogas, ¿verdad?

Recordé entonces lo que había hecho. ¡Había probado las drogas! Me había autoconvencido de que nunca haría algo como aquello, pero de verdad que las cosas se me estaban yendo de las manos y aquello parecía tan...fácil.

Negué con la cabeza.

-De haberlo sabido, te habría dado una menos potente.

- ¿Tú eres un drogadicto? -lo miré con el ceño fruncido. No tenía mucha pinta de serlo, pero las apariencias engañan.

Él rio de nuevo.

¿De verdad podía confiar en él?

-No, no lo soy. Las he probado, si, cuando estaba demasiado estresado. Dirigir una empresa da muchos dolores de cabeza, y mi novia, si es que lo sigue siendo, no ayuda mucho tampoco-suspiró y miró por la ventana-. Es mi hermano el que lleva todo esto.

- ¿Tu hermano? -pregunté, curiosa.

-Sí, tengo un hermano mayor que no hace mucho con su vida más que vivir de su mujer...-negó con la cabeza-. Es un caso perdido.

Lo miré unos segundos, perdida en mi mente, y entonces recordé.

-Sigo sin saber qué es lo que hago desnuda. No me habrás hecho nada, ¿verdad?

- ¿Es que me estás acusando por lo que pasó anoche? -dijo acercando un poco su cabeza en señal de pregunta.

-Fuiste tú quién me dio las drogas-acusé yo, acercándome otro poco mientras lo señalaba.

-Con tu consentimiento.

-Eso díselo a la policía cuando te denuncie.

-No me vas a denunciar.

- ¿Quieres probarme?

-Cuando tú digas, babe.

Estábamos tan cerca que podía ver el color azul profundo de sus ojos y diferenciar cada raya de color.

Futuro inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora